domingo, 13 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 40

Paula se sentía al mismo tiempo complacida y avergonzada.
—No tienes por qué hacer nada de esto. Podrías haberme pedido que no pusiera un pie en tu casa y, en cambio, me haces sentirme bienvenida.
—Eres la hija de Miguel, Paula. Eso significa mucho para mí.
—Eres una mujer increíble.
Carmen rió con pesar.
—Ojalá tuvieras razón. Pero me temo que soy como todo el mundo. Una mujer que intenta sobrevivir día tras día.
Pero Paula lo dudaba. Carmen era una mujer con clase. Y estaba convencida de que, ella en su lugar, no habría sido tan generosa y amable.
—¿Quién sabe? —dijo Carmen mientras metía el brócoli en la cazuela—. A lo mejor terminas disfrutando de este tipo de actos. Hay personas que se sienten muy cómodas en ellos. Como Silvina, la mujer de Pedro. ¿La conoces?
Paula se quedó helada.
—¿Su mujer? Yo creía que…
—Sí, están divorciados —admitió Carmen mientras echaba agua en la cazuela—. No sé qué les pasó. Sinceramente, Pedro nunca ha querido entrar en detalles. Silvina todavía está desolada. Yo le he pedido a mi hijo que reconsidere su decisión y creo que estoy consiguiendo convencerle, o al menos eso es lo que me digo a mí misma.
Paula no sabía qué decir. Cuando Silvina le había hablado como si fuera miembro de la familia Schulz, Paula había pensado que sólo lo decía por molestarla. Después de haber oído a Carmen, ya no estaba tan segura.
Pero Pedro la había besado, se recordó a sí misma. Y no parecía un hombre que jugara con ese tipo de cosas. ¿O sí?
Maldijo en silencio. No, otra vez no. Era imposible que estuvieran engañándola otra vez. ¿Pero cómo estar segura de que Pedro no era como tantos otros?
—El matrimonio puede llegar a ser muy difícil —musitó, consciente de que Carmen estaba esperando una respuesta.
—Estoy completamente de acuerdo. Yo le he hablado a Pedro de lo importante que es que se den un tiempo para asegurarse de la decisión que han tomado. En cualquier caso, todavía no he perdido la esperanza.
Sí, Silvina había dicho algo parecido. ¿Significaría eso algo? ¿Estaría viendo Paula problemas donde no los había o la verdad acababa de estallarle en pleno rostro? ¿Sería Pedro demasiado bueno para ser verdad?
Gloria apoyó los pies en la mesita del café y apuntó con el mando a distancia hacia la televisión.
—Es un material sin clasificar, pero teniendo en cuenta que es una entrevista a un político, no creo que tengamos que preocuparnos por la violencia o el sexo —dijo mientras presionaba el mando.
Comenzó la cinta.
Paula tomó un puñado de palomitas del cuenco que habían colocado entre ellas.
—Si aparece alguna mención a la vida sexual de mi padre, me levantaré inmediatamente. Ésa no es precisamente la imagen que me apetece que quede grabada en mi cerebro.
—No creo que la entrevista la haga desnudo. Aunque si es atractivo, a lo mejor salir en tanga le ayudaba a conseguir votos.
Paula no sabía si reír o llorar ante lo que acababa de decir su abuela.
—Gloria Chaves, no me puedo creer que hayas dicho una cosa así.
—¿Por qué no voy a ser capaz de apreciar a un hombre atractivo con tanga? No estoy muerta. Por lo menos todavía.
—Aun así, resulta casi repugnante.
—¿Así que se supone que además de con la cadera rota tengo que estar ciega?
—No, pero no tienes por qué hablar de hombres en tanga.
Gloria le guiñó un ojo.
—Yo sólo peco de corazón.
—Mucho mejor.
Paula comió un puñado de palomitas. Seis meses atrás, le habría parecido imposible disfrutar de la convivencia con su abuela. Seis semanas atrás, habría sido una situación forzada. Y, sin embargo, allí estaba en aquel momento, sintiéndose absolutamente cómoda con ella.
Era casi un milagro.
—Nuestro entrevistado de esta noche es el senador Miguel Schulz—comenzó a decir el presentador—. Un posible candidato a la presidencia, aunque la reciente aparición de una hija ilegítima podría representar un desafío para su campaña.
Paula agarró otro puñado de palomitas.
—Jamás me había considerado ilegítima. Suena tan Victoriano.
—En tu partida de nacimiento figura el nombre de tu padre —le dijo Gloria—, así que no tienes que preocuparte por eso.
—Entonces, ¿en realidad no importa? ¿Es sólo una cuestión de percepción?
—Naturalmente. Y eso ya deberías saberlo.
Paula pensó en ello y volvió a prestar atención a la pantalla.
Miguel dejó que el otro hombre hablara y después comenzó a explicar con admirable calma cómo un periodista había utilizado un cachorro para conseguir que una niña con síndrome de Down traicionara el secreto de la familia.
Era un buen orador y ofreció una vivida imagen de una niña incapaz de comprender la crueldad del mundo. Con sus palabras, consiguió que la actuación de Pedro apareciera como la intervención de un caballero andante acudiendo a defender a los débiles y el descubrimiento de la existencia de Paula como una especie de milagro.
—Es bueno —dijo Paula después de tragar un puñado de palomitas—, más que bueno.
—Es un profesional, ¿qué esperabas?
Paula no estaba segura.
—No lo sé. Pero da una imagen tan perfecta que a veces no me parece humano.
—No le juzgues porque sea bueno en su trabajo —le advirtió Gloria.
—¿Por qué no podía ser un fontanero, o un matemático?
—Porque la vida no siempre es como queremos.
Paula alargó la mano hacia las palomitas.
—No soy capaz de comprender a Miguel. De hecho, no les comprendo a ninguno de ellos. Viven en un mundo que yo no entiendo.
—No te arrepientas de haberles conocido —le advirtió Gloria—. Es tu padre y has vivido durante demasiado tiempo sin conocerle. Tienes que darte una oportunidad. Poco a poco irá siendo todo mucho más fácil.
—Espero que tengas razón —contestó Paula—. A veces pienso que me gustaría desaparecer. Tengo la sensación de que, si continúo aquí, va a terminar desencadenándose un auténtico desastre. ¿Y si al final por mi culpa no le eligen presidente?

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