miércoles, 18 de diciembre de 2019

Destino: Capítulo 10

¿Eso le había contado a su madre? Paula ya no se acordaba.

—Actuaste con tal frialdad después de cancelar la boda, como si no te afectase, que pensé que no te importaría que Pedro estuviese aquí, si no, no habría aceptado su ayuda.

Paula sabía que diez años antes se había esforzado por que nadie se diese cuenta de que Pedro le había roto el corazón. Había fingido estar contenta con la decisión y emocionada con la idea de tener todo un futuro por delante, cuando en realidad se había quedado destrozada después de la ruptura.

—De acuerdo, necesitamos la ayuda y Pedro trabaja muy bien — admitió por fin—, pero ¿Por qué le has ofrecido una habitación?

Alejandra se encogió de hombros y le echó limón al pollo que estaba preparando.

—Fue idea suya —añadió.

Paula se preguntó para qué querría Pedro estar alojado en el hostal. A juzgar por la cara que había puesto al verla, lo que quería era mantener las distancias. Seguro que estaba incómodo con la situación, lo mismo que ella. Tal vez quisiese vengarse. Al fin y al cabo, había sido ella la que lo había dejado. Suspiró. Sabía que él no era así.

—Al parecer, se le terminaba el contrato de alquiler de su departamento —le contó Alejandra—. Se está construyendo una casa en el cañón, que, por cierto, me han dicho que está quedando preciosa, pero no estará terminada hasta dentro de unas semanas. Nos ahorraremos el dinero de pagar a un carpintero a cambio de una habitación que, probablemente, iba a estar vacía de todos modos. Así que pensé que te alegraría la idea. A mí me pareció una solución perfecta.

Una solución perfecta para todo el mundo menos para ella. ¿Cómo iba a sobrevivir con Pedro sonriéndole y mirándola con sus bonitos ojos verdes, hablándole con su deliciosa boca que tantas veces había probado? Suspiró.

—Todavía puedo decirle que no —dijo su madre—. Iba a traer sus cosas durante la mañana, pero puedo llamarlo y decirle que no venga. Ya encontraremos a otro carpintero, cariño, si vas a estar incómoda con Pedro aquí.

Paula supo que su madre estaba siendo sincera y, por un instante, se sintió tentada a decirle que lo llamase, pero sabía que Pedro se daría cuenta de que era ella la que no quería tenerlo allí. No quería que pensase que la incomodaba tenerlo cerca. Era mejor que continuase pensando que le era completamente indiferente. Así que no tenía opción. Estaba atrapada. No era la primera vez que tenía esa sensación. La había tenido durante los últimos siete años, desde que se había casado con Javier Santiago. Había sabido desde el principio que era un error casarse con él y había intentado no hacerlo, pero para entonces ya estaba embarazada de Agustín. Y Javier, que para eso había sido muy conservador, había insistido en que la única opción era el matrimonio. Ella había intentado convencerse a sí misma de que estaba enamorada. Javier había sido un hombre guapo y encantador, y la había hecho reír mucho con su manera de intentar conquistarla. Se había esforzado en ser una buena esposa y había intentado quererlo, pero no había sido suficiente. Para ninguno de los dos. No obstante, se había visto atada a él por Agustín y Sofía. Con Pedro era diferente. No podía controlar lo que había hecho sumadre, pero sí su propia respuesta ante aquello.

—¿Quieres que lo llame? —volvió a preguntarle Alejandra.

Ella se obligó a sonreír.

—No, mamá. Lo siento. Es solo que… me ha sorprendido. Todo irá bien. Tienes razón, es una buena idea.

Sofía entró en la cocina, al parecer, cansada de jugar, y le dió a su madre uno de esos generosos abrazos que Paula ya necesitaba casi tanto como respirar.

—Tengo hambre, mamá.

—La abuela nos está preparando una comida deliciosa. Tenemos mucha suerte de tenerla, ¿Verdad?

Sofía asintió mientras sonreía de oreja a oreja.

—Te quiero, abuela.

—Y yo a tí, cariño —respondió Alejandra, sonriendo también.

Aquello, sus hijos, era mucho más importante que sentirse incómoda con Pedro. Estaba intentando convertir el hostal en un lugar rentable para todos. Tenía la oportunidad de hacer realidad su sueño de que fuese un lugar acogedor y refinado y había llegado el momento de tomar el control de su vida y de labrarse un futuro para ella y para sus hijos. Y no podía permitir que él estropease eso. Solo tenía que recordarse a sí misma que hacía diez años que no lo quería y todo iría bien.

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