miércoles, 4 de diciembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 60

Paula se sentó a la mesa de la cocina. Estaba de vuelta en la granja de sus padres y tenía en sus temblorosas manos los papeles del divorcio.

–Será algo rápido e indoloro –le había asegurado su abogado cuando se los entregó–. He marcado con una pegatina amarilla los sitios donde tiene que firmar. Todo estaba ya muy bien estipulado en el acuerdo prenupcial. Compartirán la custodia y el señor Alfonso ha sido muy generoso con la pensión alimenticia y de manutención. Será la mujer más rica de todo el condado de Fern. Menos mal que no todos los casos de divorcio son tan rápidos ni tan fáciles. De otro modo, mi bufete estaría en quiebra –había añadido con una sonrisa.

Pero a ella no le parecía rápido y mucho menos, indoloro. Miró a su hija, caminaba por la cocina con ayuda de un viejo andador que habían usado tres generaciones de bebés de su familia. A pesar de las lágrimas, no pudo evitar sonreír al ver lo contenta que estaba su pequeña.

–¿Pa-papá? –preguntó Olivia.

Paula dejó de sonreír y miró de nuevo los papeles.

–Muy pronto, mi amor –le dijo con un nudo en la garganta–. Lo verás mañana.

Olivia iría al día siguiente a Nueva York para pasar la semana con Pedro y ella tendría que soportar siete largos y dolorosos días sin su hija. Las cosas cambiarían a la semana siguiente y sería Pedro entonces el que estaría solo. Él había sido justo y muy generoso al permitir que ella  pudiera vivir en Dakota del Norte. Usaban el avión privado de él para trasladar a la niña. No sabía cómo iban a hacerlo cuando llegara el momento de que Olivia empezara a ir a la escuela, pero estaba segura de que lo solucionarían por el bien de su hija. Según estaba aprendiendo, el dinero podía resolver cualquier problema. Excepto lo que le pasaba a ella. Paula no quería su dinero. Lo quería a él, seguía enamorada de Pedro, pero él la había dejado marchar. No lo había visto durante los dos meses que habían pasado desde que se fuera de Marrakech con su hija, con Fernando y con su familia. Desde entonces, solo habían estado en contacto a través de sus respectivos abogados. Y la señora McAuliffe era la que se encargaba de recoger o llevarle a Olivia cada semana. No lo había visto, pero soñaba con él cada noche. Recordaba muy bien las últimas horas que habían pasado juntos, cuando se habían besado junto a la fuente de los jardines de Marrakech. Después, habían hecho el amor con más pasión que nunca y con total desesperación, conscientes sin duda los dos de que era la última vez que estaban juntos. Lo que mejor recordaba era el momento en el que él le había dicho por fin las palabras por las que había tenido que esperar tanto tiempo. Era un momento que guardaba en su corazón.

1 comentario: