domingo, 20 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 64

—Tiene usted una hija encantadora —le había dicho la desconocida—. Tiene un pelo idéntico al suyo.
—No es hija mía —había replicado Silvina al instante, casi en un tono defensivo—. Es la hermana adoptada de mi marido.
Tiempo después, Pedro se había preguntado por qué había tenido Silvina aquella necesidad de marcar las distancias con Luisa. ¿Tendría miedo de que alguien pensara que tenía alguna imperfección?
Había sido un detalle sin importancia, pero Pedro no había conseguido olvidarlo. Encontrarla haciendo el amor con otro hombre encima de la mesa podía haber sido la gota que había puesto fin a su matrimonio, pero no había sido la única razón por la que la había dejado.
Paula volvió con unos cuantos zapatos.
—¿Qué te parecen éstos? —le preguntó—. Pero antes de que digas nada, piensa que hay muchos más. Ésta es una decisión importante que no puedes tomar a la ligera —miró a Pedro—. Y no quiero protestas del sector masculino.
—Sí, señora.
—Estupendo. Luisa, vamos a necesitar ayuda. —Señaló a los dos hombres que estaban detrás del mostrador—. Este es Eric y éste es Cameron. Y ahora mismo, son tus esclavos.
Luisa se tapó la boca con la mano para disimular una risa y se escondió detrás de Pedro. Paula la agarró de la mano y tiró de ella para llevarla hasta unos asientos de cuero.
—Siéntate —le dijo Paula con firmeza—. Hoy eres tú la princesa, jovencita. Estamos aquí para hacerte feliz.
Luisa continuaba riendo. Eric le guiñó el ojo y Cameron le dijo que tenía un pelo precioso. Pedro se acercó entonces a Paula.
—¿Esto ha sido cosa tuya? —le preguntó, señalando a los dos dependientes.
—Les he dicho que tenía que ser algo excepcional. Coquetearán un poco con ella, pero no te preocupes. Quiero que tu hermana se sienta especial.
—Te estás tomando muchas molestias por una chica a la que apenas conoces.
Paula alzó la mirada hacia él.
—La conozco todo lo que necesito. No soy una santa, Pedro, no pienses cosas raras. En realidad, estoy haciendo esto de forma egoísta: lo hago porque me hace feliz.
—Sí, eso lo entiendo.
Y también entendía que Paula no consideraba que esa forma de actuar tuviera nada de extraordinario. Pero él sabía que sí. Sabía exactamente qué clase de persona se tomaría ese tipo de molestias y qué clase de persona jamás haría nada parecido.
Paula se sentó al lado de Luisa y se quitó los zapatos.
—Estoy pensando en algo llamativo —dijo cuando Eric, o quizá Cameron, le colocaron un par de zapatos de gamuza de color magenta a los pies.
—Yo también —dijo Luisa.
Inmediatamente, le pusieron delante un par idéntico.
Paula  se puso los tacones y se levantó. Luisa intentó hacer lo mismo, se tambaleó y volvió a sentarse. Paula suspiró.
—Ya veo que nos queda mucho trabajo por hacer.
Eric y Cameron agarraron a Luisa cada uno de una mano y la ayudaron a enderezarse. Cuando recuperó el equilibrio, Paula se colocó enfrente de ella.
—El truco está en mantener el peso ligeramente hacia delante. Si tú se lo permites, esos tacones pueden acabar contigo. Pero tampoco te inclines demasiado, porque corres el peligro de terminar de bruces en el suelo, y eso tampoco queda muy bien.
Luisa comenzó a reír a carcajadas mientras Paula le hacía una demostración de cómo debía caminar con los tacones, que completó con algunos movimientos exagerados de caderas y algunas vueltas. Luisa la siguió, ligeramente temblorosa al principio. Al dar una de las vueltas, estuvo a punto de caerse, pero uno de esos tipos la agarró a tiempo y consiguió enderezarse.
—¡Estoy andando! —gritó emocionada mientras caminaba por la zapatería—. ¡Mira, Pedro! ¡Estoy andando con tacones!
Su hermanita estaba creciendo, pensó Pedro mientras veía cómo iba ganando Luisa confianza con cada uno de sus pasos. Paula y ella volvieron a sentarse y se probaron otro par.
Dos horas después, habían tomado una decisión: tanto Luisa como Paula se compraron unos zapatos de gamuza violeta con unos tacones imposiblemente altos que, además, optaron por llevar puestos. Pedro iba tras ellas con las bolsas de la tienda.
Paula  le gustaba mucho, pensó Pedro. En caso contrario, no se habría acostado con ella. Pero aquel día, había conocido una faceta diferente de ella. Un aspecto de su personalidad que le había impresionado de manera especial. Paula era mucho más que un rostro bonito; tenía un corazón extraordinariamente generoso. Era inteligente, atractiva y se preocupaba por los demás. Todo ello la convertía en una mujer sorprendente. En una mujer que Pedro no pensaba dejar escapar.
—En realidad no deberíamos estar haciendo esto otra vez —dijo Paula mientras seguía a Pedro a la cocina. Ella llevaba la pizza que habían comprado de camino hacia allí y él las cervezas—. Nos pueden pillar.
—Ya nos han pillado.
—Ya lo sé —no iba a tentar al destino diciendo que las cosas podían ponerse peor todavía. Sabía que era perfectamente posible y no tenía ninguna gana de demostrarlo— . Por eso sería interesante que no volvieran a pillarnos por segunda vez.
Pedro dejó las cervezas sobre el mostrador de la cocina.
—¿Estás preocupada? ¿Preferirías marcharte?
—No, estoy bien —le encantaba estar con él y la perspectiva de tener un nuevo encuentro en su cama era lo suficientemente tentadora como para hacerle caminar sobre brasas de carbón—. Has sobrevivido a las compras. Supongo que estarás orgulloso.
—Ha sido divertido. Me ha gustado mucho salir contigo y con Luisa.
Paula estaba segura de que Pedro no le daba ninguna importancia a aquellas palabras, pero aun así, consiguieron conmoverla.
—Tu hermana es muy divertida. Espero que le gusten los zapatos que se ha comprado.
—¿Tienes alguna duda?
Paula sonrió al recordar lo emocionada que estaba Luisa.

3 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! Es lo más Pau con Luisa, que bueno q Pedro pueda ver esas diferencias!

    ResponderEliminar
  2. Ayyyyyyyyyyyy, cómo me gusta esta parte de la historia Me fascina cóm Pedro se da cuenta de lo buena que es Pau.

    ResponderEliminar
  3. ahhh me encantaron los capitulos espero el siguiente besos

    ResponderEliminar