domingo, 20 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 59

Paula alzó la mirada y vió a Miguel entrando en la habitación. Carmen se levantó y se acercó a su marido. Cuando se inclinó para besarle, Paula vió la emoción que reflejaban sus ojos.
Estaba realmente enamorada de él, pensó, extrañamente complacida por aquel dato. No sabía por qué, pero era como si el hecho de que Miguel y Carmen disfrutaran de un matrimonio feliz, de alguna manera mejorara su situación.
Miguel le sonrió a su esposa y se volvió después hacia Paula.
—Espero que no te esté enseñando todas esas fotografías antiguas. A Carmen le encanta documentar con imágenes cualquier acontecimiento.
—Estoy disfrutando mucho —dijo Paula.
—Estupendo —Miguel miró de nuevo a Carmen—. ¿Cuánto tiempo falta para la cena?
—Una hora.
—Paula, ¿quieres venir a mi despacho? Podemos hablar de la familia. Si quieres, podemos ver juntos esas fotografías —se volvió hacia Carmen—. ¿Te parece bien?
—Por supuesto.
Miguel volvió a besar a su mujer y le palmeó el trasero.
—Por aquí —dijo, indicándole a Paula con un gesto que le siguiera.
Paula agarró los álbumes de fotos y comenzó a caminar tras él.
Luisa la interceptó en el pasillo.
—Paula—la llamó—, ¿puedo hablar contigo?
—Claro, ¿qué quieres?
Luisa inclinó la cabeza.
—Falta muy poco para mi cumpleaños.
Paula sonrió.
—Si, lo sé.
—¿Podrías regalarme unos zapatos de tacón como los tuyos?
Paula vaciló. No tenía la menor idea de que pensaría Carmen al respecto. A ella le parecía natural que una niña de quince años quisiera sentirse mayor utilizando tacones.
—Tendré que hablar antes con tu madre, pero si a ella le parece bien, creo que es una buena idea.
—¿Podremos ir de compras? ¿Tú y yo?
Paula sonrió entonces de oreja a oreja.
—Me encantaría. Pregúntaselo a tu madre y, si ella te deja, quedaremos un día. Podemos ir a un centro comercial, comer allí y pasar la tarde juntas. ¿Qué te parece la idea?
—Genial —Luisa tomó aire—. Voy a preguntárselo ahora mismo.
Giró y comenzó a caminar, pero de pronto se detuvo, se volvió y abrazó a Paula.
—Eres la mejor.
—Y tú eres genial —contestó Paula, esperando que Carmen le dejara ir de compras con ella.
Siguió a Miguel a su despacho, una habitación enorme y llena de estanterías. Los colores oscuros y el cuero creaban un ambiente muy masculino.
Miguel se sentó detrás de un enorme escritorio de madera y le hizo un gesto a Paula para que ocupara una de las sillas que tenía enfrente.
—Esas fotografías me hacen sentirme viejo —musitó Miguel, señalando los álbumes que Paula había llevado consigo.
Paula dejó los álbumes encima de la mesa y se sentó.
—Carmen lo tiene todo muy bien organizado. La conocí cuando estaba en la universidad. En aquel entonces, yo me creía la bomba. Tenía todo mi futuro planificado. Hasta que la conocí a ella. Carmen  procede de una familia de dinero, de una familia que ha tenido dinero durante muchas generaciones. Yo le gustaba, pero a sus padres no les hacía mucha gracia que su hija saliera con un pobre hombre que no pertenecía a su círculo.
Se reclinó en la silla y fijó la mirada en el vacío, como si estuviera contemplando las imágenes de un pasado que sólo era visible para él.
—Era preciosa. Todavía lo es. Y una mujer fuerte, mucho más fuerte que yo.
A Paula le intrigaba la imagen que estaba dando Miguel de sí mismo. Estaba de acuerdo con él, pero le sorprendía que lo admitiera.
—Pero no hemos venido aquí a hablar de Carmen—continuó diciendo Miguel—. Supongo que quieres oírme hablar de tu madre.
—Sí, me gustaría —dijo Paula.
Pero la verdad era que se sentía ligeramente desleal; como si, al hablar de Alejandra, le estuviera faltando a Carmen al respecto.
—Alejandra no quería tener nada conmigo —admitió Miguel—. Era una mujer casada y no quería engañar a su marido. Fui yo el que la convencí de que lo hiciera —se encogió de hombros—. No estoy orgulloso de lo que hice, pero tampoco puedo decir que me arrepienta. Ni de haber conocido a ella ni de haberte tenido a ti. De hecho, me gustaría haberte conocido mucho antes.
—A mí también —contestó Paula.
Pero mientras lo decía, se preguntaba si sería del todo cierto. Miguel le habría complicado considerablemente la vida. Si miraba hacia su propio pasado, no podía encontrar un momento adecuado para la aparición de su verdadero padre.
—A tu madre le aterraba que nos descubrieran —continuó Miguel—. Cuando puso fin a nuestra relación, pensé que lo hacía porque el estrés de nuestra aventura había podido con ella. Jamás se me ocurrió pensar que podría estar embarazada.

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