lunes, 7 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 21

Pedro condujo hasta la casa de sus padres y se dirigió directamente hacia el estudio. Se detuvo un momento en el vestíbulo, intentando deshacerse de la sensación de culpa. Se sentía como si tuviera diecisiete años y estuviera llegando tarde a casa. Sin embargo, ya no era ningún niño y, además, ni siquiera vivía en esa casa. En cualquier caso, continuaba sin comprender cómo se le había ocurrido besar a Paula. ¿En qué demonios estaba pensando?
En nada, se recordó a sí mismo. Y ése había sido precisamente el problema. Lo único que había hecho había sido reaccionar a Paula y a las circunstancias. Ese beso no significaba nada. ¿Cómo iba a significar nada? Lo único que era Paula para él era una complicación para su vida y la de su familia.
Pero la atracción sexual no había cesado. Todavía continuaba deseándola con una intensidad que le confundía.
Ignoró tanto el deseo como su recuerdo y llamó a la puerta del estudio de su madre.
—Pasa.
Pedro entró en aquella acogedora habitación y sonrió a su madre.
—Todavía estás levantada.
Carmen  se levantó y rodeó la mesa para darle un beso en la mejilla.
—Sí, ya te he dicho que no pensaba acostarme todavía —tomó a su hijo de la mano y le condujo hasta la ventana que había al lado de la ventana—. Tengo que hacer informes de todas las obras benéficas que hemos hecho durante este año. Me ocurre todos los años por estas fechas, pero nunca estoy preparada. Me gustaría ser una de esas mujeres tan organizadas que son capaces de planificarlo todo.
—Tienes ocho hijos. Haces más de lo que puedes.
Carmen  sonrió mientras se volvía hacia él en el sofá.
—Mar y tú ya están viviendo por su cuenta. Y tu hermano Ian es más independiente cada día.
Pedro sonrió.
—De modo que sólo tienes que preocuparte por los otros cinco. Sí, tienes razón, deberías hacer las cosas mejor.
Su madre se echó a reír.
—Ya sé lo que quieres decir. Si quiero, puedo poner excusas y la gente lo comprenderá. Sinceramente, me gustaría poder hacerlo todo, pero me conformaré con lo que pueda abarcar.
Pero Pedro sabía que cumpliría con todas sus obligaciones, porque para ella el deber era lo primero. Lo creía sinceramente y le habían educado en ese código.
Pedro recordaba la primera vez que había visto a Carmen Schulz. Recordaba sus ojos, lo azules, profundos y amables que le habían parecido. Eran unos ojos que parecían acariciarles mientras le hablaban. Recordaba su mano en su hombro. Ningún adulto le había tocado nunca, excepto para pegarle. Otros niños habían intentado pegarle también, pero él no les había dejado.
Carmen era buena y amable con él, y cuando le sonreía, Pedro pensaba que estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por ella con tal de que le adoptara.
Y Carmen  le había adoptado. Y le había querido de tal manera que le había hecho sentirse seguro por primera vez en su vida. Tenía un corazón enorme y sabía entregarlo. A veces, cuando la veía con su padre, Pedro se preguntaba si no sería demasiado generosa con él… con todos ellos.
Tomó en aquel momento la mano de su madre y se la estrechó con delicadeza.
—Mamá —comenzó a decir, pero su madre le interrumpió sacudiendo la cabeza.
—Ahórrate los discursos —le dijo con voz queda y mirándole a los ojos—. Ya lo sé. Paula es hija de Miguel.
—¿Cómo lo has adivinado?
Carmen se encogió de hombros.
—Lo supe desde el momento que la vi. Se parece mucho a Miguel, en su forma de erguir la cabeza, en la forma de su barbilla… Estoy seguro de que tu padre estará encantado.
—¿Y tú?
Su madre se inclinó hacia él.
—Ésa es la pregunta que quería hacerte yo a tí. ¿Cómo llevas todo esto?
—¿Lo de haber adivinado que tiene una hija biológica?
Carmen asintió y le dijo:
—No significa nada, ¿sabes? Eso no cambia en absoluto lo que tu padre siente por ustedes.
Eso era lo mismo que Pedro le había dicho a Ian. Ninguno de ellos lo había creído entonces y tampoco lo creía Pedro en aquel momento.
—Eso lo cambia todo —le dijo a su madre—. La dinámica de la familia ha dado un giro fundamental. Pero si lo que quieres saber es si me estoy preguntando cuál es mi lugar en el universo, la respuesta es no.
—La verdad es que me preocupa más el lugar que ocupas en esta familia y cómo crees que esto puede afectar a tu relación con tu padre.
Pedro no sabía qué responder. Miguel no era como Carmen. Quería a sus hijos, pero siempre se había mantenido a cierta distancia. ¿Haría lo mismo con Paula o no?
—Tú eres su esposa. ¿Estás de acuerdo con todo lo que está pasando?
Carmen se reclinó en el sofá y suspiró.
—Me temo que, piense lo que piense, no tengo elección.
—Papá no te engañó. Tú habías vuelto a tu casa cuando conoció a Alejandra Chaves.
Su madre asintió lentamente.
—Tienes razón, y me lo repito constantemente. Es sólo que… —le miró—. Antes de que tu padre volviera a Seattle, tuvimos una gran discusión y rompí con él. Él me dejó y vino aquí. Fue entonces cuando conoció a Alejandra.
Pedro  maldijo en silencio. ¿Por qué tenía que ser tan complicada la vida? Así que la aventura de su padre con Alejandra Chaves no era completamente ajena a su relación con Carmen, como Pedro había pensado en un principio

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