miércoles, 16 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 49

Sofía se acercó a ella y le dió una palmadita en el brazo.
—Déjalo ya. Tú no eres la culpable de lo que ha pasado y sentirte mal no va a servirte de nada. Lo que tenemos que hacer es esperar a oír lo que diga el médico.
Paula la miró con el ceño fruncido.
—Hablas igual que Malena.
—¿De verdad? —Sofía pareció muy complacida— . Porque me gusta mucho. Es una mujer muy sensata.
—¿Estás insinuando que yo no lo soy? —gruñó Clara mientras se acercaba a ellas—. Porque yo soy una mujer muy dura.
—Prácticamente de titanio —se mostró de acuerdo Agustín  mientras le pasaba el brazo por los hombros a su prometida.
—Por lo menos podemos ponernos histéricas juntas —dijo Paula, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarse.
Las ganas de llorar eran muy fuertes, pero estaba decidida a controlarlas. Quería mantener el control para estar preparada en el caso de que hubiera que hacer algo.
—Míralo por el lado bueno —dijo Federico—. La última vez que Gloria se desmayó, a nadie pareció importarle. Ahora estamos todos juntos, preocupados por ella. Eso tiene que ser bueno.
Paula asintió lentamente. Entendía el razonamiento de su hermano, pero, de alguna manera, todo era mucho más fácil cuando no se sentía tan unida a su abuela. Cuando no tenía tanto que perder.

Pedro llegó a casa de sus padres a las seis de la mañana. Paula había llamado para decirle que todavía no se sabía nada de Gloria y, justo después de que hubiera colgado, el teléfono había vuelto a sonar. A esas horas, lo último que esperaba era una llamada de su padre.
—Tengo los periódicos de la mañana —le dijo Miguel a modo de saludo—. ¿A qué hora podrías estar aquí?
Pedro  se sentó en la mesa de la cocina, enfrente de sus padres. Odiaba sentirse como si tuviera dieciséis años y acabaran de descubrirle haciendo alguna estupidez. La necesidad de comenzar a moverse nervioso y dar una explicación para justificarse eran abrumadoras, pero consiguió controlarse. Más difícil le resultó dejar de lado la sensación de que les había desilusionado.
Se recordó a sí mismo que era un abogado de éxito, que tenía ya treinta años y no tenía por qué dar explicaciones a nadie. Pero ni él mismo era capaz de creérselo.
Quería defenderse, pero ¿contra qué? De modo que se limitó a aceptar la taza de café que su madre le dio y esperó a que hiciera alguno de ellos el primer movimiento.
Ninguno parecía tener prisa por hablar. Había algo extraño en la mirada de Carmen, como una acusación velada, como si le estuviera preguntando por qué, de entre todas las mujeres posibles, había tenido que ser Paula.
Aquello tenía que ser especialmente doloroso para ella. Paula era la representación viviente de su fracaso. Si llegaba a tener una relación con Paula, lo único que conseguiría Pedro sería hacer más profunda esa herida.
¿Si llegaba a tener una relación con ella? ¿Acaso no la había tenido ya?
—¿Es verdad? —preguntó Miguel—. Aparece una fotografía de Paula saliendo de tu casa a la una y media de la mañana. ¿De verdad es ella?
—Sí.
Miguel miró a Carmen y volvió a mirar después a Pedro.
—Tendremos que hacernos cargo de la situación. Convocaré una reunión a primera hora. Por favor, procura estar disponible —Miguel se levantó y se fue.
A Pedro no le gustaba la sensación de sentirse manejado de aquella manera, pero ¿qué se suponía que podía decir? Por supuesto, su vida personal era asunto suyo, pero si su padre pretendía optar a la presidencia del país y Paula era la hija biológica de Miguel, había muchos asuntos de los que ocuparse.
—Menos mal que soy uno de los miembros de la campaña —comentó cuando su padre se marchó.
Su madre bebió un sorbo de café y dejó la taza sobre la mesa.
—Está nervioso, pero no enfadado.
—Ya lo sé.
Miguel pocas veces lo estaba; pero su padre nunca se había sentido tan emocionalmente involucrado con su familia como su madre.
—Así que estás saliendo con ella —dijo Carmen en un tono extremadamente educado, como si le costara pronunciar esas palabras.
—Sí.
—¿Y crees que es algo serio? —tensó la boca ligeramente y las manos le temblaban.
—Mamá, siento que esté sucediendo todo esto, y mucho más que te esté afectando a tí.
—Pero no te arrepientes de tu relación con Paula.
No era una pregunta.
—No.
Pedro  recordó la conversación que había mantenido con Paula la noche anterior. Habían estado hablando de que sus ex parejas lamentaban que los hubieran descubierto, pero en ningún momento se habían arrepentido de lo que habían hecho.
Aquello era diferente, se dijo a sí mismo. Pero aun así, había alguien que salía herido de aquella relación.
—Todavía no me has contestado si es algo serio o no —presionó Carmen.
Pedro se encogió de hombros.
—Todavía no lo sé.
—Pero te estás acostando con ella.
Carmen era la mujer más sorprendente que Pedro había conocido en su vida. Tenía clase, determinación y una capacidad de amor que nadie podía igualar. Sería capaz de morir por ella, pero no iba a dejar que dirigiera su vida.
—No pienso hablar de Paula—contestó con voz queda—. Por lo menos en este contexto.
—Ya entiendo.
Dos palabras. Dos simples palabras pronunciadas en un tono que estuvo a punto de desgarrarle el corazón. Era como si con su negativa a hablar, le estuviera diciendo a su madre que lo que ella pensara no tenía ninguna importancia.
—Sé que Paula es una complicación —dijo, intentando ceder un poco.
—Para todos nosotros. Supongo que eres consciente de las dificultades que esta relación implica.
Pedro asintió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario