viernes, 29 de noviembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 50

–No, yo todavía no he terminado de hacer unas compras.

–Pero no puedo dejarla aquí sola, señora.

–Estaré bien –le aseguró Paula con impaciencia mientras miraba a su alrededor–. Aquí no hay ningún peligro, está lleno de gente.

El guardaespaldas no parecía muy convencido, sacó su teléfono móvil para hablar con alguien en español. Cuando colgó, se volvió hacia Delfina con una sonrisa.

–Sí. Puedo llevarla a casa, señorita –le dijo Sergio a Delfina.

–Gracias –repuso Paula sorprendida de que fuera tan razonable–. ¿Te importaría llevar estas bolsas de vuelta a la casa?

–Por supuesto que no, señora –le contestó García–. Pero quédese en esta zona del mercado, ¿De acuerdo, señora Alfonso?

–Lo haré, no te preocupes.

Le dió un abrazo a su hermana.

–Creo que Fernando y tú están hecho el uno para el otro –le susurró al oído.

–Gracias –le contestó Delfina–. Te quiero mucho, Pau.

Se despidió de los dos y se quedo sola. El aire del mercado estaba lleno de los exóticos aromas de las especias. También olía a cuero, a flores y a fuertes perfumes orientales. No terminaba de creerseque estuviera sin guardaespaldas y sin la niña. Ni siquiera estaba con su marido. Se encontraba sola en medio de ese remoto mercado y en un país desconocido para ella. Después de tantos meses, esa repentina libertad le produjo una sensación embriagadora. Sonrió e ignoró los gritos de los vendedores que trataban de captar su atención. Paseó por el mercado, sintiéndose ligera como una pluma mientras continuaba comprando regalos. Ya tenía juguetes para Olivia y recuerdos para su familia y para Pedro. No quería perder la oportunidad de verlo todo. Se fijó entonces en una estrella tallada en madera. Le recordó a la gran afición de Fernando, la Astronomía. Era algo que a ella siempre le había aburrido. Sintió que se le encogía el corazón al acordarse de él y recordó lo que su hermana le había dicho. Fernando le había escrito varias veces, Delfina había visto las cartas. Sintió de repente que le costaba respirar con normalidad. Elevó la vista al cielo y vio una bandada de pájaros que lo cruzaba en ese instante.

–Paula.

Contuvo el aliento al oír esa voz. Poco a poco, se dio la vuelta. Brandon McLinn estaba frente a ella. El tiempo se detuvo a su alrededor. Destacaba entre la multitud con su sombrero vaquero, una camisa a cuadros de franela y pantalones tejanos.

–¡Por fin! –le dijo Fernando acercándose a ella con los ojos llenos delágrimas–. Te he encontrado.

–¿Fernando? –susurró ella con un nudo en la garganta–. ¿De verdad eres tú?

–Sí –repuso con una sonrisa mientras agarraba sus hombros–. Estoy aquí.

–Pero, ¿Qué estás haciendo en Marruecos? ¿Cómo me has encontrado?

–Bueno, lo he conseguido de milagro –repuso más serio–. Desde luego, ese malnacido de Alfonso no me ha puesto las cosas nada fáciles.

–¡No hables así de él! –protestó ella.

Fernando parecía sorprendido al ver que lo defendía.

–Es que lo odio, ¿No lo odias tú? Me dijiste que era un mujeriego sin corazón, que era cruel y que no confiaba en nadie, que solo le importaba el dinero…

Era doloroso oír lo que ella misma le había dicho sobre Pedro. Se sintió muy mal.

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