domingo, 19 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 29

—Yo soy mucho mejor —le aseguró Pedro con voz ronca.

Paula sintió que sus palabras resbalaban por su cuerpo y se adentraban en su organismo, acariciándola y haciéndola sentir muy bien.

—De verdad, me tengo que ir a casa.

—¿De qué tienes miedo?

 —De nada.

—Me encantaría que me hicieras compañía.

Paula lo miró a los ojos y comprendió que Pedro le estaba abriendo la puerta.

—¿Por qué?

Pedro desvió la mirada.

—Porque no quiero cenar solo otra vez —confesó—. Además, ya ni me acuerdo de la última vez que cené con una mujer guapa.

¿Le parecía guapa?

—No me tomes el pelo.

—No te estoy tomando el pelo. Creo que te vendría muy bien tomarte la noche libre y no cocinar.

—¿No me digas que vas a cocinar tú?

—¿Porqué no?

Paula  colocó las manos en jarras y lo miró seriamente.

—Porque todavía llevas muletas —le recordó.

— Aunque podría cocinar si quisiera, lo que había pensado era llamar a un restaurante italiano que hay aquí cerca y que prepara comida para llevar. Me encantaría invitarte a cenar como muestra de agradecimiento. Es lo mínimo que puedo hacer.

 Así que le parecía guapa, ¿Eh? Paula no podía dejar de pensar en ello.

—No tienes nada que agradecerme —consiguió contestar—. Es mi trabajo.

—Sí, pero tu tumo termina dentro de unos minutos. Además, seguro que no te miman muy a menudo. Venga, acepta mi invitación —sonrió Pedro.

Por fin se estaba abriendo. Por primera vez le estaba diciendo cómo se sentía y lo que necesitaba. A lo mejor, había llegado el momento de que ella comenzara a ayudarlo a superar la tragedia de haber perdido a su hijo para que pudiera seguir adelante con su vida. ¿Cómo iba a desaprovechar la oportunidad si era, precisamente, lo que había estado esperando?

 —La verdad es que me estás tentando.

—¿Eso quiere decir que sí?

—Con una condición —contestó,  tragando saliva—. No me vuelvas a besar. Si lo vuelves a intentar, abandono el trabajo.

—Ya hemos hablado de eso y te he dicho que no hay problema —aceptó Pedro encogiéndose de hombros.

A Paula le pareció que se rendía demasiado fácilmente y se dijo que debía de haber trampa en algún sitio, pero en aquellos momentos era realmente importante quedarse con él e intentar acercarse a su corazón.

—Está bien —accedió por fin—. Encantada de cenar contigo.

Dos horas después, se alegraba mucho de haberse quedado a cenar con Pedro, que había llamado por teléfono a Marchetti's y había encargado unos riquísimos espaguetis con finas hierbas y tomates secos con ensalada César. El menú para llevar especial para dos incluía una botella de delicioso vino que a Paula se le antojó tan suave como la voz de Pedro cuando le había dicho que la encontraba guapa. El repartidor del restaurante no se contentó con llevarles la cena si no que apagó las luces, encendió la chimenea, colocó la cena sobre la mesa del comedor y encendió dos velas rojas. Pedro le dió una buena propina y el chico se fue encantado. Ahora, estaba sentado frente a Paula  y tenía la copa de vino en alto.

—Brindemos por...

—Una cena maravillosa —propuso Paula.

—Muy bien —aceptó,  probando el vino.

 Paula hizo lo propio y, al cabo de un rato, comprobó que tenía la copa vacía y que él se apresuraba a rellenarla. Lo cierto era que  se encontraba de maravilla. Hacía muy poco tiempo que lo conocía, pero lo que sentía por él era tan fuerte que la asustaba. Se dijo que no habría ningún problema siempre y cuando mantuviera el control.

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