lunes, 21 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 66

Paula bajó la mirada hacia las medias que se había puesto aquel día. En condiciones normales, habría sido un par bastante más normal, pero previendo que la posibilidad de que Pedro y ella terminaran haciendo algo apasionado y salvaje, había optado por una lencería especialmente sexy.
Las bragas podrían haber pasado por un tanga e iban a juego con el sujetador de encaje.
—Me estás matando —musitó mientras la abrazaba y la agarraba por el trasero—. En serio, creo que estoy a punto de morir.
—No, no creo que vayas a morir, pero si lo prefieres, puedo dejarme los calcetines puestos.
Pedro  le acarició las curvas y descendió después hasta las medias. Cuando se enderezó, hundió la lengua entre sus senos, excitándola con aquel húmedo calor.
—Eres una fantasía que ni siquiera sabía que tenía —dijo antes de volver a besarla.
Paula se perdió en la pasión que comenzaba a arder entre ellos, pero aun así, no era capaz de olvidar aquellas palabras. ¿Ella era su fantasía? Jamás se había considerado a sí misma una mujer capaz de convertirse en la fantasía erótica de ningún hombre. Aun así, le gustaba tener derecho a soñar.
Pedro la empujó suavemente para que se apartara con el fin de poder verla mejor. Paula obedeció, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el dormitorio.
El dormitorio era tal como lo recordaba. Limpio, masculino, con muebles de gran tamaño y una chimenea tan grande que casi se podría vivir dentro de ella. Cuando pasaron por delante, Pedro presionó el mando a distancia para que se encendiera, dándole a la habitación una acogedora iluminación.
Paula se tumbó en la cama y la palmeó para que Pedro la imitara; éste sacó una caja de preservativos de la mesilla de noche, se tumbó al lado de Paula y comenzó a besarla.
Y fueron tan eróticos los movimientos de su lengua que Paula no se dio cuenta de que le estaba desabrochando el sujetador hasta que se lo quitó del todo. El aire frío acarició sus senos, haciéndole estremecerse. Pedro hundió la cabeza y tomó uno de los pezones con la boca. Succionó delicadamente y continuó acariciando el húmedo botón con la lengua hasta que Paula se sintió húmeda y henchida.
Se aferró a él, deseándole con tal desesperación que apenas podía respirar. Quería sentirle dentro de ella, quería sentir su erección entre sus piernas, llenándola, abrasándola. Quería entregarse a Pedro como no se había entregado nunca a ningún hombre. La necesidad de hacerlo era tan fuerte que la asustaba, pero no lo suficiente como para obligarle a interrumpir lo que estaba haciendo.
Paula alargó la mano hacia Pedro y le quitó el cinturón; inmediatamente después, le bajó los pantalones hasta las caderas.
Pedro terminó entonces de quitárselo. Los zapatos los había perdido en el trayecto al dormitorio de modo que sólo tuvo que deshacerse de los calcetines.
Su erección tensaba los bóxer. Paula alargó la mano hacia ella, pero antes de que hubiera podido acariciarla, Pedro la agarró por la muñeca y giró de manera que Paula quedara encima de él.
—La última vez dijiste que estabas dispuesta a atarme a la cama —le dijo con una sonrisa—. ¿Qué te parece si te dejo llevar las riendas?
—Me encantaría.
—Estupendo.
Paula estaba ya arrodillándose sobre él. Pero en el momento en el que debería haber retrocedido para permitirle hundirse dentro de ella, Pedro la urgió a avanzar lucia delante.
—Quiero que te deslices hacia delante —le dijo.
—¿Por qué?
—Ya lo verás.
Paula hizo lo que le pedía y fue deslizándose lentamente hacia delante. Pedro se movió hasta colocar los hombros entre las piernas de Paula. Después, deslizó las manos por sus muslos. Paula estaba a punto de protestar, de decir que se sentía demasiado expuesta en aquella postura cuando Pedro le dijo:
—Agárrate.
Paula se agarró a lo primero que encontró, el cabecero de la cama, y estuvo a punto de gritar cuando sintió la lengua de Pedro entre los muslos.
Pedro utilizó los dedos para abrirse camino entre sus pliegues, dejándole completamente expuesta a él. Después, comenzó a lamer y a succionar, pero permitiendo que fuera Paula la que marcara el ritmo con el movimiento de sus caderas.
Paula se aferró al cabecero de la cama buscando un punto de apoyo y comenzó a moverse alzándose cuando necesitaba menos presión y bajando cuando necesitaba más. A esas alturas, tenía sensibilizado cada centímetro de piel. El calor, el deseo y la presión aumentaban a una velocidad vertiginosa. Estaba a punto de llegar al orgasmo y, al mismo tiempo, desesperada por prolongar aquella sensación tan agradable.
Aceleró los ritmos de sus movimientos a medida que iba acercándose al clímax. Pedro posó las manos en sus caderas, urgiéndole a acelerar. Paula jadeó y gritó cuando llegó el orgasmo. Se tensó y abrió las piernas todavía más, deseando que Pedro tuviera acceso a todos los rincones de su cuerpo. Pedro continuó acariciándola hasta hacerle estremecerse y después, retrocedió y continuó besándola, lamiéndola y acariciándola hasta que cedió por completo el orgasmo.
Paula continuó allí, arrodillada sobre el cabecero de la cama mientras intentaba recuperar la respiración. Pedro se apartó. Paula oyó el sonido de un plástico al desgarrarse y después Pedro  regresó y le hizo volverse hacia él.
Paula se movió para dejar que se hundiera en ella. Pedro la llenó por completo, haciendo que sus terminales nerviosas, ya de por sí sensibles, cantaran de excitación.
La pasión oscurecía la mirada de Pedro y marcaba sus facciones. Asomó a las comisuras de sus labios una sonrisa. Apoyada en sus propios brazos, Paula comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás. Y los dos gimieron.
Paula acababa de disfrutar de un orgasmo, pero mientras Pedro se hundía y salía de ella, sintió cómo comenzaban a tensarse sus músculos otra vez. Pedro alargó las manos para acariciarle los senos y en el instante en el que le rozó los pezones, el cuerpo entero de Paula pareció cerrarse alrededor de él.
Ella continuó moviéndose hasta que estuvieron los dos jadeantes y al límite y al final ya no fue capaz de contenerse. Se miraron a los ojos mientras los dos iban perdiéndose en su mutua liberación.

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