viernes, 26 de junio de 2020

Volveremos a Encontrarnos: Capítulo 45

Le impresionó y le agradó tener esa faceta nueva dentro de sí.

—¿Por qué sonríes? —le preguntó él.

—Por el ternero —mintió ella.

—Seguramente la cena ya esté preparada en el barracón. Además, podré darme una ducha. ¿Tienes hambre?

—La verdad, si pudieras dejarme en la casa... tengo algunas cosas que hacer.

¿Estaba realmente decepcionado? Se lo compensaría.

Él se asomó a la ventanilla y Javier paró delante de la casa. Ella se bajó y Apolo dudó un instante entre ella y su nuevo amigo, pero acabó decidiéndose por ella.  Estaba haciendo otro decorado, pero esa vez sería para seducir a Pedro Alfonso. Buscó un poco y encontró un mantel bonito y algunas velas. Había una botella de vino abandonada en un armario y unas copas. Ojeó la música que había junto al tocadiscos y era muy poco variada. Fue a su habitación y miró en la maleta. La situación era tan distinta de la que tenía pensada que empezó a dudar que pudiera conseguirlo. Entonces se acordó de que aquella había sido la habitación de Luciana. Seguro que los cajones escondían todo tipo de tesoros. Velas de olor y perfumes. En el armario había un vestido largo. ¿No sería ir demasiado lejos? Por algún motivo, no se lo pareció. Luciana tenía también discos. Muchos. Tomó uno y lo puso. Luego se tumbó en el sofá y esperó. Esperó. Se quedó dormida. Se despertó sobresaltada. La habitación se había quedado oscura y oyó a Pedro entrar por la puerta de atrás. Él entró, encendió la luz y se quedó helado al verla mientras intentaba sentarse en el sofá. Ella se levantó, se acercó a él y le tomó la mano.

—Estás muy hermosa —le dijo él con un tono extraño—, pero he venido a recoger mis cosas. Voy a quedarme con los muchachos mientras estés aquí.

Ella se apartó de él, se mordió el labio inferior e intentó no llorar. Le ofrecía todo, todas y cada una de las cosas que tenía, y él iba a marcharse. Él le tocó el labio.

—Paula, lo he estado pensando. Sé que estar contigo me proporcionaría el placer mayor que haya tenido jamás, pero a corto plazo. Yo tengo que pensar en el largo plazo. En lo que sería mejor para tí y para mí a largo plazo. No es una aventura. Tú no eres de ese tipo de chicas.

—¿Cómo sabes qué tipo de chica soy? —consiguió mascullar ella.

Él le acarició la mejilla. Tenía las manos ásperas y curtidas.

—Siempre he sabido el tipo de chica que eras.

—¿Y qué tipo es ese?

—Del tipo que puede hacerme reír.

—Pero no del tipo que puedes amar.

—Paula, ese es el problema. No puedo amar a nadie. Es demasiado difícil y doloroso.

Ella pensó en el hombre que había visto esa tarde. Parecía como si a él nada le resultara demasiado difícil. Parecía como si él no pudiera tener miedo. Se sintió ridícula por haber introducido la palabra amor en la conversación porque se había convencido sinceramente de que no se trataba de eso. Se trataba de estar viva, de tomar con ambas manos lo que le ofrecía la vida, de vivir al día sin importarle el mañana. Pero él había comprendido la verdad antes que ella. Sencillamente, no era ese tipo de chica. Él tenía razón. Ella habría pagado un precio demasiado alto por un momento de placer. Pero por algún motivo, ella no le estaba agradecida. En absoluto. En realidad, le dominaba una furia fría y dura. Le dio una bofetada en la hermosa cara con toda su fuerza antes de darse cuenta de lo que hacía. Él la miró a los ojos sin parpadear. Ella se dió media vuelta, entró en su dormitorio, se tumbó en la cama y lloró.

1 comentario:

  1. Ay nooo cada vez que pienso que estamos avanzado volvemos 2 pasos hacia atrás!!

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