lunes, 22 de junio de 2020

Volveremos a Encontrarnos: Capítulo 33

Se acercó, tomó al perro en brazos y se dirigió a la puerta. Se acordó demasiado tarde de que no quería que ella le viera el trasero. Se dió la vuelta y le frunció el ceño por mirar. ¡Ella se ruborizó! El calor que hacía en la casa empezaba a ser insoportable y cada vez tenía menos que ver con el fuego. Dejó al perro en el suelo y los dos se quedaron un rato fuera dando bocanadas de aire fresco.

—Ella tiene el mismo efecto en mí, amigo —le dijo Pedro al perro—. Aunque no quiero que te hagas ilusiones de ser mi amigo. Es más; vas a pasar el resto del día atado a...

—No irás a atarlo, ¿Verdad?

Pedro miró la cadena que tenía entre las manos y resistió la tentación de esconderla en la espalda. Quería que lo considerara un desalmado que odiaba a los perros y asesinaba a Bambi.

—Sí, voy a atarlo.

—No deberías.

Él sacó pecho y la miró. Ella tenía los brazos ocupados con la ropa de invierno de él. También tenía su sombrero vaquero negro.

—Ese sombrero no es adecuado para el pajar —dijo él mientras le arrebataba el sombrero y lo limpiaba cuidadosamente.

—¿Para qué es adecuado? —preguntó ella divertida de que los sombreros de vaquero tuvieran funciones específicas.

—Es un sombrero para ocasiones especiales.

—¿Ocasiones especiales? ¿Como los bailes en el granero o algo así?

¿Dónde había visto ella la vida de un rancho? ¿En las películas de Walt Disney?

—Sí, algo así —dijo él.

No hacía ninguna falta que supiera la verdad. No hacía falta que ella sacara conclusiones si le decía que la última ocasión especial fue el entierro de un vecino de ochenta y seis años.

—¿No podíamos emplearlo para las fotos? Ya que te has peinado...

El debería haber sabido que tendría que pagar un precio por esa pequeña victoria.

—Tendremos cuidado. Si estropeamos el sombrero, podrás comprarte otro a cuenta del presupuesto del calendario.

¿Estaba burlándose de él? ¿Pensaba que era un paleto por tener un sombrero para las ocasiones especiales? ¿Qué le importaba a él lo que ella pensara? Se puso el sombrero y se bajó el ala sobre los ojos para que ella no pudiera saber si le preocupaba lo que estaba pensando.

—Sería mejor que Apolo viniera con nosotros. Podríamos vigilarlo.

Pedro no creía que fuera a ser muy divertido ver cómo Apolo vaciaba el contenido de su estómago, pero Luciana le había enseñado que no se debía discutir con una mujer que tenía esa expresión tan delicada y bondadosa. Volvió a colocarse el sombrero, se acordó de su parte trasera e hizo una seña a Paula para que fuera por delante.

—El pajar —dijo él cuando llegaron.

Volvió a intentar deshacerse del perro. El poste que había en la valla junto al granero parecía muy apropiado.

—¿No crees que deberíamos llevarlo con nosotros por si se pone enfermo?

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