lunes, 7 de septiembre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 24

Paula pestañeó asombrada. ¿Estaban hablando de ella?
—¿Y qué tengo que ver yo con todo esto?
Pedro la miraba de una forma tan impersonal que cualquiera habría dicho que no se conocían. La miraba como si nunca la hubiera tenido entre sus brazos, como si nunca hubiera compartido con ella un beso que a los dos les había dejado sin aliento.
¿Cómo era capaz de hacer algo así? Paula no sabía si debería sentirse ofendida o impresionada.
—Tenemos que saber cómo nos enfrentaremos a la situación cuando se sepa que eres la hija del senador.
¿La situación? Así que ella no era más que una situación.
—No voy a decírselo a nadie —respondió, fulminándole con la mirada—. Deja de pensar lo peor de mí.
—No estoy pensando lo peor de tí —respondió Pedro—. Este tipo de información siempre termina filtrándose. Forma parte de la política de hoy en día. Nadie quiere que suceda, pero sucederá. Tenemos que estar preparados.
—Hasta ahora, ¿quién lo sabe?
Miguel miró a Pedro, que a su vez miró a su alrededor.
—Nosotros, Carmen y la familia de Paula.
—Pero nadie de mi familia va a decir nada —dijo Paula,pensando que debería advertirles que no lo hicieran— . Y no tenemos ningún contacto con la prensa.
—Carmen quiere decírselo a los niños —advirtió Miguel.
—No me parece una buena idea —dijo uno de los hombres—. Los niños hablarán.
—Pero es lo que Carmen quiere —replicó Miguel—. La familia es muy importante para ella.
Y, evidentemente, también Carmen era importante para él. A Paula  le gustó su actitud. También le había gustado que hubiera dejado claro que se había enamorado de su madre y que en aquel momento estaba dispuesto a plegarse a los deseos de su esposa. Eso significaba que era un buen hombre, ¿no?
Le habría gustado poder pasar más tiempo con él, a solas. Pero cuando un hombre optaba a la presidencia de un país, el tiempo era limitado. Así que tendrían que ir conociéndose poco a poco.
Miró a su alrededor. No había nada en aquel lugar que evidenciara que se estaba preparando una campaña para la presidencia. Pero era precisamente eso lo que estaba pasando. Su padre biológico quería optar a la presidencia del país.
Le bastaba pensar en ello para que le entraran ganas de reír como una adolescente. Ella era una chica tan normal que casi podía resultar aburrida. No pertenecía a un mundo tan complicado como aquél. Pero allí estaba, convertida en un miembro inesperado del clan Schulz.
El almuerzo duró menos de una hora. Antes de que Paula hubiera podido rodear la mesa para hablar con su padre otra vez, Miguel salió de la sala de reuniones acompañado por los hombres de traje.
Paula le siguió con la mirada, intentando no sentirse desairada.
Pedro  recogió la libreta con la que había entrado en el sala.
—Tiene un par de llamadas que hacer. No es por ti.
Paula estaba destrozada; apreciaba las palabras amables de Pedro y se pregunta si tendría el aspecto de un cachorro triste y abandonado.
—Gracias. Todo esto es muy diferente para mí. Me va a costar acostumbrarme.
—Cada vez te resultará más fácil.
Pedro hizo un gesto para invitarle a salir de la habitación y, cuando Paula pasó por delante de él, posó la mano en su espalda.
Fue un gesto educado, casi frío, pero el cuerpo de Paula lo interpretó como si fuera mucho más. Podía sentir cada uno de sus dedos presionando su espalda y la necesidad de entregarse a aquella caricia fluyó en su interior con tanta fuerza que tuvo que concentrarse para no ceder a ella.
—Bueno, digamos que de momento tú me llevas mucha ventaja —contestó, esperando no parecer ni nerviosa ni estúpida—. De todas formas, no me vendría mal hablar un poco de lo extraño que es que no seamos parientes y, sin embargo, los dos podamos llamar a Miguel «papá».
Pedro le sonrió.
—Yo le llamo «senador».
—Y probablemente yo también debería hacerlo, ¿no?
—Tú no eres uno de sus empleados.
—No, a no ser que tu padre esté pensando en meterse en el negocio de la restauración —suspiró—. ¿Sabes si hay algún libro o algo parecido que se titule Cómo tratar con inesperados padres biológicos para estúpidos? Porque creo que no me vendría nada mal.
Pedro  sonrió de oreja a oreja y ella le devolvió la sonrisa. Fue una respuesta casi involuntaria a un hombre que no sólo era atractivo, sino que le gustaba. Se miraron a los ojos y, de pronto, Paula se descubrió a sí misma reviviendo el beso que habían compartido en tiempo real.
Había sido maravilloso. Mejor que maravilloso. Había sido un beso apasionado, excitante y tentador.
Y también un terrible error. Había más de quince razones por las que no deberían estar juntos bajo ningún concepto. Era…
Doblaron una esquina y vió a Carmen caminando hacia ellos. Paula se separó inmediatamente de Pedro, al tiempo que intentaba luchar contra una repentina y extraña sensación de culpa. En realidad no estaba haciendo nada malo.
Estaba tan concentrada en comportarse de forma natural y en no parecer culpable que tardó varios segundos en fijarse en la mujer increíblemente atractiva que acompañaba a Carmen.
Los cuatro se detuvieron para saludarse.
—¡Paula! —exclamó Carmen, como si realmente estuviera encantada de verla—. Cuánto me alegro de verte —se inclinó para darle un beso en la mejilla—. Quiero ser la primera en darte la bienvenida a la familia.
La amabilidad de Carmen era todo un misterio para Paula. ¿Aquella mujer era real?
—Gracias, es usted mucho más que amable.
—Sí, soy muchas cosas, y no todas buenas —contestó Carmen entre risas—. Paula, ésta es Silvina, mi ex nuera. Silvina, ésta es Paula Chaves, la hija de Miguel.
—Hola —contestó Paula mientras iba procesando aquella información.
—Encantada de conocerte —contestó la atractiva pelirroja con aire ausente.

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