miércoles, 4 de diciembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 58

Se separó de ella y miró su hermoso rostro mientras trataba de recobrar el aliento. También había deseo en sus ojos verdes. Sin decir nada, la tomó en sus brazos y la llevó en silencio hasta su habitación. Sabía que la llevaba por última vez a su cama. La dejó sobre el colchón y comenzó a desnudarla con la única luz que les proporcionaba la luna que se colaba por las rejas de la ventana. Le quitó primero la blusa, besándole el cuello, los hombros y los brazos mientras lo hacía. Se deshizo después de la falda y acarició sus suaves piernas desnudas. La besó tras las rodillas, había aprendido que era uno de sus puntos más sensibles. Le quitó el sujetador de encaje blanco y acarició sus pechos, lamiéndolos después hasta que Paula se quedó sin aliento.

–Paula –le suplicó con emoción–, mírame a los ojos.

Ella hizo lo que le pedía y lo miró con los ojos llenos de lágrimas. Le bajó entonces sus braguitas muy lentamente. Él seguía completamente vestido y fue bajando por su cuerpo sin dejar ni un centímetro de su piel sin besar. Cuando llegó a sus muslos, le dedicó toda su atención a la sensible cara interna, subiendo lentamente por ellos hasta llegar a su sexo. Dejó que ella sintiera entonces su cálido aliento entre las piernas. Su aroma lo tentaba, era incapaz de resistirse. Separó sus muslos con las manos y la probó. Era dulce y suave como la seda. Comenzó a jugar con su lengua sobre el centro de su placer y sintió cómo todo su cuerpo se retorcía de placer. Paula trataba de apartar las caderas, como si no pudiera soportar la intensidad de las sensaciones, pero él la sujetó con fuerza contra la cama, obligándola a aceptar el placer que podía proporcionarle con la lengua. No dejó de hacerlo hasta sentir que comenzaba a temblar. Fue entonces cuando deslizó un dedo en su interior sin dejar de besarla de la manera más íntima posible y Paula se aferró a las sábanas de algodón y arqueó la espalda. Sintió cómo se levantaba su cuerpo del colchón y se tensaba cada vez más hasta que explotó, gritando con fuerza y moviéndose sin control, completamente vulnerable y entregada. Vio con satisfacción su rostro, sabiendo que él le había dado ese placer. También había llorado de dolor por su culpa, pero era un alivio saber que era capaz también de hacerle gritar de alegría.

–Te amo –le susurró entonces su esposa.

Tomó su cara entre las manos con muchísima ternura.

–Lo sé.

La besó apasionadamente, podía sentir cuánto lo deseaba Paula. Aunque seguía completamente vestido con su traje negro, se tumbó sobre ella para que pudiera sentir su erección, dura y palpitante, entre los muslos. Ella gimió y se aferró a su cuello casi con desesperación. Trató de quitarle la corbata, pero le temblaban demasiado las manos. Pedro se apartó y lo hizo él mismo. En cuestión de segundos, estaba tan desnudo como ella. Sin decir una palabra, la besó y siguió acariciándola, diciéndole con sus manos y su boca lo que no sabía cómo explicar con palabras. Se tumbó sobre ella y sintió sus suaves pechos contra su torso.

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