viernes, 5 de junio de 2020

El Soldado: Capítulo 64

Podría pedirle un número de teléfono para hablar con él. Podría dejarle un mensaje, pero no quiso hacerlo. Pedro estaba apartándose de ella. Y, si aguzaba el oído, estaba segura de que podría escuchar su corazón rompiéndose. Pero entonces recordó esa noche, mucho tiempo atrás, cuando él ayudó a su madre a entrar en casa, tan protector. Y entonces lo entendió. Se veía a sí mismo como alguien que tenía que proteger a los demás. Había llevado esa carga con él desde que no pudo ayudar a su madre, desde que sintió que le había fallado a su hermano. Y seguramente sentía lo mismo por ella, por la mentira de Sabrina. Había intentado advertirle que la madre de Tomás estaba mintiendo, que él podía matar sus esperanzas... ¿Estaba intentando protegerla de él? ¿Y quién lo protegía a él? ¿Cuándo descansaba? ¿En quién se apoyaba? «En mí», pensó Paula. Esos días con Pedro la habían hecho más fuerte que nunca, más segura, capaz de arriesgarse. Se había convertido en la verdadera Paula. Y, si no podía arriesgarse para rescatarlo de sí mismo, entonces serían lecciones perdidas. ¿No era eso lo que Pedro tenía que aprender, que el amor triunfaba siempre? ¿Que triunfaba sobre el engaño y sobre la debilidad? ¿Que el amor triunfaba sobre la oscuridad? El amor triunfaba sobre la muerte. Porque de alguna forma era su hermano quien los había unido. Aunque no estaba allí, su corazón seguía vivo. Y no hacerlo sería una desgracia. Decir que no al amor sería un desprecio a todo lo que había sido Gonzalo. Así que iría a buscar a Pedro y no como Pauli. No, sería la chica que soñaba con Ferraris la que encontraría valor para rescatar a Pedro Alfonso de la terrible soledad en la que había vivido siempre porque creía que su misión era salvar al mundo. Y debido a la enormidad de la tarea que se había impuesto, estaba destinado a fracasar.


La música, las luces reflejadas en el lago, las risas en el aire... Pedro no quería estar allí, aunque fuese por un proyecto como Warrior Down, y tiró del nudo de su corbata, incómodo. Se sentía solo entre la gente, desconectado. Por supuesto, se había sentido desconectado desde el momento en que tomó la decisión de dejar a Paula y marcharse a Australia. Nervioso, rozó con los dedos un papel que llevaba en el bolsillo. Una nota de ella. "Te necesito. Ven, por favor". Las palabras habían sido escritas en la invitación oficial al acto y Pedro no fue capaz de resistirse. Ni siquiera para protegerse a sí mismo. Paula lo necesitaba y él había jurado ayudarla. Tenía que separar ese juramento de lo que sentía por ella, pero desde que se marchó a Australia era como si el agujero en su corazón se hubiera hecho más grande. La parte de la pesadilla que faltaba había llegado la segunda noche en Australia... Dos adolescentes. Le había parecido ver algo raro y había vacilado porque eran tan jóvenes... pero entonces, de repente, una lluvia de balas. Se puso a cubierto. ¿Dónde estaba Gonzalo? No estaba tras él como esperaba y recordaba haberse arrastrado por el suelo para tirar de él, para abrazarlo. Sangre, mucha sangre... Luego notó un movimiento sobre el muro. Los chicos responsables de que su amigo estuviera muriendo intentaban saltar el muro tras el que se había escondido. Levantó el rifle y vio a los chicos paralizados de miedo. Pero, con las pocas fuerzas que le quedaba, Gonzalo había bajado el cañón del arma...

–No, por mí no. Quiero que mi legado sea de amor, no de muerte.

Los chicos se alejaron corriendo y Pedro perdió la oportunidad de vengarse mientras desaparecía la luz en los ojos de Gonzalo. Para siempre. Había querido llamarla después de esa pesadilla, desesperado por hablar con ella. Y, cuando la pesadilla no volvió la noche siguiente, lo había deseado aún más. Pero hizo un esfuerzo sobrehumano para no llamarla. En aquel momento, viendo el éxito del evento, mucho más de lo que habían esperado, estaba decidido a no mostrarle su debilidad. Su deseo. Pero la verdad era que estaba enfadado con ella. Considerando la urgencia de la nota, apenas había visto a Paula, que se movía entre la gente como una mariposa, con un vestido que parecía hecho por ángeles. Estaba preciosa, con el pelo recogido, el maquillaje perfecto. Pero no parecía tener el menor interés por él. Después de presentarle a otros invitados había desaparecido... En fin, era su noche y evidentemente se tomaba muy en serio su trabajo.

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