miércoles, 1 de febrero de 2017

Destinados: Capítulo 52

Pedro había puesto el despertador a las siete y media, pero ya estaba despierto a las seis y media cuando lo llamaron al móvil. Era Matías, que se había quedado a cargo de todo en su ausencia. Se destapó y se sentó en la cama.

—Felíz Cuatro de Julio, Mati. ¿Sigue el parque en pie? —preguntó. Era una de las pequeñas bromas que compartían cuando alguno de los dos pasaba un tiempo fuera de allí.

—¿A que no adivinas quién se ha presentado aquí?

Su respuesta, sin preámbulos, lo sorprendió. No podía adivinarlo. A menos que fuera el superintendente con un séquito de personajes importantes.

—Santiago está aquí. Ha llamado a la central desde Ahwahnee, preguntando dónde está Paula. Parece ser que habló con Nico por teléfono y el niño le dijo que pensaban venir aquí en la fiesta del Cuatro de Julio.

Pedro se puso en pie de un salto.

—No puedo decir que me sorprenda. Anoche Paula me dijo que había terminado con él, pero me confesó que él se había negado a aceptarlo. Se lo diré a ella antes de que lleguemos al parque, para que esté preparada.

—Suena como si te hubiera dado luz verde —comentó Matías tras una elocuente pausa.

—Digamos que hemos librado un gran obstáculo. Ahora tengo que averiguar lo que siente por mí.

—Entonces, ya sabes lo que tienes que hacer.

Pedro se miró el anillo. Sí. Lo sabía. Pero esperaría a que ella se librara de Santiago. Necesitaba ver con sus propios ojos que su relación había terminado.

—Una vez que los haya dejado en el Yosemite Lodge, me pasaré por la oficina, sobre las once. ¿Hay algo que deba saber sobre el parque?

—Me alegra poder informarte de que el incendio de Telegraph está por completo bajo control.

—Entonces, será más fácil respirar. Cuando yo llegue debes tomarte veinticuatro horas libres para recuperar el sueño. Hasta pronto.

Colgó y se fue a la ducha. Segundos después de salir del baño, alguien llamó a su puerta.

—¿Pepe? ¿Puedo pasar?

Nico siempre estaba sonriente. Había vuelto a ponerse su traje de guardabosques. Pedro se puso una toalla alrededor de la cintura y lo dejó pasar. Lo tomó en brazos y le dió un gran abrazo. El niño lo abrazó también.

—¿Cómo has dormido?

—Bien. ¿Puedo ver cómo te afeitas?

—Claro —repuso Pedro—. Vamos al baño.

—¿Por qué las chicas no se afeitan?

Pedro comenzó a pasarse la cuchilla por el mentón.

—¿Quieres decir que Paula no tiene barba? —bromeó Pedro.

—No —negó el niño, riendo.

—¡Menos mal!

—Sí —afirmó el niño, mirándolo con atención—. ¿Tienes que trabajar hoy?

—Sí, pero cuando termine, cenaremos en mi casa. Después, veremos Spiderman. ¿Qué te parece?

—¡Genial!

Entonces, oyeron que Paula llamaba a Nico. El niño corrió a la puerta y asomó la cabeza.

 —Estoy aquí. Pepe está despierto. ¡Entra!

Cuando Paula entró, vestida con vaqueros y una blusa de color melocotón, Pedro estaba sacando su uniforme del armario. Estaba desnudo, sólo con la toalla, y notó cómo ella lo recorría con la mirada. Le gustó esa sensación.

—¡Oh! —gritó ella, avergonzada. Se ruborizó—. Lo siento, pensé que…

—Nico sabe que soy un hombre decente —murmuró él y se metió en el baño para vestirse. Cuando salió, Paula y Nico se habían ido de su cuarto, por supuesto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario