domingo, 6 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 16

—Todo lo que cuentas suena estupendamente —dijo Matías—. ¿Dónde está entonces el problema?
—No lo sé. Me siento como si estuviera viviendo la vida de otra persona. Nada de esto tiene que ver conmigo. Quería saber quién era mi padre, pero no me esperaba nada igual. ¿Por qué no podía ser un fontanero o un comercial? ¿Por qué tiene que ser un senador?
Federico la miró con atención.
—No tienes por qué escoger entre ellos y nosotros, eso tiene que quedarte claro. Eres parte de la familia y no vamos a permitir que dejes de serlo.
Paula sonrió.
—Lo sé, para bien o para mal, siempre seréis mis hermanos mayores.
—Tienes la gran suerte de poder contar con nosotros —le recordó Matías.
—Por supuesto que sí, y el hecho de que me lo recordéis una y otra vez me sirve de gran ayuda —miró a Agustín—. Pero me encantaría saber cuál es el lugar al que pertenezco.
—¿Y por qué no puede ser éste?
—Porque hay algo más. Tu historia y la mía han dejado de ser la misma.
Era consciente de que Agustín no estaba de acuerdo. De que ninguno de sus hermanos estaba de acuerdo. Y aunque apreciaba lo mucho que la querían, no estaba segura de que fueran capaces de comprender lo que era haber descubierto de pronto que no era una verdadera Chaves. Que su padre era alguien a quien nunca había conocido.
—No se te ocurra pensar siquiera en renunciar a nosotros —musitó Federico.
—Por supuesto que no —le prometió Paula—. Pero de pronto tengo una nueva vida: un padre al que no conocía, hermanos nuevos y un trabajo que me encanta en el Bella Roma. ¿Y ustedes qué tal están?
Agustín se aclaró la garganta.
—Yo me paso la vida contratando gente, haciéndome cargo de la empresa —miró a Paula—. Sé que esto era lo que querías hacer tú, pero también dijiste que habías cambiado de opinión
Era tan propio de Agustín preocuparse por ella, pensó Paula feliz, sintiéndose querida y apoyada por sus hermanos
—Yo nunca quise hacerme cargo de la compañía —le corrigió—. Lo que quería era dirigir un restaurante. Y ahora estoy más cerca de conseguirlo. Por supuesto, no es el Chave's ni tampoco el Waterfront, pero es un buen restaurante. Me alegro de que te hayas hecho cargo del negocio y la verdad es que también me sorprende un poco que Gloria haya estado tan dispuesta a dejarte a cargo de la corporación.
—Se está haciendo mayor y es consciente de que no puede manejarlo todo sola.
—¡No me estoy haciendo mayor! —exclamó con voz potente su abuela desde el marco de la puerta.
Paula miró a Gloria Chaves, tan perfectamente arreglada como siempre y ligeramente inclinada para apoyarse en el bastón que necesitaba para caminar.
—Si quisiera podría seguir llevando yo sola la empresa —continuó Gloria—. Sencillamente, he decidido no hacerlo.
Los hermanos de Paula se levantaron cuando Gloria entró en la habitación. Federico acompañó a su abuela hasta una butaca y todo el mundo se sentó.
Paula miro a aquella mujer que había jugado un papel tan importante en su infancia. Durante mucho tiempo, hacer las cosas bien para poder impresionarla lo había significado todo para ella. Las raras alabanzas que de ella obtenía eran especialmente importantes, precisamente por lo mucho que escaseaban. Pero desde que había llegado a la adolescencia, Paula no había vuelto a recibir un solo elogio por parte de su abuela.
Siempre había sido una mujer difícil y cruel, pero aun así, Paula continuaba echando de menos a Gloria. Seguramente, eso significaba que Paula necesitaba una buena terapia.
—En primer lugar, quiero daros las gracias por haber venido —dijo Gloria sonriéndoles.
Se inclinó después hacia delante y le tomó a Paula la mano.
—Sé que estás muy ocupada.
Aquella caricia le provocó a Paula una fuerte tensión en el pecho. Años atrás, un gesto de amabilidad como aquél habría significado un mundo para ella. Pero después de tantos años de rechazo, había hecho todo lo posible para que dejara de importarle lo que aquella anciana pensara de ella. En aquella última etapa de su vida, Gloria estaba intentando recuperar su relación con ella y Paula no estaba segura de qué hacer al respecto. ¿Debería volver a confiar en su abuela?
—Quiero hablarles de mi patrimonio —continuó diciendo Gloria.
—¿Por qué? —preguntó Agustín bruscamente—. ¿Qué es lo que no nos has dicho?
—Nada, no te emociones tanto, no me voy a morir todavía. Es, sencillamente, que quiero poner algunas cosas en orden. No voy a vivir eternamente.
Paula se preguntaba si los últimos problemas de salud que Gloria había sufrido le habrían hecho más consciente de que era mortal.
—Tengo un gran patrimonio —dijo Gloria—. Sólo mis acciones en la corporación de la familia ya valen varios millones. He hecho algunas inversiones, tengo esta casa y varias propiedades más, y he decidido dividirlas entre todos vosotros.
Paula quería salir corriendo de allí. No quería oír nada más. Se alegraba por sus hermanos, pero, puesto que en realidad ella no era nieta de Gloria, no tenía ningún motivo para…
—He dividido mi patrimonio en cuatro partes —añadió Gloria.
Ninguno de sus hermanos reaccionó, pero Paula  se sintió como si acabara de fulminarla un rayo. No podía oír, no podía hablar, y era incapaz de comprender lo que estaba pasando allí.
—¿Por qué? —preguntó sin pensar—. Yo no soy una Chaves.
Gloria se volvió hacia ella.
—Por supuesto que eres una Chaves. Siento haberte dicho lo que te dije. Siento haber sido tan cruel contigo. No tengo excusa, de verdad. Me gustaría haberme comportado de forma diferente. No puedo cambiar el pasado, pero puedo intentar asegurarme de que a partir de ahora sepas que de verdad me importas. Mi patrimonio se dividirá en cuatro partes iguales. Federico y Malena se quedarán con esta casa dentro de unos años, en cuanto hayan abandonado su ridícula casa flotante y estén preparados para formar una familia. Agustín  ya se está haciendo cargo del negocio, así que recibirá más acciones. Paula se quedará con mis joyas, y con su correspondiente parte de la empresa. Matías, tú recibirás todas mis acciones del Daily Grind. Y, por cierto, quiero que sepas que soy la mayor accionista.
Matías la miró con el ceño fruncido.
—Conozco a los principales accionistas de la cafetería, y tú no eres una de ellas.
—Me temo que no conoces el nombre de la empresa que me representa.
Matías soltó un juramento.
—Eres realmente buena.
—No, pero debería haberlo sido. No espero poder enmendar ahora todos mis errores, no he cambiado tanto. Pero quería que supierais con lo que podéis contar.
Federico se levantó y tiró de la mano de Gloria para que también ella se levantara. Entonces la abrazó. Paula también abandonó su asiento y alguien tiró de ella para que se uniera a aquel abrazo. Muy pronto, todos estuvieron abrazados.
Minutos después, se puso fin a la reunión. Sus hermanos se marcharon, pero Paula decidió quedarse un rato más. Gloria volvió a sentarse.

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