lunes, 23 de diciembre de 2019

Destino: Capítulo 17

El día de su veintiún cumpleaños, le había pedido que se casase con él. A pesar de que ambos eran demasiado jóvenes, Paula no podía imaginarse un futuro sin Pedro y le había dicho que sí. Echaba de menos aquella época y el cosquilleo que había sentido en el estómago cada vez que la había besado.

Suspiró y se dió cuenta sorprendida de que mientras recordaba todo aquello había plantado toda la parte delantera del hostal de flores. Seguro que su madre estaba deseando que entrase a ocuparse de los niños. Así que se puso en pie, se estiró y se estaba frotando la dolorida espalda cuando oyó el motor de una camioneta a su lado. Deseó que no se tratase de Pedro, ya que todavía no estaba preparada para volver a verlo. Cuando se giró, vió a una mujer bajando de la camioneta y reconoció a su hermana pequeña, Luciana Alfonso.

—¡Hola, Paula! ¿Te acuerdas de mí? Soy Luciana.

—Por supuesto que me acuerdo de tí —exclamó ella.

Luciana se acercó con los brazos abiertos y Paula se quitó los guantes antes de abrazarla.

—¿Cómo estás? —le preguntó.

A pesar de llevarse seis años, habían sido buenas amigas y a Paula siempre le había gustado la idea de tener a Luciana de hermana cuando se casase con Pedro. Antes de la muerte de sus padres, Luciana había sido una adolescente divertida y simpática, segura de sí misma y mimada por sus tres hermanos mayores, pero todo había cambiado después de que presenciase el asesinato de sus padres.

—Estoy bien —respondió Luciana.

Paula esperaba que fuese cierto. Los meses siguientes a la muerte de sus padres habían sido muy duros para ella, que, durante semanas, se había negado a salir del rancho familiar y había insistido en estar siempre acompañada por uno de sus hermanos. Luciana y su dolor habían sido otro de los motivos por los que Paula había intentado convencer a Pedro de posponer su boda, que estaba organizada para seis meses después de los asesinatos, pero él había insistido en que sus padres no habrían querido que cambiasen de planes. Pero ya nada de eso tenía importancia. Luciana se había convertido en una mujer muy guapa, morena como sus hermanos y con los mismos ojos verdes que ellos.

—Estás estupenda —le dijo Paula.

Luciana hizo una mueca y volvió a abrazarla.

—Lo mismo digo. No me puedo creer que haya pasado tanto tiempo.

—¿A qué te dedicas? ¿Conseguiste entrar en la Facultad de Veterinaria?

Paula vió algo en los ojos de Luciana, pero esta se limitó a encogerse de hombros.

—No, fui una temporada, pero después decidí que la universidad no estaba hecha para mí. Así que estoy en el rancho, ayudando a Federico con su hija. Y adiestrando caballos y perros.

—Eso es genial —le dijo Paula, aunque en parte le entristeciese que Luciana no hubiese conseguido su sueño de ser veterinaria.

El violento asesinato de los Alfonso en un intento de robo de su colección de arte les había cambiado la vida a todos y había sacudido a la ciudad entera, en la que no había habido ningún incidente tan grave desde los años treinta.

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