domingo, 20 de septiembre de 2015

tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 61

—Lo superaré —dijo Sofía, haciéndose la ofendida— , a la larga.
—No dejes que te coma la moral —le advirtió Gloria a Clara—. Cuando no se sale con la suya, puede ser una auténtica bruja.
Se hizo un silencio absoluto en la habitación. Malena y Clara intercambiaron miradas, como si no estuvieran seguras de cómo interpretar aquel comentario. Sofía se quedó mirando fijamente a Gloria, probablemente pensando en una posible respuesta.
Paula  no estaba segura de si su abuela estaba intentando mostrarse divertida o de si aquél era uno de sus habituales ataques de sarcasmo. Al fin y al cabo, ninguna transformación era nunca completa.
Decidida a mantener el buen humor de la velada por el bien de Clara, miró a Gloria y dijo:
—Tiene de quién aprender.
Gloria bebió un sorbo de champán.
—Desde luego.
Sofía soltó entonces una carcajada y alzó su copa en dirección a la anciana.
—He aprendido de una auténtica maestra.
—Yo creo que lo has aprendido completamente sola, pero estoy dispuesta a atribuirme el mérito —Gloria se volvió entonces hacia Clara—. Tengo algunas ideas sobre la boda. No quiero presionarte, así que, por favor, si te molesta, puedes decirme que cierre el pico —frunció el ceño—. La gente joven ya no utiliza esa expresión, ¿verdad?
—No, en realidad no —dijo Malena alegremente—, pero no te preocupes. Yo tampoco estoy ya muy al tanto de lo que dicen los jóvenes.
—Lo mismo digo —añadió Clara—. A no ser que tenga en cuenta las expresiones de Luz, aunque la pobre sólo tiene cinco años. Bueno, Gloria, ¿qué ideas tienes para la boda?
Parecía un poco nerviosa mientras hacía la pregunta.
—¿Estás recibiendo demasiados consejos? —le preguntó Paula.
—Sobre todo de mi madre —respondió Clara—. Es como si quisiera recuperar de pronto todo el tiempo perdido. La quiero con locura y sé que sólo está intentando ayudar, pero a veces me desespera.
—Espero que lo que voy a decirte no tenga el mismo efecto —respondió Gloria mientras se apoyaba en el bastón para levantarse—. Ni siquiera sé por qué lo he conservado, pero el caso es que todavía lo tengo y, si lo quieres, es todo tuyo. Eres un poco más alta que yo, pero yo me lo puse con unos tacones imposibles. Ven conmigo.
Siguieron a Gloria al cuarto de estar. Habían apartado todos los muebles y en medio de la habitación había colocado un maniquí de sastre con un vestido de novia de color marfil.
Era un vestido de seda y encaje, con manga larga y escote de corazón. Las líneas eran exquisitas, el encaje increíble. Paula no sabía mucho de diseño, pero era capaz de reconocer un vestido extraordinario cuando lo veía.
—Es francés —les explicó Gloria—. Un modelo de alta costura. Si quieres, puedes ponértelo el día de tu boda.
Clara había palidecido.
—No puedes estar hablando en serio. Es demasiado bonito para mí.
—Me comporté de una manera horrible contigo, Clara. Admito que siempre he sido una mujer brusca y difícil, pero lo de amenazaros a tí y a tu hija fue algo imperdonable. Tú has sido siempre muy amable conmigo. Te has mostrado recelosa, pero has sido amable. Ésta es mi manera de pedirte disculpas.
Clara negó con la cabeza.
—No tienes por qué hacerlo.
—Lo sé, pero quiero hacerlo.
—Ese vestido debería ser para Paula.
Paula retrocedió un paso.
—Yo estoy de acuerdo en que lo lleves tú.
El vestido era precioso, pero no era en absoluto de su estilo. Además, a Paula le gustaba que Gloria hubiera tenido aquel gesto. Realmente, se había portado fatal con Clara.
—Paula ya sabe que la quiero —dijo Gloria.
—Claro que sí —contestó Paula, pensando que, un año atrás, ni siquiera habría sido capaz de imaginar que aquella anciana pudiera tenerle alguna simpatía.
—Pero tú estás muy delgada —musitó Clara—. Yo no he estado nunca tan delgada.
—En aquella época no lo estaba. Si no te gusta el vestido, sólo tienes que decírmelo. Lo comprenderé. Pero si te gusta, pruébatelo. Podemos mandarlo a arreglar para que te valga.
Clara emitió un sonido estrangulado y corrió hacia Gloria. Las dos mujeres se abrazaron.
Sofía se acercó entonces a Paula, se abrazó a ella e invitó a Malena a sumarse a su abrazo.
—Gloria —musitó Malena—, me estás desgarrando el corazón. Lo odio.
—A mí también —dijo Paula feliz, y suspiró—. A mí también.

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