viernes, 22 de noviembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 34

Se acercó a la puerta con una mano sobre la boca y la otra sobre su corazón.

–No vuelvas a llamar –gruñó él antes de colgar el teléfono.

Pensó que quizás se tratara de una antigua amante y que por eso se había ido del dormitorio, para que su esposa no pudiera oír la conversación. Sabía que estaba siendo irracional, pero tenía miedo. Pedro le había asegurado que no había habido ninguna otra mujer desde la noche que pasó con ella. Ese hombre no era perfecto, pero sabía que no era mentiroso, todo lo contrario. Podía llegar a ser tan honesto que a veces rozaba la crueldad.

–¿Qué haces despierta?

Se sobresaltó al oírlo y vió que la miraba desde la puerta.

–Me levanté para darle de mamar a Olivia y ví que te habías ido – repuso ella algo nerviosa.

–Me fui para no despertarte, no podía dormir –le aseguró Pedro.

–Vaya, lo siento. ¿Por qué? ¿Estaba roncando o algo así?

–No, no duermo bien acompañado. Nunca he podido hacerlo.

–¿Nunca? –le preguntó sorprendida.

–¿Has oído alguna vez que una mujer se haya quedado a dormir en mi cama?

 –No –repuso tímidamente–. La verdad es que eras conocido por la rapidez con la que te desentendías de tus amantes, la verdad.

Pedro se apoyó en el marco de la puerta y bajó la vista.

–Me cuesta bajar la guardia –le confesó.

–¿Incluso conmigo?

–Sobre todo contigo –susurró Pedro mientras levantaba la vista para mirarla.

La penumbra del pasillo le impedía ver la expresión de su rostro. Pero podía distinguir una incipiente barba y sus ojos parecían más oscuros. Tenía aspecto de pirata, un pirata sexy y peligroso. Sin pensarlo, le puso una mano en su torso desnudo. Solo llevaba puesto los pantalones de un pijama de algodón.

–¿Puedo hacer algo para ayudarte a dormir? –le preguntó.

Se sonrojó al darse cuenta de que su pregunta podía sonar muy descarada.

–Me-me refiero a un vaso de leche tibia o algo así.

–No –repuso él–, pero gracias.

Se quedó callada unos segundos antes de preguntarle lo que quería saber.

–El año pasado, cuando fui a tu casa, ¿Por qué no me echaste para poder dormir? –susurró ella.

–No eras una más, Paula. Eras importante para mí y quería que te quedaras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario