lunes, 8 de junio de 2020

Volveremos a Encontrarnos: Capítulo 4

Él se dió cuenta de que no le sorprendía que una mujer comprara algo que se podía conseguir gratis. A las mujeres les gustaba gastar dinero, eso se lo había enseñado su hermana.

—Están especialmente dispuestas a comprar calendarios como este si es por una buena causa. Como la investigación sobre el cáncer de mama.

Él levantó la mirada al percibir algo en el tono de voz. Dejó de pasar las hojas y cerró el calendario de golpe. Lo dejó en una esquina de la mesa y se acordó de todas las miradas que había tenido que soportar esa mañana. Tuvo la espantosa sensación de que no había ganado un viaje o un televisor. Ni nada parecido.

—¿Qué has hecho, Luciana?

—¡Te he presentado al concurso! —reconoció ella con una sonrisa de oreja a oreja—. Paula tenía una foto maravillosa. Francisco Cringle y Asociados hicieron un concurso para encontrar el hombre ideal para el calendario. ¡Has ganado!

—Quieres decir que lo amañaste para que ganara —dijo él secamente.

—No, señor Alfonso —intervino el señor Cringle—. En absoluto. Las fotos eran anónimas y su hermana no estaba en el jurado.

—¿Quién fue el jurado? —preguntó Pedro sin importarle mucho la respuesta.

Miró hacia la puerta para ver cuál era la mejor vía de escape.

—Pusimos las fotos en el centro comercial durante una semana —contestó el señor Cringle—. Votaron más de dos mil mujeres. ¿Quiere saber lo más impresionante? El noventa por ciento le votó a usted. ¡El noventa por ciento!

Sintió que se le revolvían las tripas al pensar en todas esas mujeres que se lo comían con los ojos en una fotografía. Sintió también algo más que enojo hacia su hermana.

—Estamos trabajando con el concepto de un calendario con un solo hombre —dijo el señor Cringle—. Distintas fotos que reflejen situaciones de la vida real en las que se puede encontrar un hombre. Me encantó saber que usted tiene un rancho. Las posibilidades son impresionantes.

Pedro se arrepintió de haber sido tan condescendiente cuando Luciana se escapó del colegio y cuando se escapó por la ventana de la habitación. No debería haber permitido que tuviera tanta iniciativa. Desde luego debería haberla metido en vereda cuando empezó a verse con ese hippy. Si hubiera sido capaz de controlarla en una de esas situaciones, quizá él no estuviera sentado allí en ese momento. Ya era tarde para enderezar el camino de su hermana y tendría que intentar salvarse por sus propios medios.

—Señor Cringle —dijo lentamente—, lo siento. Mi hermana le ha hecho perder el tiempo. No soy modelo de calendario ni lo seré nunca. Tengo un rancho e independientemente de lo que piensen las mujeres que compran calendarios, el trabajo que hago no tiene nada de atractivo. Normalmente, estoy cubierto de barro y excrementos hasta las orejas.

—Pedro... —dijo Luciana—. El calendario no pretende ocultar nada. A las mujeres les encanta ese tipo de fotos. Sudor. Barro. Músculos tensos. Vaqueros desteñidos. Eres perfecto.

Pedro, miraba con espanto a su hermana. ¿A las mujeres les gustaban esas cosas? ¿Cómo demonios lo sabía ella? Se dió cuenta de que no le gustaba que fuera una adulta.

—Entonces, contrata a un modelo —dijo Pedro con cierto tono de irritación—. Si necesitas barro, yo te lo regalo.

—Los modelos son tan... —Luciana buscó la palabra adecuada—. Falsos.

Pedro solo pudo esperar que ella no lo supiera por experiencia propia.

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