miércoles, 13 de noviembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 15

Llevaba dos días contemplando sus dedos diminutos, sus mejillas regordetas y sus largas pestañas. Le encantaba cómo fruncía inconscientemente su boca para chupar, incluso mientras dormía. Respiró profundamente. Le costaba creerlo, pero era verdad. Tenía una hija y una esposa. Se había casado con Paula para dar un nombre a su bebé, pero no se ponían de acuerdo en uno.

–Olimpia –le dijo de repente mientras miraba a Pedro.

Ella se volvió bruscamente. Sus ojos verdes brillaban como esmeraldas al sol.

–Ya te he dicho que no. No voy a darle el nombre de la esposa con la que soñabas casarte.

Lamentó haberle contado a la que entonces era su secretaria que siempre había soñado con llegar a ser el esposo de Olimpia de Leandros, la hermosa duquesa de Alda.

–Olimpia es un nombre muy común en mi país. Era también el de mi tía abuela…

–¡Ya te he dicho que no!

–No tienes motivos para estar tan celosa. Nunca llegué a acostarme con Olimpia de Leandros.

–Una suerte para ella –repuso Callie cruzándose de brazos–. Mi hija se llamará Silvia.

Cada vez estaba más furioso. Deseaba darle el nombre de su tía Olimpia, la mujer que lo había acogido en Nueva York y había trabajado muy duro para mantenerlo. Después, cuando estuvo trabajando en una gasolinera de Brooklyn mientras iba al instituto, ella lo había apoyado para que no se desanimara y pensara que ese trabajo podía llegar a ser un punto de partida. Después de que muriera su tía, pasó de conducir el camión de la gasolina a ser propietario de una pequeña empresa de distribución de hidrocarburos. A los veinticuatro años, la vendió y se dedicó a excavar pozos petroleros en lugares insospechados. Su primer gran hallazgo había sido en Alaska y después en Oklahoma. Desde entonces, Petróleos Alfonso se había convertido en una multinacional con perforaciones por todo el mundo. Quería rendir homenaje a su tía, pero Paula no daba su brazo a torcer.

–¡Estás siendo irracional! –le dijo enfadado.

–Tú eres el que no se atiende a razones. Decidí su nombre hace meses, tú ya vas a darle tu apellido. No voy a cambiar ahora solo porque se te antoje que tiene que llamarse Olimpia.

–¿De dónde has sacado ese nombre? ¿De una telenovela como hizo tu madre contigo?

–Déjame en paz –replicó ella mientras apartaba la mirada.

Se quedaron unos minutos en silencio. Pedro respiró hondo y apretó los puños. No había conocido a nadie tan terco como su esposa.

–Paula…

Pero vio que tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada contra la ventanilla. Le sorprendió ver que se había quedado dormida en medio de una discusión. Observó su hermoso rostro. No llevaba maquillaje, nunca lo hacía, pero su belleza natural siempre lo había fascinado, igual que unas curvas que no había podido olvidar. Durante eso últimos meses, había tratado de olvidar su belleza, pero la realidad lo abrumó al tenerla tan cerca en esos momentos. Creía que su esposa era la mujer más deseable del mundo. Se le hizo un nudo en la garganta. Paula había dado a luz sin anestesia. Le parecía increíble que pudiera ser tan valiente y fuerte. Él había dormido en una silla junto a su cama, pero ella apenas había podido descansar. Al bebé le había costado empezar a mamar y ella había tenido que darle el pecho muy a menudo, casi cada hora. Le había ofrecido su ayuda o la de las enfermeras, pero Paula quería hacerlo todo ella sola.

–Es mi bebé –le había susurrado con gesto cansado–. Me necesita.

Muy a su pesar, volvía a sentir admiración y respeto por esa mujer, algo que no habría creído posible. Sentimientos que Paula nunca había tenido hacia él, de eso estaba seguro.

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