lunes, 2 de diciembre de 2019

Amor y Traición: Capitulo 51

–Bueno, en realidad no es así –le dijo–. Ha cambiado.

–Vaya, parece que sufres el síndrome de Estocolmo, como todos los secuestrados. He estado muy preocupado por ti, Pau. Dejé que te llevara de mi lado y no pude hacer nada para salvarte.

Paula abrió mucho los ojos. Sus palabras la habían sorprendido.

–¿Acaso te sientes culpable?

–Juré que te buscaría por todas partes hasta que tú y tu bebé estuvierais de vuelta en casa, a salvo y libres.

–Pero estamos a salvo y somos libres, Fernando. Nuestro matrimonio tuvo un comienzo difícil, pero ha sido muy bueno con nosotras dos.

–¿Bueno? –repitió Fernando fuera de sí–. ¡Ese hombre me ha vigilado durante meses! Cuando Delfina me dijo que se iba a Marrakech, salí de casa en mitad de la noche para que no me viera el detective que vigila mi casa. Fui a Denver y compré un billete de avión. He estado en un hotel de esta plaza, siguiendo tus movimientos gracias a los mensajes de tu hermana.

–Entonces, sabías que estaba en el mercado, ¿No? Fuiste tú el que me observaba. Tenía la extraña sensación de que alguien me vigilaba.

–Tenía la esperanza de que te quedaras sola para poder acercarme a tí –le dijo su amigo–. Llevo meses tratando de ponerme en contacto contigo. Te he escrito, te he llamado, lo he intentado todo. En diciembre, me llamó en mitad de la noche para amenazarme. Yo le dije que iba a llamar a la policía de Nueva York, así que decidió sacarte del país. ¡Durante estos últimos cuatro meses, no tenía ni idea de dónde podrías estar!

Paula recordaba perfectamente la noche que sorprendió a Pedro hablando a altas horas de la madrugada con un competidor. Fue entonces cuando le propuso de repente que se fueran a España. Y, durante esos meses, nunca la perdía de vista ni la dejaba salir sin guardaespaldas. Siempre le decía que solo quería que estuviera a salvo.

–Me prometí a mí mismo que no te abandonaría, que trataría de encontrarte –le dijo Fernando–. Ha sido desesperante ver que ese hombre te tenía prisionera y no conseguía liberarte.

«¿Prisionera?», se repitió Paula sin poder creer lo que oía. Tenía una terrible sensación de malestar en el estómago. Empezaba a temer que Pedro no quería hablarle de amor.

–Siempre supe que ese hombre no te convenía –prosiguió Fernando–. Lo supe desde el primer momento, cuando me contasteque te había alquilado un piso en el Village. Supe entonces que Pedro te deseaba y, por el sonido de tu voz, me quedó muy claro que tú ibas a permitir que te sedujera.

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