lunes, 8 de junio de 2020

Volveremos a Encontrarnos: Capítulo 5

—Señor Alfonso, estoy seguro de que había modelos entre las fotos que se pusieron en el vestíbulo. El resultado me dice que las mujeres saben distinguir entre el hombre rudo que posa y el auténtico. El noventa por ciento significa vender muchos calendarios.

—Sí, claro —Pedro miró a su hermana.

—Señor Cringle, yo me ocuparé —dijo animadamente Luciana.

A pesar de las apariencias, Pedro notó que su hermana tenía lágrimas en los ojos. Esperaba que no pensase que iba a cambiar de opinión con esa treta. Ya la había empleado demasiadas veces. Ese era el problema, que ella sabía muy bien cómo tocarle las fibras sensibles. Seguramente, el resto del mundo pensaría que él no tenía ese tipo de fibras, pero su hermana pequeña lo conocía muy bien. Su madre murió de cáncer de mama cuando ella tenía siete años. Un año después, su padre murió en un accidente de coche, aunque Tyler seguía preguntándose si había sido un verdadero accidente. Su padre se había quedado destrozado tras la muerte de su mujer. Tenía dieciocho años cuando ocurrió el accidente. Era demasiado joven como para asumir la responsabilidad de criar a una niña tan pequeña. Sin embargo, ¿Qué alternativa le quedaba? ¿Que se ocuparan de ella una tía y un tío a los que apenas conocía? ¿Enviarla a una casa de acogida? No lo haría mientras él estuviera vivo. No tenía ninguna alternativa. Su hermana necesitaba que él creciera rápidamente y lo hizo.

—¿Por qué no vamos a comer juntos? —le dijo ella cariñosamente—. Volveremos a encontrarnos con el señor Cringle... a la una.

Pedro decidió no llevarle la contraria delante de su jefe. Se levantó y extendió la mano.

—Señor Cringle...

El hombre los miró con un brillo en los ojos.

—Hasta la vista —dijo Cringle.

—Que espero que sea nunca —dijo Pedro en un susurro mientras empujaba a su hermana hacia la puerta.

—No tengo mucho tiempo para comer —le dijo a ella cuando estuvieron en el vestíbulo—. Los terneros están naciendo mientras yo estoy aquí y no voy a cambiar de idea sobre el calendario. Olvídate de ello. No voy a hacerlo. Nunca.

Ella tenía los ojos empañados.

—Pedro, no seas cabezota.

Las lágrimas le recordaron a Pedro lo cuidadoso que tenía que ser con emplear la palabra «nunca» con su hermana. Había dicho «nunca» la primera vez que la vio maquillada y los torpes brochazos le habían arrebatado la frescura e inocencia. Acabó pagándole un cursillo de maquillaje y comprándole todos los productos que necesitaba. Había dicho «nunca» al vestido que ella había elegido para un baile del instituto y él había acabado visitando todos los sitios que cualquier hombre quiere evitar hasta que encontraron un vestido al gusto de los dos. Había dicho «nunca» al hippy, lo que aumentó su atractivo a ojos de Luciana y le convenció a él de que ya no tenía por qué meterse en los asuntos de Luciana. A pesar de todo, a pesar de los errores y los bandazos, ella había crecido y se había convertido en una joven que sabía lo que quería y que casi siempre tomaba decisiones bastante sensatas. Sin embargo, esa vez no había sido así.

—¡Por el amor de Dios, Luciana! ¿En qué estabas pensando cuando presentaste la foto sin mi permiso?

—Fue una broma. Paula me lo propuso.

Debería haber supuesto que Harriet tenía algo que ver. Paula y el desastre eran como uña y carne.

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