lunes, 20 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 36

—No y eso me preocupa. Tú y yo hemos hablado mucho de este tema, Juana. Las dos sabemos que es bueno para las familias hablar de la donación de órganos, pero han pasado dos años y Pedro parece no haberse recuperado. No lo entiendo. Si accedió a donar los órganos...

—No fue él —la interrumpió Juana—. Fui yo.

—No me lo habías dicho —se sorprendió Paula.

—No lo estimé necesario. Cuando ocurrió el accidente, Pepe estaba volviendo en avión y no pude ponerme en contacto con él hasta transcurridas unas horas. Tras divorciarse, Diana me había dado un poder notarial por si ocurría algo. Jamás creí que tuviera que utilizarlo. Nadie mejor que tú sabe que los órganos donados para trasplante duran un breve lapso de tiempo. Eso,unido a que, de alguna manera, donar los órganos de mi hija y de mi nieto me hacía dar sentido a algo que no lo tenía, como perderlos, me decidió a firmar.

Paula asintió.

—Desgraciadamente, Pepe no pudo ir paso a paso, como yo sino que cuando llegó, se lo encontró todo hecho y no entendía nada.

—¿No le pareció bien lo que habías hecho? —preguntó Paula con el alma en vilo.

—Se enfadó muchísimo —contestó Juana—. Ahora entenderás que lo último que le apetecía era conocer a las personas que querían darle las gracias por algo que él no hubiera hecho. Una parte de él murió cuando perdió a Marcos y me culpó por...

—No lo hagas, Juana. Te digo de todo corazón que estoy convencida de que algún día entenderá lo que hiciste.

—Espero que ese día llegue pronto, que no falte mucho para que pueda olvidar el pasado y seguir adelante. Por lo que me has contado, parece que ha progresado bastante. Lo que no entiendo es por qué lo has dejado. ¿Qué ha hecho?

—Nada, no es importante. Lo que importa ahora es que tu yerno ha comenzado a recuperar las ganas de vivir.

—Entonces, tienes que volver a su lado.

Paula  se quedó mirando el refresco.

 —¿Porqué yo?

—No lo sé —contestó Juana—. Lo único que sé es que lleva dos años muerto y lo único que hace es tener aficiones cada vez más peligrosas. Estoy preocupada por él. Por alguna razón, tú has conseguido pararlo y creo que eres la única persona que puede conseguir que deje de vivir tan peligrosamente.

—Es imposible que sea yo. De verdad, sé por qué lo digo. Hay un buen motivo por el que no puedo volver a su casa.

—¿Te has acostado con él?

Paula miró sorprendida a su amiga.

—Dicen que el que calla otorga —sonrió Juana.

—¿Cómo lo sabes?

—Será la intuición femenina. En cualquier caso, me parece un buen síntoma ya que sé a ciencia cierta que no ha estado con ninguna mujer desde el accidente.

—Yo creo que si porque tenía... —dijo Paula sonrojándose.

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