miércoles, 11 de diciembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 70

La esperaba al final del pasillo, estaba muy guapo y sus ojos se iluminaron cuando la vió. A su lado estaban el padrino y la dama de honor, a los que solo les quedaban dos meses para casarse. La pierna de Delfina no estaba del todo curada y aún tenía que usar una muleta, pero resplandecía de felicidad. Habían hecho planes para comprarse una pequeña granja cuando el seguro les diera la indemnización del accidente. Se le hizo un nudo en la garganta al ver tan felices a dos de las personas que más quería en el mundo. Ella también lo era. Ese día iba a casarse con su mejor amigo. Pero Pedro no era solo su mejor amigo, también era su alma gemela, su amante, el hombre en el que confiaba plenamente y el padre de su hija. El hombre con el que quería dormir todas las noches y con el que quería despertar cada mañana. El hombre con el que quería pelearse y hacer el amor. El hombre con el que quería reír y al que iba a amar durante el resto de su vida.

–Queridos amigos –comenzó el párroco–, estamos aquí reunidos hoy…

 Mientras pronunciaba las mágicas palabras que los convertirían de nuevo en marido y mujer, Paula miró a Pedro. Había mucho amor en su rostro y devoción en sus ojos.

–¿Quién entrega a esta mujer para casarse con este hombre? – preguntó el oficiante.

–Su madre y yo –repuso Miguel con voz temblorosa.

Besó a su padre y sonrió al ver a su madre en la primera fila y con Olivia en su regazo. Mientras avanzaba la ceremonia, Paula escuchó el suave viento meciendo la cebada y se estremeció cuando Pedro le leyó los votos con su bella voz. Fue consciente de cada instante y no pudo evitar que le temblaran las manos cuando se intercambiaron las alianzas. Sonrió al darse cuenta de todo lo que simbolizaba ese anillo. Estaba deseando contarle que su familia seguía creciendo.

Tras la boda, quería decirle que iba a volver a ser padre. El nuevo bebé iba a nacer en febrero. Decidió que le susurraría la buena noticia al oído durante su primer baile. Tenían toda la vida por delante y nunca había sido tan feliz. Pensó que estaría bien pasar allí el verano, el otoño en Nueva York y elinvierno en España. Pero cuando llegara el momento de que naciera el bebé, sabía que solo había un lugar donde quería estar, en su hogar. Miró a Pedro y se dió cuenta de que él era su hogar. Cuando estaba en sus brazos, se sentía de vuelta en casa. Estuviera donde estuviera.

–¿Y usted, Paula Chaves, toma a este hombre como su legítimo esposo, para lo bueno y para lo malo, en la riqueza y en la pobreza, para amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe?

Paula se volvió para mirar a su niña, a su familia y a sus amigos. Era exactamente como siempre había imaginado que sería su boda. Cerró los ojos, respiró hondo y recordó todos los sueños imposibles que había tenido de niña. Luego los abrió, miró a Pedro y pronunció las palabras que tenían el poder de convertir todos esos sueños en realidad.




FIN

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