viernes, 22 de noviembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 31

Pedro gruñó algo, agarró sus caderas y la llevó hasta la cama, sentándose y ayudándola a que ella se colocara a horcajadas sobre él. La besó entonces con ferocidad y ella le devolvió el beso con la misma intensidad, jadeando al sentirlo contra su piel. Tomó sus pechos en las manos y ella sintió cómo se tensaban sus pezones. Nunca lo había deseado tanto. Le desabrochó el sujetador y vió que ahogaba un gemido al ver sus pechos llenos, mucho más grandes de lo habitual. Comenzó a acariciar su piel desnuda con los dedos y Paula sintió una corriente de electricidad por todo el cuerpo, desde sus pezones hasta los dedos de los pies.

–Eres preciosa… –susurró de nuevo.


La cama estaba iluminaba por luz plateada de la luna. Era como si los dos estuvieran en su propio mundo mágico. Pedro la tendió en el colchón sin dejar de mirarla. Después, se levantó y se quitó los pantalones y la ropa interior. Se quedó sin respiración al ver a su esposo completamente desnudo y tan seguro de sí mismo. Parecía un guerrero de leyenda o un rey bárbaro y feroz. Se acercó a ella y comenzó a temblar al verlo así. No pudo evitar sentir cierta preocupación al ver su imponente erección, temió que fuera a dolerle después del parto y que no fuera capaz de hacer el amor con él. Contuvo el aliento mientras le acariciaba la mejilla y besaba lentamente su cuello. Inclinó hacia atrás la cabeza y se dejó llevar por las sensaciones. Pedro besó entonces uno de sus pechos, después el otro. Todo su cuerpo estaba en tensión, no aguantaba más.

–Eres mía, Paula. Solo mía –le dijo mientras la miraba con sus ojososcuros–. Dímelo.

–Soy tuya –susurró ella.

Y sabía que era así. Había pertenecido a Pedro desde que este le dio por primera vez la mano y la convirtió en su secretaria. La besó lentamente, seduciéndola poco a poco hasta separar sus labios y jugar con su lengua. Mientras tanto, él iba acariciando su estómago con una mano, bajándola hasta la cadera, rozando el borde de sus braguitas y consiguiendo que se estremeciera una vez más. Su mano se movía muy lentamente, bajó hasta su muslo y volvió a subir entre sus piernas. Era una agonía casi insoportable, contuvo el aliento… Pero  la hizo esperar un poco más y se distrajo con sus pechos. No lo soportaba. Suspiró y tiró de él, estaba deseando sentir su peso sobre el cuerpo. Cuando notó que volvía a prestar atención a sus braguitas, comenzó a temblar. Era desesperante la lentitud con que la acariciaba. Sabía que estaba jugando con ella. Fue entonces cuando por fin tiró lentamente de su ropa interior para desnudarla y solo escuchó el susurro de la fina seda sobre su propia piel. Pedro se tumbó sobre su cuerpo y volvió a besarla. Podía sentir su miembro contra la pelvis y se estremeció. Cada centímetro de sus cuerpos parecía unido por el deseo, el sudor y la pasión. Solo faltaba la unión final y ya no iba a tardar en llegar. Lo deseaba, pero también temía que le hiciera daño. Pedro debió de darse cuenta porque se deslizó en su interior muy despacio, solo unos centímetros. Se quedó sin aliento. Estaba preparada para recibirlo, pero le costó un poco que su cuerpo volviera a adaptarse a él. Fue muy tierno con ella y desapareció muy pronto cualquier incomodidad. Era increíble sentirlo en su interior. Tan maravilloso como la primera vez… fue entonces cuando recordó lo que habían olvidado y abrió mucho los ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario