martes, 22 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 73

¿Había perdido el corazón? ¿Era eso posible? ¿Se había enamorado de Pedro?
Continuó sin moverse, esperando una respuesta a su pregunta, y no tardó en darse cuenta de que hacía tiempo que conocía la verdad. Claro que estaba enamorada de Pedro; si no hubiera sido así, le habría resultado mucho más fácil separarse de él.
—Al parecer, nunca voy a dejar de sorprenderme —musitó para sí, y continuó avanzando hasta la puerta.
Lo único que ella pretendía cuando había decidido buscar a su padre era sentir que pertenecía a algún lugar. Y lo único que había conseguido era complicarse extraordinariamente la vida.
Llamó a la puerta e intentó relajarse. Tenía que concentrarse en su reunión con Carmen. Ya se enfrentaría a su propio dolor cuando llegara a casa.
—¡Paula! —Carmen abrió la puerta y sonrió—. Pasa, pasa. ¿Estás nerviosa? Espero que no. Porque estoy segura de que lo vas a hacer genial y yo tendré que decirte «¿Ves? Lo sabía».
Paula entró en la casa e inmediatamente se sintió envuelta en el calor de la bienvenida. Carmen continuaba tan amable y cariñosa como siempre.
—Estoy intentando no pensar en el discurso —admitió mientras seguía a Carmen  a su estudio—. Cada vez que pienso en él, tengo la sensación de que voy a vomitar. Y creo que no quedaría bien.
—No, no suele quedar bien. ¿Quieres tomar algo? ¿Un café? ¿Un refresco? ¿Un vaso de agua?
—Tomaré un vaso de agua.
Carmen  se acercó a una antigua cómoda que, una vez abierta, resultó contener un pequeño refrigerador.
—Es uno de mis caprichos —admitió Carmen mientras sacaba un par de botellas de agua—. Cuando estoy trabajando en algo, no soporto interrumpirme. Soy una mujer increíblemente mimada.
—Eres genial —dijo Paula, e inmediatamente se sintió ridícula. Como si estuviera diciendo tonterías delante de una persona a la que admiraba, que era, precisamente, lo que estaba haciendo.
—Gracias —le dijo Carmen—. Eres muy amable —señaló la carpeta que había dejado encima de la mesita del café—. Aquí tienes el famoso discurso.
Paula ahogó un gemido. Agarró la carpeta y hojeó los folios que contenía. Eran sólo cinco y mecanografiados a doble espacio. En él se hablaba de una madre que había descubierto que tenía un cáncer terminal y había pedido que buscaran una familia que pudiera hacerse cargo de sus cuatro hijos.
Quizá fuera por la situación de los planetas, o quizá porque estaba a sólo tres días de que le bajara la regla, o a lo mejor por el doloroso trauma que estaba sufriendo, pero el caso fue que Paula se descubrió de pronto luchando contra las lágrimas.
Se hundió en el sofá mientras hacía un esfuerzo sobrehumano por no ponerse a llorar. Respirar hondo no la ayudó, y tampoco tragar saliva o intentar pensar en otra cosa.
Carmen se acercó a ella.
—¿Paula? ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. Sólo un poco estresada —parpadeó varias veces e intentó sonreír—. Lo siento, pero no te preocupes. Cuando dé el discurso no me pondré así. Estaré demasiado asustada.
Carmen le tendió una caja de pañuelos de papel.
—No te disculpes. Cada uno siente lo que siente. ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
Era una pregunta muy sencilla, pero la amabilidad con la que Carmen la formuló terminó de desbordar a Paula. Se le escapó una lágrima, y después otra. Paula hizo todo lo posible para recuperar la dignidad que acababa de abandonarla.
—Lo siento —repitió—. Pero últimamente he tenido que enfrentarme a muchas cosas nuevas. Por supuesto, tú puedes comprenderlo mejor que nadie. Mi repentina aparición sólo ha servido para empeorar tu vida. Lo sé. Pero te aseguro que no era ésa mi intención. Te admiro profundamente y siento muchísimo haber irrumpido de esta forma en tu vida.
Carmen se sentó a su lado.
—Tú no me has estropeado nada.
—Pero por mi culpa has tenido que asumir nuevos retos —Paula sorbió por la naríz—. No te mereces todos los problemas que te he causado.
—Tú no has hecho nada. Y al final todo se arreglará.
—Yo no quería hacerte ningún daño.
Carmen tensó los labios.
—Y no me lo has hecho.
Estaba mintiendo, pero Paula comprendía que lo hiciera. En aquellas circunstancias, Carmen no tenía ningún motivo para confiar en ella.
—Lo he destrozado todo sin intentarlo siquiera. Imagínate lo que hubiera podido hacer si me lo hubiera propuesto de verdad.
—¿A qué te refieres? —preguntó Carmen.
—A las encuestas. El otro día estuve viendo un programa en televisión y decían que por culpa de mi historia con Pedro las encuestas estaban bajando. Decían que la campaña de Schulz se daba casi por terminada.
Carmen le palmeó el brazo.
—No puedes creerte todo lo que oyes. La campaña va a seguir adelante, claro que sí. En el peor de los escenarios posibles, Miguel ganará con un tercio de los votos. Las encuestas bajan y suben. Esta semana has sido tú, la que viene las moverá otra cosa.

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