domingo, 13 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 36

Esa misma semana, Paula regresó al cuartel general de la campaña para comer con su padre. En aquella ocasión, ya no esperaba una conversación a solas con Miguel y fue mucho mejor para ella no haberse hecho ninguna expectativa porque terminó comiendo con todo el comité de campaña.
Estuvo con todas las personas que habían acudido a la primera reunión, pero, desgraciadamente, Pedro no apareció, lo que supuso para ella una más que seria decepción.
—En las encuestas estás teniendo buenos resultados —le comentó Juan a Paula.
Paula le miró sin comprender.
—¿Aparezco yo en las encuestas?
Juan asintió.
—Hemos puesto un par de preguntas en la encuesta y hemos cruzado los datos. Al principio, comenzamos a perder votos, pero en cuanto el senador concedió una entrevista, empezaron a mejorar las cifras.
Paula se sentía completamente al margen de todo lo que estaba ocurriendo allí. Miró a Miguel.
—¿Te hicieron una entrevista? ¿Te estuvieron preguntando por la aparición de tu hija?
Miguel sonrió.
—Me pareció la mejor manera de manejar las cosas. Heidi, consíguele a Paula una copia de la entrevista —se volvió hacia Paula—. Podrás verla en casa.
—Claro.
De hecho, aquello podía convertirse en una nueva afición: conocer a su padre a través de los vídeos.
—El senador dio la imagen de un hombre sincero —dijo otro de los tipos trajeados que estaban en la reunión—. Es algo que los votantes aprecian.
Paula se preguntó entonces si habría alguna diferencia entre dar la imagen de hombre sincero y serlo de verdad.
—Le dijo al entrevistador que él habría querido retrasar el momento de dar la noticia porque quería disponer de más tiempo para conocer a su hija, pero que un periodista había engañado a Luisa para conseguir que hablara de tí. El periodista ha aparecido como un ser mezquino y Pedro como un auténtico héroe. Y ahora, todo el mundo adora al senador.
—Las encuestas empezaron a subir justo después de la entrevista —añadió Juan con una sonrisa—, por suerte para nosotros.
—Sí, ha sido una gran noticia.
Paula no sabía qué pensar. Por una parte, lamentaba que su aparición hubiera causado tantos problemas. Pero por otra, se sentía un poco utilizada. Como si su situación estuviera siendo explotada a favor de una campaña electoral, algo que seguramente no era justo. Las campañas a la presidencia no se ganaban mostrándose retraído. Aún así, todo aquello le resultaba sobrecogedor. Eran demasiadas las cosas que le habían pasado últimamente.
—Estábamos pensando en que podríamos hacerte una entrevista.
Paula acababa de agarrar un sándwich. En cuanto oyó aquellas palabras, lo dejó de nuevo en el plato y se quedó mirando de hito en hito a aquel hombre cuyo nombre desconocía.
—¿Perdón?
—Una entrevista. En People, quizá. Eres exactamente la clase de historia que les apasiona.
El hombre continuó hablando, pero Paula ya no le estaba escuchando. ¿Una entrevista para People? Toda la sangre pareció subírsele a la cabeza. O quizá se le fue de la cabeza. En cualquier caso, comenzó a marearse y el corazón a latirle violentamente.
—No quiero hacer ninguna entrevista —susurró.
Acudir a un acto benéfico con Carmen era una cosa, pero tendrían que pasar por encima de su cadáver para que le concediera una entrevista a People.
Miguel la miró a los ojos y sonrió.
—Respira, Paula. No quiero que te caigas desmayada encima del sándwich.
—¿Qué? —Paula tomó aire. Y sintió que se le despejaba la cabeza.
Miguel se volvió hacia uno de esos tipos trajeados.
—Dejaremos lo de la entrevista de momento.
—Pero…
Miguel negó con la cabeza.
—Nada de entrevistas. Es preferible dejar a Paula fuera de todo esto.
—Muy bien —contestó el tipo mientras garabateaba unas notas en su libreta.
La reunión continuó. Paula mordisqueaba el sándwich con desgana. Se sentía incapaz de entender a Miguel. Tan pronto se mostraba distante y político como le decía que no hacía falta que se expusiera en una entrevista a nivel nacional. No alcanzaba a comprender quién era el verdadero Miguel Schulz.
Unos minutos después, se dio por terminada la reunión. Miguel le hizo un gesto para que se quedara cuando todos los demás salieron.
—¿Cómo estás llevando todo este asunto? Carmen dice que tiene que estar siendo muy difícil para tí.
La puerta se abrió en aquel momento y entró Pedro en la sala de reuniones.
—¿Interrumpo? —preguntó.
Paula le miró fijamente. Sabía que había ocurrido algo malo, podía sentirlo.
—No —contestó Miguel—. ¿Qué ha pasado?
—Ya se ha hecho oficial. El periodista va a presentar cargos contra mí.
Paula se levantó indignada.
—Pero eso es absurdo. ¿Cómo es posible que a un hombre que hizo lo que hizo ese periodista con tu hermana no le pase nada y tú, que, al fin y al cabo, lo único que has hecho es defenderla, seas el malo de la película?
—Te agradezco tu apoyo —dijo Pedro—, pero le di un puñetazo. No es algo de lo que me guste presumir.
Miguel alzó una mano.
—No te preocupes. Y tampoco tú. Esto no tiene que ver con lo que le pasó a Pedro, sino con la campaña. Es una maniobra de distracción, pero conseguiremos salir de este lío.
Paula podía no ser una experta en política, pero no estaba segura de que aquellos cargos tuvieran nada que ver con la campaña. Y tampoco estaba segura de que a Pedro le hiciera mucha gracia que algo que podría acabar con su carrera profesional fuera considerado una maniobra de distracción.
—Ya me encargaré yo de arreglarlo —dijo Pedro.
—Tenemos que hablar —dijo Miguel—. Afortunadamente, tenemos acceso a los mejores asesores legales —miró el reloj—. Ahora mismo tengo otra reunión —le sonrió a Paula—. Así es mi vida, siempre de reunión en reunión. Gracias por haber venido. Me alegro de que hayamos podido pasar algún tiempo juntos.
—Sí, claro —contestó Paula, pensando que pasar cuarenta segundos a solas con su padre no era seguramente la mejor manera de afianzar su relación.

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