domingo, 6 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 19

—Estás siendo muy amable, aunque me temo que de una forma un tanto retorcida —le dijo, decidiendo que no tenía ninguna razón para ser más sutil—. Ya han pasado dos días, así que supongo que tienes los resultados. Ahora mismo, estoy intentando decidir de qué manera encajan tu presencia aquí y tu intención de conocerme mejor con ese resultado.
El buen humor de Pedro desapareció como por arte de magia.
—Las prueban demuestran que eres hija de Miguel Schulz.
Paula  dejó su copa sobre la mesa y se preparó para sentir una oleada intensa de emoción. Pero no sintió nada. Ni felicidad, ni euforia. No sentía nada.
—Muy bien —dijo lentamente, preguntándose en silencio si sus sentimientos serían de efectos retardados— . Me alegro de saberlo.
—¿Vas a contárselo a la prensa?
A Paula no le sorprendió la rudeza de la pregunta. Aquél era el Pedro que ella recordaba.
—¿Tú qué crees? —le preguntó—. Supongo que has tenido tiempo más que suficiente para investigar mi pasado, entrevistar a mis amigos y pincharme el teléfono. ¿Crees que voy a contárselo a la prensa?
Era incapaz de interpretar la mirada de su interlocutor. Por su expresión, lo mismo podía estar pensando en su trabajo que en diferentes maneras de asesinarla.
¿De qué manera le habría afectado a él la noticia? Él era un hijo adoptado y ella una hija biológica. ¿Le molestaría o era tan insignificante para él que ni siquiera eso le producía ninguna emoción?
—Tienes dinero o, por lo menos acceso a él —dijo Pedro por fin—, así que no es ésa la razón por la que has decidido acercarte al senador. Tampoco creo que estés buscando publicidad.
—A regañadientes, pero por lo menos lo estás reconociendo —musitó Paula mientras tomaba un pedazo de pan y le untaba mantequilla de ajo—. Estoy profundamente conmovida, Pedro. Creo que incluso podría llorar.
—Tengo motivos para recelar. Entre muchos otros, el momento en el que has aparecido.
—Me puse en contacto con el senador, como tú le llamas, a los pocos días de enterarme de que podía ser mi padre.
—Si tú lo dices…
Paula suspiró.
—Me gustas más cuando no piensas lo peor de mí.
—¿Sabes el efecto que podría tener un escándalo como éste en la campaña? —le preguntó Pedro—. Podía destrozar todo el trabajo que hemos estado haciendo hasta ahora.
Paula inclinó la cabeza.
—Si estuviera buscando notoriedad, ¿no crees que habría elegido otro momento para dar la noticia? Sería mucho más escandaloso aparecer cuando mi padre hubiera sido elegido presidente.
—Un razonamiento interesante.
—Soy una persona interesante.
Pedro se encogió de hombros.
—Eso parece.
Vaya, eso sí que no se lo esperaba. ¿Sería posible que, a pesar de todo, a Pedro le gustara? Sin saber muy bien por qué, encontraba reconfortante aquella posibilidad.
Se inclinó hacia él.
—Admítelo. Es posible que te hayas equivocado conmigo y que en el fondo yo sea una buena persona.
—Es posible.
—Bastante probable.
—A lo mejor.
Pedro  negó con la cabeza y sonrió.
—No eres una persona fácil, ¿verdad?
—Nunca lo he sido —contestó Paula, pero no estaba realmente concentrada en su propia respuesta.
En cambio, estaba completamente absorta en el cambio que la sonrisa había operado en el rostro de Pedro. Por un instante, le había parecido un hombre divertido e infinitamente sexy.
Su interés por él era cada vez mayor. El ambiente se cargó de pronto de expectación y una repentina oleada de calor interno le hizo estremecerse.
Reconocía los síntomas: se sentía atraída por un hombre. Algo que se había jurado no volver a hacer jamás. O, por lo menos, hasta que dejaran de atraerle los hombres que no debían.
Pedro podía no ser un mentiroso o un tipo que acabara de consagrarse a Dios, pero era el hijo adoptado de su padre biológico y, además, estaba profundamente involucrado en la campaña electoral de un político. Tener cualquier tipo de relación con él sería una locura completamente ilógica.
Pero no tenía ninguna importancia. Pedro no tenía ningún interés en ella. Probablemente ni siquiera se había fijado en que era una mujer. Sencillamente, para él era un problema.
De modo que Paula decidió comportarse sensatamente, ignorar lo que le decían sus hormonas, fingir que Pedro era un tipo encantador, pero asexuado por lo que a ella se refería y disfrutar de una cena exquisita acompañada por un fiero centinela.

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