miércoles, 2 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 4

La situación era casi surrealista, pensó. Se había preguntado en muchas ocasiones cómo sería aquel primer encuentro con Miguel, pero en el momento en el que por fin estaba teniendo lugar, se sentía casi como una espectadora.
—Sí, supongo que puedes tener razón —dijo él.
—Eso significa que de verdad es mi padre biológico.
Antes de que Miguel hubiera tenido tiempo de contestar, la puerta del despacho se abrió y entró una mujer. Le dirigió a Paula una rápida mirada y después miró a Miguel.
—Senador, tiene una llamada del señor Wilson. Dice que usted sabe de lo que se trata y que es urgente.
El senador sacudió la cabeza.
—Su definición de urgente es diferente de la mía, Heidi. Dile que le llamaré más tarde.
Heidi, una mujer atractiva que debía de tener poco más de cuarenta años, asintió y salió del despacho.
Miguel se volvió de nuevo hacia Paula.
—Sí, creo que es muy posible que sea tu padre biológico —repitió.
La interrupción había despistado a Paula. Tardó un par de segundos en recrear la tormenta emocional que se había desatado dentro de ella. Pero el senador parecía estar tomándoselo todo con una calma extraordinaria.
—¿No ha sabido nunca nada de mí? —le preguntó.
—Tu madre nunca me dijo nada y jamás se me ocurrió pensar que hubiera podido quedarse embarazada.
¿Y si lo hubiera pensado?, se preguntó Paula. Pero antes de que hubiera podido formular la pregunta en voz alta, se abrió por segunda vez la puerta del despacho y entró Pedro.
—Por lo menos ya tengo algunos datos sobre ella —dijo. Cruzó el despacho, se plantó delante de Paula y bajó la mirada hacia ella—. No ha cometido ningún delito.
—¿Quieres decir que todavía no aparece el atraco al banco de la semana pasada?
—Para mí esta situación no tiene nada de divertido —le dijo Pedro.
Paula se levantó. A pesar de la altura de sus tacones, continuaba siendo unos quince centímetros más baja que él.
—¿Y crees que a mí me parece divertida? Me he pasado toda la vida pensando que soy una persona y de pronto descubro que a lo mejor soy otra diferente. ¿Tienes idea de lo que es cuestionarse de esa manera tu propia existencia? Siento que mi búsqueda haya podido interferir en tu agenda.
Estaba furiosa. Pedro lo veía en el fuego de sus ojos. Y también asustada. Intentaba disimular su miedo, pero era perfectamente visible, por lo memos para él. Siendo muy joven, había aprendido lo que era vivir constantemente aterrorizado y eso le había capacitado para reconocer el miedo en los demás.
¿Pero de verdad sería quien decía ser? El momento en el que había aparecido le hacía mostrarse más receloso de lo que habitualmente era; y Pedro era, por naturaleza y por educación, un hombre extraordinariamente prudente. La gente se veía obligada a ganarse a pulso su confianza y, si alguna vez alguien le fallaba, rompía definitivamente con él.
Estudió con atención a Paula Chaves, buscando algún posible parecido con el senador. Y sí, estaba allí, en su sonrisa y en la forma de su barbilla. ¿Pero cuántas personas que no tenían ninguna relación de sangre se parecían las unas a las otras? Paula podía haber averiguado que el senador había tenido una aventura con Alejandra Chaves y, a partir de ahí, haber decidido utilizar ese parecido a su favor.
—Bueno, habrá que hacer las pruebas de ADN —dijo con determinación.
—Por supuesto —contestó Paula, sosteniéndole la mirada—. Yo también quiero estar segura.
—Lo comprendo —dijo Miguel  mientras se levantaba— . Pero estoy seguro de que las pruebas confirmarán lo que ya sabemos. Y hasta que tengamos los resultados, Paula, me gustaría que fuéramos conociéndonos el uno al otro.
Paula esbozó una sonrisa esperanzada y aprensiva al mismo tiempo.
—Sí, a mí también. Podríamos salir a comer juntos o algo parecido.
—No conviene que los vean juntos en público.
Miguel  asintió.
—Sí, mi hijo tiene razón. Soy una figura pública. Si me vieran comiendo con una mujer joven y atractiva, la gente hablaría. Y estoy seguro de que ninguno de los dos queremos que pase nada parecido —pensó en qué otra posibilidad habría—. ¿Por qué no cenas en nuestra casa esta noche? Así conocerás al resto de la familia.
Paula se echó hacia atrás en el sofá.
—No creo que sea una buena idea —musitó—. Todavía no estoy preparada para una cosa así. Su mujer no sabe nada de mí y…
—Tonterías. Carmen es una mujer sorprendente. Estoy seguro de que lo comprenderá todo y te dará la bienvenida a la familia. Pedro y Mar ya no viven en casa, pero todavía hay seis pequeños Schulz a los que querrás conocer —frunció el ceño—. En realidad, no son familia sanguínea. Todos nuestros hijos son adoptados, como probablemente ya sabes.
—Estuve investigando a la familia, sí —admitió Paula.
Y seguramente había descubierto que tenía mucho dinero, pensó Pedro con cinismo.
—Podrían tener algunos encuentros aquí —propuso— , antes de llevar a Paula a casa.
Pero el senador ya había tomado una decisión y, cuando lo hacía, era difícil que diera marcha atrás.
—No, lo de la cena será mejor, Paula. De esa forma, podrías comprender cuanto antes el caos en el que estás a punto de meterte. Además, estoy seguro de que a Carmen le encantará conocerte —miró el reloj—. Tengo una reunión a la que no puedo llegar tarde. Pedro, dale a Paula la dirección de casa. ¿Quedamos a las seis?
Pedro asintió.
—¿Se lo vas a contar tú a mamá o debería contárselo yo?
Miguel consideró la pregunta.
—Se lo contaré yo. Procuraré llegar antes de lo normal —le sonrió a Miguel—. Te veré esta noche entonces.
—Eh…, sí, claro —contestó Paula con la voz ligeramente temblorosa.
Miguel salió del despacho.
Paula se aferró entonces a su bolso con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron.
—Voy a conocer a toda la familia… No me esperaba algo así.
No, seguramente pretendía engañar a Miguel sin necesidad de tener que enfrentarse al resto de sus hijos, pensó Pedro malhumorado.
Paula se volvió hacia él.
—¿No crees que todo esto podría molestar a tu madre? —cerró los ojos un instante y después los abrió—. Qué pregunta tan estúpida. Seguro que le molestará. Sé que no estaban juntos cuando tu padre estaba saliendo con mi madre, pero aun así… No creo que sea fácil de aceptar que tu pareja tiene un hijo del que hasta entonces tú no sabías nada.
—Un poco tarde para ese tipo de reflexiones, ¿no crees?
Paula inclinó la cabeza.
—No te gusto.
—Me temo que no te gustaría saber lo que pienso de tí.
Para sorpresa de Miguel, Paula esbozó una sonrisa.

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