miércoles, 27 de noviembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 44

–¿Pedro? –susurró ella de repente colocando una mano en su espalda.

Se dió la vuelta y vió que Paula lo miraba con los ojos llenos de emoción.

–¿Qué te pasa? –le preguntó preocupada.

La miró de arriba abajo. Estaba desnuda y confiaba plenamente en él. Le pareció tan hermosa…

–Soñé que me dejabas –le contestó en voz baja.

Paula abrió mucho los ojos y se incorporó en la cama.

– Eso no va a pasar nunca –repuso abrazándolo y tirando de él para que volviera a tumbarse.

–Mis padres también se querían al principio –le dijo él mientras le acariciaba la melena–. Quisieron tener un hijo y construyeron una casa. Pero después se fueron distanciando y los secretos y las mentiras acabaron con ese amor. Mi madre conoció a otro hombre y mi padre nunca lo superó.

Paula tomó con cariño sus manos.

–Eso no nos va a pasar a nosotros –le aseguró ella.

Apartó la mirada hacia la ventana, hacia las luces grisáceas del amanecer.

–Fue un sueño… –insistió él.

Paula lo miró algo confusa, frunciendo el ceño.

–Pero tú nunca duermes, no sueñas –murmuró.

Se volvió para mirar a su bella esposa. Era muy buena persona y confiaba en todo el mundo, aunque no lo mereciera. Respiró profundamente y se estremeció.

–Ahora sí –susurró él.




Paula estaba tan nerviosa que no podía dejar de moverse mientras salían del aeropuerto Marrakech. Pedro, que conducía el todoterreno en el que viajaban, acarició su rodilla para tratar de calmarla.

–Lo siento –repuso ella mirándolo de reojo–. Es que estoy tan nerviosa y emocionada…

–Sí, lo sé –repuso Pedro con una sonrisa.

Pero el dulce gesto apenas duró y volvió a concentrarse en la carretera, agarrando con fuerza el volante. Le extrañó que estuviera preocupado por la reunión de trabajo que tenía ese día. Era algo que no solía afectarle tanto. No entendía por qué parecía tan tenso. Se giró para mirar a Olivia, que iba en la parte de atrás del coche. Detrás de ellos iba otro vehículo con su personal y los guardaespaldas. Pasaron por delante de unas murallas del siglo XII, también se veía la medina y un desierto lleno de palmas. Se volvió para mirar de nuevo a su marido, el hombre más guapo del mundo. Llevaba un traje oscuro y era tan moreno que parecía un jeque. Ella se había puesto un caftán largo de color morado. Se sintió como una princesa árabe a su lado. Era el día más feliz de su vida. Creía que ya no tenía motivos para seguir estando triste.

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