domingo, 19 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 28

-Te suena el bolsillo—dijo Pedro.

Paula lo miró, que estaba sentado en el sofá con la pierna en alto y un libro en el regazo. Seguía enfadada con él por haberla besado hacía dos días.

—Gracias, si no me lo hubieras dicho jamás habría oído este ruido ensordecedor.

Lo cierto era que no le era fácil estar enfadada con él cuando era tan guapo y encantador. En aquellos momentos, la estaba mirando con una sonrisa de lo más sensual en los labios y un brillo picaruelo en los ojos. Aunque intentaba con todas sus fuerzas sobreponerse a la atracción que sentía por aquel hombre, le era imposible.

—¿Sí? —contestó.

—¿Mamá? ¿Por qué has tardado tanto en contestar?

¿Había perdido la noción del tiempo mirando a Pedro?

—¿Qué tal estás, cariño? Pasaré dentro de un rato a recogerte a casa de la abuela.

—Por eso precisamente te llamaba. Me quiero quedar a dormir aquí — contestó Sofía.

—¿Y eso?

Era viernes y su madre había ido a recoger a Sofía al colegio y se suponía que Paula pasaría por su casa a llevársela cuando hubiera terminado de trabajar.

—Me gustaría quedarme a dormir en casa de los abuelos. Es que... hay pollo con patatas para cenar.

Paula sonrió. Aquella era la comida preferida de su hija.


—Me parece muy bien que te quedes a cenar con los abuelos, pero lo de quedarte a dormir...

—Venga, mamá, por favor, la abuela me ha dicho que me va a dejar su ordenador y el abuelo me ha prometido ir a comprar donus para desayunar — insistió Sofía.

—Anda, dile a tu abuela que se ponga —suspiró Paula.

—¿Pau?

—Hola, mamá. ¿Estás segura de que quieres que Sofi se quede a dormir en tu casa? Ya sabes que no para.

—Estoy segura —contestó su madre encantada.

—No me la mimes mucho, eh? —bromeó.

-Mira, hija, ya me controlé con tus hermanos y contigo, así que ahora me he liado la manta a la cabeza y voy a mimar a mi nieta todo lo que quiera.

—Ya lo sé —rió Paula—. Está bien.

—Tu madre dice que sí —le dijo su madre a Sofía.

—¡Bien! —gritó la niña arrebatándole el teléfono a su abuela—. ¡Gracias, mamá! ¡Te quiero mucho!

—Yo también te quiero mucho, cariño. Pórtate bien.

—Yo siempre me porto bien —contestó Sofía—. Hasta luego.

—Hasta luego, mi amor —se despidió,  esperando a que su madre volviera a hacerse cargo del teléfono.

—Me alegro de que la dejes quedarse. Así tienes una noche para descansar. Estás trabajando mucho y lo necesitas, hija. El paciente que tienes ahora debe de ser muy exigente, ¿No?

 Paula miró a Pedro. Sí, definitivamente, era exigente. Exigía besos y caricias y ella no podía dejar de pensar en ello.

— Bueno, dale a papá un beso de mi parte y pasenla bien —contestó,  despidiéndose de su madre.

—Mañana hablamos, hija, descansa —contestó su madre colgando el teléfono.

Paula se guardó el móvil en el bolsillo y volvió a mirar Simón.

—Voy a preparar la cena —anunció.

—No he podido evitar oír que esta noche estás libre.

Paula  asintió.

 —Sofía se va quedar a dormir en casa de mis padres, así que, en cuanto te prepare la cena, estaré libre.

 —Entonces, no te vayas.

—¿Cómo?

—¿Por qué no te quedas a cenar conmigo?

No era una buena idea. Paula  lo supo por cómo le apetecía aceptar la invitación, por cómo se le había acelerado el corazón.

—Gracias, pero me tengo que ir a casa.

—¿Por qué? Tu hija está con tus padres, así que, ¿Qué te espera en casa?

 —Mis zapatillas, mi mecedora y un buen libro.

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