lunes, 23 de diciembre de 2019

Destino: Capítulo 18

Cada uno de los hijos había reaccionado de una manera diferente. Federico se había volcado en el rancho y en cuidar de sus hermanos pequeños. Trace se había vuelto todavía más serio. Luciana se había encerrado en sí misma. Y Pedro había intentado ocultar sus emociones y fingir que todo iba bien a pesar de estar destrozado por dentro.

—Estoy buscando a Pedro —le dijo Luciana—. Tenía que ir a comprar pienso y he pensado que a lo mejor quería desayunar conmigo en The Gulch.

A Paula le encantaba The Gulch, era su cafetería favorita de la ciudad y todavía no había ido desde su vuelta. Pensó que tenía que llevar a los niños a desayunar allí un día.

—Pedro no está, lo siento. Se ha marchado hace una media hora. Creo que iba al parque de bomberos. Ha dicho que terminaba de trabajar a las seis.

—Ah. De acuerdo. Gracias —respondió Luciana, quedándose pensativa un instante—. ¿Supongo que no te apetecerá a tí venir a desayunar conmigo?

Paula miró a la otra mujer, conmovida por la invitación y sorprendida al mismo tiempo. Se preguntó si Pedro no le habría contado a su familia que había sido ella la que había cancelado la boda. Estaba casi segura de que no lo había hecho, si no, Luciana no habría sido tan simpática con ella. Los Alfonso eran como una piña. Esa había sido una de las cosas más difíciles de la ruptura. Romper con Pedro no solo había significado perder todos los sueños que había tenido, sino también a la gran familia que siempre había deseado tener, ya que había sido la hija única de unos padres mayores y demasiado centrados en ellos mismos y en su trabajo. Por un momento, se sintió tentada a ir a desayunar con Luciana. Se le hizo la boca agua solamente de pensar en los bollitos recién hechos de Lou Archuleta. Además, tenía ganas de ponerse al día con la hermana de Pedro, pero antes de que le diese tiempo a responder, sus hijos salieron corriendo de casa.

—¡Mamá! La abuela ha hecho pasteles. Riquísimos —gritó Sofía.

—Tortitas, no pasteles —la corrigió Agustín—. No se desayunan pasteles, Sofi. Mamá, ha dicho la abuela que entres a lavarte. ¡Date prisa! La abuela va a dejarme dar la vuelta a una tortita.

—Ah.

Luciana sonrió a los niños.

—Lu, estos son mis hijos, Sofía y Agustín. Niños, esta es mi amiga Luciana. Es la hermana del jefe de bomberos Alfonso.

—Me gusta el jefe Alfonso —declaró Agustín—. Me ha dicho que me detendrá si provoco otro incendio. ¿Tú crees que lo hará?

Luciana asintió muy seria.

—Todo lo que dice mi hermano, lo dice de verdad. Debes tener mucho cuidado para no provocar ningún incendio.

—Lo sé. Lo sé. Ya me lo han dicho un millón de veces. Mamá, ¿Puedo volver a ayudar a la abuela con las tortitas?

Paula asintió y Agustín volvió corriendo a la casa con su hermana a la zaga.

—Son preciosos, Pau. De verdad.

—Gracias —respondió ella sonriendo.

Le pareció ver envidia en los ojos de la otra mujer, y se preguntó por qué Luciana no habría formado una familia. ¿Seguiría teniendo miedo? Sin pensarlo, señaló hacia la casa.

—¿Por qué no te quedas a desayunar aquí? Estoy segura de que a mi madre no le importará poner un plato más.

Luciana la miró sorprendida.

—No, no puedo.

—¿Por qué no? Las tortitas de mi madre son deliciosas. De hecho, dentro de una semana empezaremos a ofrecer desayunos a nuestros huéspedes. La idea es empezar con algunas de las especialidades de mamá, como tortitas y tostadas francesas, pero también vamos a ofrecer otros productos locales. Ya he hablado con el Java Hut para que nos traigan su café y con los Archuleta para dar a probar sus pasteles.

—Qué buena idea.

—Tú puedes ser nuestro conejillo de Indias. Entra y desayuna con nosotros. Estoy segura de que mi madre se alegrará de tener compañía.

Ella se alegraba. Echaba de menos tener una amiga. Su mejor amiga del instituto se había mudado a Texas con su marido y Paula no había tenido la oportunidad de hacer amistad con nadie más. A pesar de que se escribía con sus amigos de Madrid, no era lo mismo que tomarse un café y unas tortitas con alguien a quien conocía desde hacía tanto tiempo.

—Encantada —exclamó Luciana—. Gracias, seguro que Pedro encuentra con quién desayunar.

A juzgar por los rumores que Paula había oído, estaba segura de que Pedro tendría compañía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario