miércoles, 6 de noviembre de 2019

El Seductor: Capítulo 66

–¿Va todo bien? –preguntó Diana.

–Lo siento. Todo va genial. Mira qué bien se lo está pasando todo el mundo, y es gracias a tí. Lo digo en serio, Diana. Me has salvado el pellejo.

–Es una pena que tú no te lo estés pasando bien –dijo Diana.

–¡Claro que me lo estoy pasando bien! –mintió Paula–. ¿Por qué dices eso?

–No paras de mirar el reloj cada cinco minutos y apenas has salidode la cocina en toda la noche. Sigue así, y el personal pensará que no quieres estar con ellos.

–No es eso –dijo Paula horrorizada ante la idea de poder estar dando esa impresión–. Es solo que he tenido un día duro, nada más.

–¿Tiene algo que ver con el puñetazo que te dió una de las ex novias de Pedro Alfonso?

El plato que estaba rellenando con comida en la mesa del bufé estuvo a punto de caérsele de las manos mientras miraba a su alrededor para asegurarse de que nadie lo hubiese oído.

–¿Lo sabes? –susurró.

–Mi prima Daniela trabaja en el Aspen durante la temporada de esquí. Gana casi todo gracias a las propinas. Una vez entró Harrison Ford y le dejó cincuenta dólares. Dice que es más guapo en persona que en la pantalla. En cualquier caso, me dijo que los vió a Pedro y a tí cenando. Sabía quién era Pedro, claro, del que dice que es más guapo que Harrison Ford, por cierto. Y a tí te reconoció porque vino a dejar a su hermano pequeño un día al colegio. Está en clase del señor Nichols – Diana se metió un rollito de pollo en la boca antes de seguir hablando– . Así que Aldana dice que estabas cenando cuando, de repente, la compañera de piso de otra camarera aparece y comienza a montar una escena porque Pedro la había dejado. Aldana estaba en la cocina y no vió toda la escena, pero me dijo que la chica trató de golpear a Pedro, pero te dió a tí.

–¿Lo sabe todo el mundo?

–Lo dudo –dijo Diana encogiéndose de hombros–. Todo el mundo me pregunta si sé lo que te ha pasado en el ojo, pero les digo lo mismo que tú, que resbalaste en un escalón helado. Supongo que no es asunto suyo.

Antes de que Paula pudiera darle las gracias, una de las profesoras de tercero se acercó a ellas. Susana Smoot era una viuda que llevaba dando clases en la escuela treinta años. Le había echado el ojo al puesto de directora desde hacía tiempo, y Paula sabía que había sido una de las principales voces que habían votado en su contra al ocupar el puesto.

–Gracias por la fiesta, señora Chaves. Todo estaba delicioso.

–Gracias, Susana. Por favor, llevo aquí tres meses. ¿Cuándo piensas empezar a llamarme Paula?

–Si haces esto el año que viene otra vez, tal vez quieras celebrarlo en algún lugar en el que aquellos a los que no nos gusta eso que llaman «música» actualmente podamos encontrar un lugar en el que charlar.

–Una idea genial –dijo Paula.

Susana se fijó en su ojo morado, que no había conseguido disimular del todo con el maquillaje.

–Y, ¿Sabes? Lo mejor para los escalones helados es echarles arena para gatos encima, Paula. Es mejor que la sal y no matará a las flores en primavera.

–Lo tendré en cuenta. Gracias.

En cuanto Susana se marchó, Paula se giró hacia Diana y se la llevó a la cocina para poder hablar en privado.

–¿Quién más crees que sabe que estuve en Jackson con Pedro Alfonso? –le preguntó.

–No sé. ¿Qué importa?

–¿Cómo puedes preguntar eso? Claro que importa. ¿Crees que a Susana Smoot le gustaría saber que me pegó una de las ex amantes de Pedro? ¿O que estuve en Jackson cenando con él?

–Deja que te hable de Susana Smoot –dijo Diana con una sonrisa maliciosa–. Durante casi todo el tiempo, su marido, Carlos, fue un ciudadano ejemplar. Presidente del Club de los Leones, primer tenor del coro de la iglesia, todo eso. Pero, de vez en cuando, se emborrachaba. Antes de jubilarse, mi padre era el jefe de policía y venía a casa contando múltiples anécdotas sobre el loco de Carlos Smoot. Una vez agarró una pistola y disparó a todas las señales de stop del pueblo. ¡A todas! Sue se mantuvo a su lado durante todo el tiempo. Supongo que no puede decirte nada por estar cenando en Jackson con Pedro Alfonso la misma noche en que una mujer decide volverse loca.

–No debería haber estado allí con él. Fue un error.

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