viernes, 11 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 35

Paula  comprendía lo que le estaba diciendo, pero no le gustaba que le hablaran en ese tono.
—No soy una niña caprichosa —replicó—. No necesito que me recuerden cuáles son mis responsabilidades. Respeto a Carmen  y siento que todo esto sea un inconveniente para ella. Pero te estás olvidando de algo muy importante. Yo no he pedido nada de esto y tampoco he sido yo la que ha filtrado esa información a la prensa.
—Paula…
—Todavía no he terminado —le interrumpió—. Te presentas aquí para decirme que tengo que participar en un acto benéfico y hablar delante de sólo Dios sabe cuánta gente. Después, como no salto de alegría ante tu sugerencia, me tratas como si fuera una adolescente que le ha quitado el coche a su padre sin permiso. No soy la mala de la película, Pedro. Dame un poco de tiempo para ir asimilando todo esto, ¿de acuerdo?
Se preparó para la virulencia de su respuesta y se quedó estupefacta al ver que Pedro se limitaba a reclinarse en la silla y a decir:
—Tienes razón, lo siento.
Paula parpadeó varias veces.
—¿Perdón?
—Lo siento. Te lo he dicho todo sin darte tiempo a pensar en ello. Debería haber dejado que fueras acostumbrándote a la idea.
Vaya, aquello era algo completamente inesperado. Y muy humano por parte de Pedro.
—Sí, deberías haberme dado tiempo. Probablemente termine diciendo que sí, pero necesito tiempo para hacerme a la idea y espacio para gritar de rabia por todo esto.
—Me parece justo.
La tensión parecía haberse disipado. Paula le miró en silencio.
—Carmen tiene suerte de tenerte de su lado. Eres muy leal.
—Le debo todo.
—Ésa es una frase muy radical.
—Pero es verdad.
Pedro se interrumpió. No estaba muy seguro de qué debería decir a continuación. Intrigada, Paula se inclinó hacia delante.
—¿Por qué a Carmen?—le preguntó—. ¿Por qué no a Miguel?
—Porque fue ella la que me salvó —tomó aire—. Yo crecí en las calles de Seattle. Mi madre era drogadicta y sólo Dios sabe cuántas cosas más. Recurría a cualquier cosa para conseguir comida y droga. Me recuerdo siempre en la calle, pasando frío, mojado y asustado. Vivíamos en edificios abandonados en invierno y en la calle en verano. Cuando ella tenía que dedicarse a sus negocios… —esbozó una mueca—. Todavía recuerdo cómo lo decía, «mamá tiene que dedicarse a sus cosas», yo tenía que esconderme. Ésa era la norma. Tenía que estar quieto y callado.
Paula deseó ser capaz de reprimir lo que sentía. No quería demostrar hasta qué punto estaba horrorizada. ¿Pedro había empezado su vida en las calles? ¿Cómo era posible?
—Uno de esos tipos se puso furioso en una ocasión, no sé por qué. Comenzó a pegarle. Yo salí de mi escondite para intentar protegerla y él me dio tal golpe que me desmayé. Cuando recuperé la conciencia, descubrí que le había pegado hasta la muerte. No sé si pretendía matarla o fue un accidente, pero el caso es que la mató.
Tenía la mirada fija en sus ojos, pero parecía estar en otra parte, como si hubiera regresado de pronto a aquel pasado que Paula ni siquiera era capaz de imaginar.
—Me quedé junto a ella hasta que llegó la policía. No sé cuánto tiempo pasó. ¿Un día? ¿Dos? No consiguieron encontrar a ningún familiar. Yo no sabía de dónde era mi madre, así que inmediatamente me llevaron a un centro de acogida —la miró—. Nunca había vivido en una casa, ni sabía lo que era tener acceso a un verdadero cuarto de baño. No sabía leer ni ducharme solo. Era como un animal al que de pronto encerraban en una jaula. Las cosas no me fueron demasiado bien.
—Pedro—susurró Paula sin saber qué decir.
Tenía frente a ella un hombre sofisticado, educado, encantador y divertido. ¿Cómo era posible que hubiera sido un niño abandonado?
—Estuve dando tumbos de un hogar de acogida a otro durante dos años y medio y terminé en un centro para niños. Un día, llegó una mujer guapísima y me leyó un cuento. Había algo en su aspecto que me hacía sentirme seguro. No sabré nunca por qué, pero ella se empeñó en convertirse en mi madre de acogida ese mismo día. Una semana después, me fui a vivir con ella y con Miguel.
—¿Era Carmen?
Pedro asintió.
—Pasaba todo el tiempo posible conmigo. Me enseñó a leer y a vivir en una casa. Me dejó dormir en el suelo hasta que estuve preparado para hacerlo en una cama. Una noche, llegó cuando yo estaba soñando con mi madre y estuvo abrazándome mientras yo lloraba y gritaba asustado, esperando que viniera ese tipo terrible a matarme.
A Paula se le revolvió el estómago. Ningún niño debería pasar por una experiencia como aquélla. Jamás. El corazón se le desgarraba al pensar en todo lo que había sufrido Pedro.
—Me encontró en marzo. En septiembre me matriculé en el colegio. Iba muy retrasado en todo, pero Carmen me ayudó a ponerme al día. Al año siguiente, la adopción fue definitiva. Carmen se convirtió en mi madre, en mi familia. He salido adelante gracias a ella. Estoy aquí por ella.
Paula tragó saliva.
—No sé qué decir.
—Todo eso forma parte del pasado. Ya está todo superado. No habría podido salvar a mi madre. Era sólo un niño. Pero ahora estoy en condiciones de proteger a mi familia y pienso hacerlo. Tenga que luchar contra quien sea.
Y Paula le creía.
—Carmen es una mujer maravillosa, de eso ya me he dado cuenta. No sé qué decirte sobre tu pasado, excepto que has salido increíblemente bien. La verdad es que tanto tú como tu madre sois asombrosos. Ya te he dicho antes que iré a ese acto benéfico y pienso hacerlo.
—No estoy intentando impresionarte. Sólo quiero explicarte la posición en la que me encuentro, por qué para mí es tan importante mi familia. Es muy poca la gente que está al tanto de mi pasado.
Lo decía como si no estuviera seguro de por qué se lo había contado a ella.
—No le diré nada a nadie —musitó.
A lo mejor a ella se lo había contado para impresionarla. O quizá solamente para explicarle su lealtad a Carmen. A lo mejor no pretendía impresionarla en absoluto.
Pero ya era demasiado tarde. Porque lo había conseguido. Jamás como entonces había estado tan intrigada por aquel hombre que había comenzado sin nada y había llegado hasta tan lejos. Aquel proceso hablaba de una fortaleza de carácter que no podía menos que admirar.
Otra razón para añadir a la lista de motivos por los que enamorarse de Pedro Alfonso. Y como siguiera añadiendo más, iba a correr el serio peligro de perder el corazón.

4 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! muy Christian Grey el pasado de Pedro! Me encanta como quiere cuidar a su familia!

    ResponderEliminar
  2. ES PEC TA CU LA RESSSSSSSSS LOS 5 CAPS. Qué dura la infancia de Pedro. Qué macana se va a armar cuando se enamoren jajaja

    ResponderEliminar