lunes, 2 de diciembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 55

Fue como un fuerte puñetazo en el estómago que dejó a Pedro sin respiración. Cuando había visto a Paula abrazada a McLinn, había sido como estar viviendo su propia pesadilla y ver que era real. Nunca había sentido tanta furia. Le entraron ganas de matar a ese hombre con sus propias manos y podría haberlo hecho si Paula no lo hubiera evitado. Se dejó caer en la cama con la vista perdida en el anillo de diamantes. Se dió cuenta en ese instante de que verla con otro hombre no había sido lo peor que le podía pasar, lo peor era que ella quisiera dejarlo. De algún modo, siempre había sabido que ese día iba a llegar. Y era casi un alivio vivirlo y no tener que seguir preguntándose cuándo iba a suceder. Cerró el puño sobre el anillo.

–Comenzaré mañana mismo el proceso de divorcio –le dijo con un nudo en la garganta.

–¿Qué? –repuso Paula.

–Haré lo que debería haber hecho hace tiempo –añadió mirándola a los ojos–. Te dejaré libre.

Las lágrimas mojaban su pálido rostro, pero seguía siendo preciosa.

–No puedo vivir con un hombre que no confía en mí, alguien que trata de controlar todos los aspectos de mi vida.

–Lo entiendo –repuso él con una triste sonrisa.

Paula estaba tan pálida que parecía un fantasma.

–No pensé que me fueras a dejar ir tan fácilmente –reconoció ella.

Trató de ignorar el terrible dolor que lo consumía por dentro.

–Estoy cansado de estar siempre preguntándome qué estarás pensando o qué estarás haciendo –le dijo con frialdad–. Cansado de esperar a que llegue el día en que veas cómo soy y me dejes para siempre –añadió poniéndose de pie y acariciando su mejilla–. Es casi más fácil así.

–Y Olivia… –susurró Paula.

El dolor que sentía en su pecho se hizo más intenso aún.

–Siempre vamos a ser sus padres y, por su bien, nos trataremos con respeto. Pagaré su manutención y compartiremos la custodia.

–De acuerdo –le dijo ella mirándolo algo aturdida–. De acuerdo.

–Y si hay otro niño… –susurró él con una sonrisa triste–. Esta vez sí me lo dirás, ¿Verdad?

–Sí, por supuesto.

–Muy bien. Tu familia y tú pueden volver a Estados Unidos mañana mismo.

Vió que a Paula le temblaba todo el cuerpo.

–¿Y Fernando?

–Claro –repuso con una mueca–. Ya me has dicho alguna vez que él es un miembro más de tu familia, ¿Verdad? Yo, en cambio, nunca lo he sido.

Paula tragó saliva y lo miró con un gesto suplicante.

–No-no vas a hacerle daño, ¿Verdad?

Extendiendo la mano, Pedro acarició su melena castaña. Aunque sabía que era la despedida, seguía fascinado por la belleza de Paula. Sobre todo en ese momento, cuando iba a perderla para siempre.

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