miércoles, 16 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 48

—Iré contigo.
No había nada que a Paula le apeteciera más que poder apoyarse en Pedro, pero antes de mostrar su acuerdo, recordó quién era, quién era su familia y lo interesada que estaba la prensa en él.
—No puedes —le advirtió—. ¿Y si te descubre la prensa?
Pedro hizo una mueca con la que parecía estar diciéndole que le importaba un bledo lo que pudiera decir la prensa, pero la verdad era que los dos tenían que tenerla en cuenta.
—Llámame —le pidió—. Cuéntame exactamente lo que ha pasado.
—Lo haré.
Cinco minutos después, estaba vestida. Pedro la llevó hasta el coche, enmarcó su rostro entre las manos y la besó.
—Si me necesitas, allí estaré.
Paula le creyó a pies juntillas.
—Mis hermanos también estarán en el hospital, no estaré sola. En cuanto tenga alguna noticia, te llamaré.
Pedro retrocedió, Paula se metió en el coche y puso el motor en marcha.
Mientras se alejaba por el camino de la casa, iba preocupada por Gloria, pero, al mismo tiempo, feliz por la noche que había pasado con Pedro. Eran sentimientos encontrados que parecían estar luchando por dominarla. Al final, la preocupación por su abuela ganó.
Estaba tan concentrada pensando en lo que podía pasarle a su abuela que no prestó ninguna atención al extraño movimiento que se produjo al final del camino. Era ya demasiado tarde cuando se volvió y vio tanto a los coches como a las personas que había a su alrededor, todas ellas con cámaras fotográficas.
Se separaron para que pudiera pasar, pero aun así, tuvo que aminorar la velocidad de tal manera que pudieron fotografiarla y hacerle todo tipo de preguntas sobre el hecho de que hubiera pasado la noche con el hijo del senador.
Cuando Paula llegó al hospital, estaban ya allí sus hermanos, Sofía, Clara y Malena. Malena estaba sentada junto a una sollozante Cristina, que se levantó en cuanto Paula entró en la sala de espera.
—Lo siento mucho —dijo con la voz atragantada por el llanto—. Oh, Paula, se ha desmayado de pronto. Estaba tan bien. Hace un par de días estuvimos hablando de cuándo terminaría mi contrato. Desde que estabas allí, se sentía más segura por las noches. Organizaba sus comidas, las horas de fisioterapia, se administraba las medicinas. Estaba perfectamente.
Paula sabía que Cristina estaba intentando ayudar y, quizá también, sentirse ella mejor, pero para Paula, aquella conversación iba acompañada de un billete sin retorno a la tierra de la culpabilidad
Se había mudado a casa de Gloria y, seguramente, ella esperaba que pasara allí la noche. Sin embargo, la noche anterior no había vuelto a casa la había pasado con Pedro. Y si quería ser sincera consigo misma, tenía que reconocer que desde que había llegado a la casa del hijo del senador, no había pensado ni una sola vez en su abuela.
Por supuesto, le había informado a Gloria de sus planes y ella le había dicho que disfrutara en tono de broma, pero ninguna de ellas esperaba que se quedara a pasar la noche con Pedro.
Paula miró el reloj. Apenas eran las dos de la madrugada, pero era suficientemente tarde como para hacerle sentirse culpable.
—La culpa no ha sido tuya —le dijo a Cristina—, la culpa ha sido mía.
Malena negó con la cabeza.
—Ahora no vamos a discutir sobre eso. Ni tú ni yo podríamos habernos esperado una cosa así. Ni siquiera su médico había imaginado que pudiera pasar algo parecido. En cualquier caso, a lo mejor estaría bien que nos contaras qué es lo que ha pasado exactamente, para que así podamos saber hasta qué punto tenemos que preocuparnos.
Cristina se secó las lágrimas.
—Estás siendo muy lógica.
—Me parece que en este momento es lo que tenemos que hacer —replicó Malena.
—Pero no hace falta que me lo digas así.
Las dos mujeres se abrazaron.
Paula se alegró de que la discusión hubiera terminado, pero se sentía fatal. Se acercó a Matías y dejó que su hermano la abrazara.
—Debería haber estado en casa —musitó.
—¿Quieres contarme dónde estabas? —le preguntó Matías.
—En realidad no. Lo único que importa es que me estaba divirtiendo.

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