viernes, 8 de noviembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 4

–Dos cosas muy interesantes –le dijo mientras se acercaba aún más a ella–. Está claro que no me mintió con la primera. Te casas hoy.

–¿Y? –repuso sin poder dejar de temblar.

–Entonces, ¿Lo reconoces? –Llevo puesto un vestido de novia, no puedo negarlo. Pero, ¿A tí qué más te da? ¿Acaso estás molesto porque no te he invitado?

 –Pareces algo nerviosa. ¿Me estás escondiendo algo, Paula? ¿Algún secreto? ¿Alguna mentira?

 Sintió en ese instante una contracción que tensó los músculos de su vientre. Supuso que no eran contracciones de parto, sino contracciones Braxton-Hicks. Le había pasado lo mismo unos días antes y había ido directa al hospital, pero las enfermeras la habían mandado de vuelta a casa. Aunque la contracción que estaba sintiendo en ese momento era más dolorosa. Se llevó una mano al vientre y otra a la espalda.

–No oculto nada –le dijo cuando se recuperó un poco.

–Sé que eres una mentirosa. Lo que no sé aún es hasta dónde estás dispuesta a llegar.

–Por favor –susurró ella–. No lo eches todo a perder.

–¿Qué es lo que podría echar a perder?

–Mi-mi… El día de mi boda.

–Claro, tu boda. Sé que solías soñar con ella –le recordó Pedro–. ¿Es así como la imaginaste?

El vestido le quedaba grande, el corpiño lo adornaba un encaje barato y la tela era una mezcla de poliéster. Miró entonces sus flores marchitas y las dos viejas maletas que tenía detrás de ella.

–Sí –mintió ella en voz baja.

–¿Dónde está tu familia? ¿Dónde están tus amigos? –quiso saber Pedro.

–Nos casamos en el Ayuntamiento –le dijo ella levantando la barbilla desafiante–. Ha sido algo espontáneo. Así es mucho más romántico.

–Claro, a tí no te importa cómo sea la boda y lo único que tendrá McLinn en mente será la luna de miel –comentó él con incredulidad.

Pero no iba a haber luna de miel. Para ella, Fernando era como un hermano. Pero no podía admitir ante Pedro que solo había amado a un hombre.

–Mi luna de miel no es de tu incumbencia –repuso entonces.

–Bueno, supongo que esto te parecerá romántico. Vas a casarte con tu amado y no te importa llevar un vestido tan feo ni que se estén marchitando las flores de tu ramo. Quieres casarte con él aunque no sea un hombre de verdad.

–¡Sea rico o pobre, Fernando es mucho más hombre de lo que podrás llegar a serlo tú!

 Los ojos de Pedro la atravesaron. Apenas podía respirar cuando la miraba así.

–¡Levántate! –le ordenó entonces.

–¿Qué?

–Tu hermana me dijo dos cosas. La primera era verdad.

Comenzó a llover con más fuerza en ese momento.

–Levántate –repitió él con impaciencia.

–¡No! Ya no soy tu secretaria ni tu amante. No tienes poder sobre mí.

–¿Estás embarazada? –le preguntó mientras se le acercaba aún más–. ¿Es mío el bebé?

Se quedó sin aliento al ver que lo sabía. No podía creerlo. Su hermana la había traicionado y se lo había dicho todo a Pedro. Sabía que Delfina estaba enfadada, pero nunca la habría creído capaz de algo así. Había hablado con ella el día anterior. En ese momento, había estado bastante nerviosa y asustada, con la sensación de estar a punto de cometer el peor error de su vida, y decidió contarle su plan. Se había enfadado mucho y la acusó de estar engañando a Fernando para que se casara con ella y ejerciera de padre de su bebé. Delfina creía que, aunque su ex jefe fuera un cretino, merecía saber que iba a tener un hijo. Le había sorprendido ver que su propia hermana pensaba que estaba siendo egoísta y que sus decisiones iban a afectar a muchas personas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario