martes, 22 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 70

Pedro esperó a que todo el mundo hubiera salido de la reunión. Quería hablar con su padre. Miguel descolgó el teléfono de su despacho y miró a su hijo.
—¿Querías algo más?
—Quería hablar contigo de cómo conseguiste que me retiraran los cargos.
Miguel sacudió la cabeza.
—No tienes por qué darme las gracias. Estuve encantado de hacerlo —miró el reloj—. Lo siento, pero ahora tengo que hacer una llamada.
Pedro ignoró aquellas palabras.
—No estoy aquí para darte las gracias. Estoy aquí para preguntarte qué demonios crees que estás haciendo. No entiendo cómo eres capaz de inmiscuirte de esa manera en mi vida. Ni siquiera tuviste la cortesía de consultarme antes de intervenir. Tú te ocupaste de arreglarlo todo porque era lo que pensabas que tenías que hacer.
Miguel se enderezó en la silla.
—Podrías mostrar un poco de gratitud. Si te hubieran conservado los cargos, habrías tenido que dejar la campaña y en tu firma de abogados no habrían querido que volvieras a trabajar con ellos. No sé que habrías hecho. Y en el caso de que hubieras salido condenado, es probable que no hubieras podido ejercer como abogado durante el resto de tu vida. Te he salvado, Pedro, no lo olvides.
—Yo quería hacer las cosas a mi manera.
—¿Ah, sí? ¿Y se puede saber cuál es tu manera?
—Dejar que el sistema funcione como debe.
—¿El sistema? El único sistema que importa es el que nosotros podemos controlar. Te estás comportando como un niño. ¿De verdad quieres ir a la cárcel?
—Si es necesario, sí —contestó Pedro.
Estaba decidido a no perder la calma. Conocía suficientemente bien el estilo de Miguel como para reconocer la técnica que estaba utilizando. Miguel conseguía que sus oponentes terminaran sintiéndose tan estúpidos que decidían retirarse antes de concluir la discusión. Pero Pedro no iba a permitir que le distrajera.
—Yo quiero hacer las cosas como es debido.
Miguel se levantó y rodeó su escritorio.
—Para tí, hacer las cosas como es debido es estar a la altura de tu potencial. Tienes una carrera brillante, no sé por qué vas a dejar que un periodista sin escrúpulos te la destroce. ¿Que hice unas cuantas llamadas? Por supuesto. Y puedes estar seguro de que volvería a hacerlas otra vez. Tú le das mucha importancia a la lealtad dentro de la familia, estás decidido a proteger a todos aquéllos que te importan, ¿verdad? Pues bien, yo también, así que eso fue lo que hice: protegerte.
Pedro se levantó.
—Te involucraste en una cuestión legal que no era asunto suyo. Utilizaste tu posición para influir en el fiscal del distrito. ¿Eso no te molesta? Porque te aseguro que a mí me ha molestado, y mucho.
Miguel se apoyó contra el escritorio.
—Había olvidado lo idealista que eres. Mira a tu alrededor. Esto no es una discusión intelectual en una clase de la universidad. Estamos en el mundo real. ¿Tú sabes por qué estás participando ahora mismo en mi campaña? ¿Por qué estás trabajando ahora conmigo? Porque tu firma de abogados quiere que estés aquí. Te dejaron marchar porque esperan que gane las elecciones y, de esa manera, tendrán más adelante un hilo directo con la Casa Blanca. Lo sabes tú y lo sé yo. En esta vida, todo es política, hijo mío. Es una realidad que tienes que aceptar.
—Pero en alguna parte tendrá que dejar de funcionar la política.
—¿Por qué? —preguntó Miguel, y parecía sinceramente confundido—. ¿Por qué tiene que parar en alguna parte?
Pedro  lo comprendió entonces. Hasta ese momento, no había visto nunca a su padre como realmente era. Su padre no era un hombre malo o sediento de poder. Simplemente, veía el mundo de la manera que le hacía la vida más fácil.
Pensó en Carmen, que vivía su vida cumpliendo con su obligación no sólo porque era eso lo que se esperaba que hiciera, sino porque era lo que la definía. Pero aun así, quería a Miguel con cada fibra de su ser. ¿Cómo podría su madre conciliar aquellas dos facetas tan diferentes de su vida?
Si estuviera allí en ese momento, estaba seguro de que Carmen le diría que querer a alguien implicaba aceptarlo tal y como era, con sus virtudes y sus defectos. Pedro podía querer mucho a su padre, pero aceptar sus defectos le iba a resultar mucho más difícil.
Tenía dos opciones, aceptar lo que había pasado o abandonar. Sus entrañas le decían que lo dejara todo. Que él no era un hombre preparado para formar parte de aquel mundo. Pero su corazón continuaba recordando el momento en el que lloraba junto al cadáver de su madre porque no había sido capaz de salvarla. Su corazón le recordaba la promesa de guardar lealtad, aunque no supiera a quién. Siendo muy niño, Pedro se había prometido que, si alguna vez volvía a tener una familia, permanecería siempre a su lado, protegiéndola, que jamás la abandonaría. Y su corazón recordaba a Carmen enseñándole que el deber lo era todo.
No tenía opción. Se quedaría junto a su padre porque era lo que tenía que hacer.
Paula ni siquiera sabía en qué canales emitían programas relacionados con la política los domingos por la mañana, pero estuvo recorriendo diferentes canales hasta que vio en uno de ellos a varios hombres y mujeres vestidos de oscuro y con aspecto serio. Se sirvió una taza de café y se preparó entonces para ser informada sobre el escenario político del país.
En realidad, nunca había tenido un interés especial por la política, pero tampoco había tenido nunca un padre que aspirara a ser presidente de la nación, así que, mejor tarde que nunca. Y, por lo menos, ella siempre había votado.

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