lunes, 2 de diciembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 54

–Estaba tratando de protegerte, de protegernos a los tres.

–Fernando me dijo que lo tenías vigilado. ¿También lo hiciste conmigo? ¿Y con mi familia?

Pedro la miró un instante, después apartó los ojos.

–Diego Johnson me mantenía informado.

–¿Diego Johnson? –repitió sin poder creérselo–. ¿El detective que usas en Petróleos Alfonso para obtener información sobre tus competidores y tus enemigos? ¿Qué soy yo? ¿Una competidora o una enemiga?

–Tú eres mi esposa –le dijo Pedro con firmeza–. Solo quería que estuvieras a salvo.

Estaba tan confusa que se sentía entumecida, no sabía qué pensar.

–¡A salvo!

–¿Qué querías que hiciera? ¿Permitir que otro hombre destruyera nuestro matrimonio?

Le dolía la garganta. Cerró los ojos un instante.

–No, ya lo has destruido tú –susurró entonces.

Siguieron en silencio hasta llegar a la entrada del palacio donde se alojaban.

–Hemos dejado a Fernando herido en medio de ese zoco… –le dijo ella entonces con angustia.

–Enviaré a alguien para comprobar si está bien –repuso Pedro con frialdad–. No queremos que tu amigo se sienta abandonado y solo.

Pedro estacionó el coche, apagó el motor y salió. Paula no se movió. Se quedó mirando la casa, los maravillosos jardines y las palmeras junto a la piscina. Le parecía un paraíso. Pero ella se sentía muerta por dentro, no podía reaccionar. Pedro abrió su puerta y le tendió la mano.

–Vamos, querida.

Dejó que la sacara del coche y la llevara de la mano hasta la casa. Dentro, todo estaba tranquilo. Supuso que sus padres y la niña seguían durmiendo, solo se oía el murmullo suave de la fuente. Se fijó en la mano que sujetaba la suya, tan fuerte y protectora como siempre. Pero todo había cambiado en unas horas. Esa misma mañana, se había sentido feliz, todos sus sueños se estaban haciendo realidad.

–¿Por qué lo hiciste? –le preguntó ella mientras atravesaban el patio interior del palacio–. ¿Por qué?

–Estoy cansado, Paula – repuso Pedro–. Cansado de intentar mantenerte a mi lado y sentir que estoy fracasando. Cansado de saber que, haga lo que haga, no será suficiente.

–Yo no he hecho otra cosa que quererte.

–El amor está bien –le dijo él con los ojos brillantes–. Pero no cambia nada.

Ella lo miró fijamente, no podía creer lo que estaba diciéndole.

–¿Eso es lo que piensas?

–No lo pienso, lo sé –repuso Pedro con seriedad.

Paula sintió que era el final, había conseguido helar por completo su corazón.

–Tenías razón en una cosa –le dijo ella–. Fernando estaba enamorado de mí. Pero te has equivocado en el resto. Eres un padre maravilloso, Pedro, pero un marido terrible.

Oyeron que se acercaban unos criados por el pasillo y Pedro la metió en su dormitorio, cerrando la puerta enseguida.

–Siempre supe que algún día descubrirías cómo soy en realidad –le dijo Pedro en voz baja.

No podía dejar de llorar.

–Te quería, Pedro –susurró con voz temblorosa–. Te he querido de verdad.

–¿Me querías? –repitió Pedro con angustia.

–Habría hecho cualquier cosa para conseguir que tú también me quisieras –le dijo ella–. Cualquier cosa.

Con un profundo suspiro, Paula levantó la vista y lo miró a los ojos.

–Pero no voy a ser tu prisionera –añadió quitándose su anillo y entregándoselo con una mano temblorosa–. Así que tampoco puedo ser tu esposa.

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