domingo, 26 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 50

-Yo les pondría más lentejuelas —comentó Sofía inspeccionando las alas que Pedro acababa de terminar.

La mesa de la cocina de Paula estaba llena de papel pinocho blanco, tijeras, lazos y pegamento. Acababa de terminar de bañar a su hija, que olía a jabón, a champú y a sueño. Al percibir la mezcla, Pedro esperó sentir una punzada de dolor en el corazón, pero no fue así. Lo entristecía pensar en su hijo, pero ya no lo destrozaba. Siempre lo echaría de menos, pero ahora estaba preparado para seguir adelante, para recordarlo con una sonrisa en lugar de con una lágrima. Y todo había sido gracias a Paula y a su hija. Si no hubiera sido por Sofía, se habría tenido que buscar alguna excusa para ver a su madre.

—¿Más lentejuelas? Lo que tú quieras, pero a mí me parece que, como les pongamos más lentejuelas,  la gente se va tener que poner gafas de sol cuando salgas al escenario —contestó Pedro.

—Eres un exagerado, Pepe. ¿A tí qué te parece, mamá?

—No me gusta nada tener que elegir —contestó Paula.

—Elegir te hace fuerte —le dijo Pedro—, pero te advierto que el nepotismo nunca ha estado muy bien visto.

—Si querías hacerlo a tu manera desde el principio, ¿Por qué no lo has dicho? Podrías haber hecho las alas en tu casa. Buena pregunta. Por una parte, se mona por estar con ella a todas horas, pero, por la otra, quería controlarse y no sentir ningún interés por Paula Chaves ya que la vida le había enseñado lo difícil que era perder a la gente que se quería. Sin embargo, se había prometido a sí mismo que debía demostrarle a ella que no todos los hombres eran iguales, así que allí estaba, en su casa, haciendo unas preciosas alas de angelito tal y como había prometido. El día de Acción de Gracias, se había dado cuenta de que Paula quería mantener las distancias. Podía intentarlo, pero no tenía nada que hacer porque, tarde o temprano, lo suyo iba a saltar por los aires.


—Pepe, ¿Estás bien? —le preguntó Sofía.

—Sí, estoy bien —contestó, sinceramente—. ¿Qué me has preguntado?

—Me apuesto el cuello a que no sabías jugar en equipo de pequeño — lo acusó Paula en tono de broma.

—¿Por qué dices eso?

—Porque está claro que te gusta hacer las cosas a tu manera, sin tener en  cuenta la opinión de los demás. Lo que me pregunto es por qué nos has incluido en tu proyecto.

—Para empezar, porque es Sofi  la que se va disfrazar de angelito y, para seguir, porque lo cierto es que echo de menos... estar con niños. Había estado a punto de decir «tener una familia», pero había visto pánico en los ojos de Paula y se había mordido la lengua en el último minuto.

—Bueno, entonces, ¿Ponemos más lentejuelas o no?

Paula observó las alas.

—No sé qué decir —contestó ella  mordiéndose el labio inferior—. ¿Y si te las pruebas para que veamos el efecto, cariño? —le preguntó a Sofía.

—No —contestó la niña.

—¿Y eso?

—Da mala suerte.

—¿De dónde te has sacado eso?

—El otro día, Mauro dijo a Delfi que le enseñaba el vestido de novia y la abuela le dijo que daba mala suerte, así que esto es lo mismo.

Aquello los  hizo reír.

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