miércoles, 24 de junio de 2020

Volveremos a Encontrarnos: Capítulo 36

—Ven, Pedro. Mira este —tenía un gatito en alto, le brillaban los ojos y apenas podía hablar por la risa.

—¡Bah!

—Ven. Es gruñón, como tú. ¡Mira como frunce el ceño!

Él se acercó.

—¿No te parecen adorables?

—Me parece que crecerán y matarán ratones —dijo secamente él.

Sin previo aviso, ella se levantó de un salto, le arrojó el gatito y le arrebató la cámara entre risas.  Él sujetó el gatito con los brazos completamente extendidos y lo miró. El animalito tenía una expresión feroz y le lanzó un zarpazo.

—Un tipo duro, ¿Eh? —dijo él.

El gatito estaba caliente y tenía una piel sedosa. Pedro se lo acercó al pecho y le pasó un dedo por el ceño fruncido. El gatito pareció cambiar de actitud y se puso a ronronear contra su pecho. Agarró un trozo de la chaqueta y la succionó con fuerza.

—Está buscando a su madre —dijo él con una sonrisa.

Click.

—Creo que ya tenemos una —dijo ella—. Enero o noviembre.

Fantástico. Todo el mundo le vería jugando con un gatito entre la paja como si no tuviera nada mejor que hacer. Pero sintió un extraño alivio, como si realmente no tuviera nada mejor que hacer.  Se sentó en el montón de paja y se reclinó para que los gatitos se subieran por él.

—Deja esa condenada cámara un rato —dijo él—. Tu modelo necesita un descanso. ¿Quién diría que un hombre puede sudar por algo tan tonto como que le saquen unas fotos?

Uno de los gatitos subió confiadamente por el pecho masculino, le puso una de las patas en el cuello y le lamió la barbilla. Él soltó una carcajada y su mirada se encontró con la de ella. Alisó la paja que había a su lado. Hablando de tontos.

—Tómate un descanso, Paula.

Ella dudó, luego dejó la cámara y se tumbó junto a él. Demasiado cerca. Pedro podía oler su aroma y notar el calor de su pierna que casi lo tocaba. Él le dió un gatito y sintió un profundo anhelo. Por todo lo femenino. Por una mujer que se dirigía a un gatito como si fuera un bebé y lo sujetaba sobre el pecho sin inhibiciones, que lo arrullaba y le dejaba que le succionara los dedos. Su vida se había centrado en cosas difíciles. Hombres difíciles. Trabajo difícil. Condiciones difíciles. Al estar rodeado de cosas agradables se sintió débil e hizo que quisiera algo más para sí. Se ordenó no preguntarle nada personal, pero al verla con el rostro radiante y la mirada soñadora no podía creerse que hubiera un hombre suelto por ahí que la había tenido y la había dejado escapar.

—De modo que el matrimonio no funcionó, ¿Eh?

Ella inclinó la cabeza y ocultó la mejilla contra la piel del gatito.

—No —dijo ella con una voz delicada y despreocupada que no encajaba con el resto del lenguaje corporal—. No funcionó.

Se dijo firmemente que a él no le importaba. Estaba claro que ella no quería hablar del asunto.

—¿Por qué no? —vaya, esa era su voz.

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