viernes, 19 de junio de 2020

Volveremos a Encontrarnos: Capítulo 27

—Los caballos no tienen la capa de pelo invernal —dijo él con cierta falta de colaboración.

—Créeme, la mayoría de la gente no lo sabe.

—Yo lo sé y no me gustaría sentirme como un idiota en miles de calendarios, gracias.

Alguien se había olvidado de darle el manual de instrucciones. Ser la jefa quería decir que se hacía lo que ella decía.

—¿Eso es lo que tú llamas colaborar?

—No puedes poner caballos con el pelo de primavera y decir a la gente que es invierno —dijo él obstinadamente—. ¿La palabra integridad no significa nada en tu mundo?

Ella parpadeó.

—¿De qué mundo hablas?

—Del mundo de las relaciones públicas —dijo él.

—¿Noto cierto desprecio?

Él se encogió de hombros.

—Sencillamente, no lo entiendo. Mujeres como Luciana y tú que emplean su energía en crear un mundo en el que los niños creen que no son nadie si no tienen la marca adecuada en sus zapatillas. Un mundo en el que los conejos venden papel higiénico. ¿Así empleas tu vida?

Ella había trabajado mucho tiempo con hombres en condiciones difíciles. Había dominado sus emociones. No podía entender que en ese momento estuviera a punto de gritar.

—Mi vida no es vender papel higiénico —dijo lenta y claramente—. Es crear imágenes de una belleza perdurable.

Él pareció sorprenderse.

—Caray. No me refería a tí. Hablaba de Luciana y del hippy con el que sale.

Ella podía haber hecho cualquier cosa y ha acabado en ese mundo de supercherías en el que nada es verdadero del todo. Hablaba de Luciana. ¿La consideraba la mujer que había descarriado a su hermana y la había llevado a un mundo de supercherías? Se advirtió de que no debía tomárselo como algo personal.

—No estamos rescribiendo el código de honor de los vaqueros —dijo con tono arrogante Paula—. Estamos creando una ilusión. Es como trabajar en un decorado de cine. Además, el novio de Luciana no es hippy solo porque tenga el pelo largo.

—Te he ofendido —dijo él mientras la miraba con una perspicacia que le permitía ver todo lo que ella había creído ocultar—. Te lo dije. Se me dan fatal los asuntos entre hombres y mujeres.

Otra vez el asunto entre hombres y mujeres. Entre ellos.  Aunque fuera la amiga de Luciana... la que la había llevado por el mal camino.

—Limítate a sonreír a la cámara —dijo ella—. Si yo hago bien mi trabajo, nadie notará que se te dan fatal los asuntos entre hombres y mujeres. Es mi especialidad; como tú has dicho. El patán más espantoso del mundo puede ser el mayor seductor con solo disparar una cámara.

—¿El patán más espantoso del mundo? ¿De verdad? —parecía gustarle la idea.

—Intenta imaginarte los próximos días como si estuvieras rodando una película.

El la miró con la mirada de patán y empezó a impacientarse porque el café no terminaba de salir. Puso la taza debajo del chorro y apagó la cafetera cuando estuvo llena.

—Volveré dentro de una hora o así —dijo mientras iba a hacia la puerta.

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