domingo, 6 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 17

—Háblame de tu encuentro con tu padre.
Paula le hizo un breve resumen de lo que había pasado.
—Pensé que sería algo más intenso —admitió.
—A veces no somos conscientes de cuáles eran nuestras expectativas hasta que no nos vemos en situación —le dijo Gloria—. En cualquier caso, ese Pedro parece interesante.
Paula se echó a reír.
—¿Estás haciendo de casamentera? Porque si es así, yo que tú no me tomaría tantas molestias. Ya sabes que tengo una suerte pésima con los hombres. Además, no tengo nada que hacer con ese hombre. Entre otras cosas, porque somos hermanos.
—No tenéis ningún lazo de sangre. ¿Cómo es Carmen?
—Una mujer elegante, amable… —Paula suspiró al recordar la paciencia que tenía aquella mujer con todos sus hijos—. Esa familia parece salida de una película. Parece mentira que las cosas transcurran tan tranquilamente con tantos hijos. Ian va en silla de ruedas y dos de los chicos tienen síndrome de Down. Tatiana es sorda y sé que los demás también son niños con necesidades especiales, aunque no sé exactamente qué problema tienen.
—La verdad es que no soy capaz de entender cómo es posible que una mujer opte por arrastrar semejante carga —dijo Gloria—. ¿Quién puede necesitar tantos niños con problemas? Es ridículo. Esa mujer es una auténtica mártir. ¿Qué pretende? ¿Terminar en una estampita?
Aquella reacción era tan propia de Gloria que Paula no pudo evitar una sonrisa.
—Ya veo que no has cambiado del todo.
Gloria suspiró.
—Al parecer no, pero estoy trabajando en ello. He coincidido con Carmen en varias ocasiones. Es una mujer elegante y encantadora, razones por las cuales nunca hemos congeniado.
—Ha sido muy amable conmigo. Si yo hubiera estado en su lugar, no sé si habría sido capaz de reaccionar de la misma forma.
—Quizá no. En cualquier caso, cuídate. Esta situación es muy complicada —Gloria sacudió la cabeza—. Aunque ya sé que harás lo que te apetezca. Siempre has sido muy cabezota.
—Supongo que en eso he salido a ti —dijo Paula, y apretó entonces los labios—. Quiero decir que…
Gloria le agarró inmediatamente la mano.
—Déjalo, no tienes por qué retractarte. Claro que en eso has salido a mí. A lo mejor porque llevas toda la vida viendo lo cabezota que soy. Paula, sigo siendo tu abuela. Tenemos una historia en común. Me gustaría que me perdonaras por todo lo que te he hecho, ¿crees que podrás hacerlo?
Paula no estaba segura. ¿Perdonar a alguien significaba confiar en esa persona? Porque a ella le costaba creer que Gloria no iba a volver a hacerle ningún daño. Aun así, en aquellas circunstancias, le pareció más oportuno decir:
—Claro que sí.

Paula  estuvo revisando las recetas para la cena. No estaba mal para ser un miércoles, pensó mientras tomaba nota mentalmente. La pasta especial de Nick había sido un gran éxito y también había tenido una buena salida su selección de vino.
A Paula le había costado casi una semana convencer a Bernardo de que sugiriera diferentes vinos para cada comida. Él decía que los clientes podían encontrar ofensivo que les recomendara el vino con el que acompañar sus platos, que podían pensar que los consideraban demasiado estúpidos como para decidir por sí mismos.
Paula había replicado que a la gente le gustaba que le dieran ideas que le permitieran probar vinos que, de otra forma, quizá no tuvieran oportunidad de conocer.
Habían llegado al acuerdo de añadir un vino para la mitad de los platos de la carta y esperar a ver si se vendían. Después de su éxito, Paula tenía la sensación de que Bernardo estaría dispuesto a añadir algunos más.
Aquella pequeña victoria le causó un gran placer. Quería hacer bien su trabajo. Al fin y al cabo, era su primer trabajo al margen del imperio de Chaves, de modo que, para ella, era toda una prueba.
—Paula, uno de nuestros clientes quiere hablar contigo. No ha dicho por qué.
Paula le sonrió al camarero.
—Gracias, Jaime. ¿En qué mesa está?
—En la quince.
—Ahora mismo voy.
Una petición para ver al responsable del restaurante podía significar cualquier cosa: desde un elogio por lo excepcional del servicio hasta una perorata por lo mal que se había sentido tratado el cliente. Pero el Bella Roma era un restaurante que funcionaba a la perfección, de modo que Paula no estaba preocupada.

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