miércoles, 4 de diciembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 59

Encajaban a la perfección, como dos piezas de un puzle. Se estremeció al sentir la suave y húmeda piel de esos muslos contra su erección. Paula no dejaba de jadear excitada, retorciendo su cuerpo y agarrando sus caderas con las manos para sentirlo por fin dentro de ella. Era imposible resistirse. Pero no quería dejarse llevar, todavía no. Era difícil mantenerse lejos de lo que más deseaba en su vida, pero era la última vez y deseaba alargar al máximo ese momento. Sabía que, mientras Paula estuviera en sus brazos, no tendría que enfrentarse a la angustia y el dolor que lo esperaban al otro lado, en el mundo real. No tendría que enfrentarse a la horrible soledad que iba a sentir sin ella. Paula acarició su espalda. No podía ignorar la maravillosa sensación de esos turgentes pechos contra su torso. Podía sentir su calor y cómo contenía el aliento. Agarró los hombros de ella y cerró los ojos, tratando de resistir un poco más, pero ella lo conocía demasiado bien. Comenzó a moverse debajo de él mientras succionaba el lóbulo de su oreja y acariciaba la parte posterior de sus muslos, por debajo de las nalgas. Podía sentir cuánto lo deseaba y, sin fuerzas para seguir resistiendo, se rindió. Su cuerpo tomó las riendas y se hundió con fuerza dentro de ella. Fue increíble, nunca había sentido un placer tan intenso. Todo su cuerpo estaba en tensión y se dejó llevar hasta lograr las cimas máximas de placer. Apenas podía controlarse y temió que todo terminara demasiado pronto, quería alargar lo máximo posible ese último encuentro de sus cuerpos. Tenía que hacerlo. Sabía que no iba a poder vivir sin ella. Se tumbó boca arriba sin soltarla para que Paula quedara sentada a horcajadas sobre él. Dejó que ella controlara el ritmo y la velocidad de los movimientos.

Después de esos meses compartiendo cama, la que había sido un año su virginal secretaria se había convertido en una ardiente y seductora mujer. Había pensado que le sería más fácil controlarse con ella sobre él, pero le estaba sucediendo todo lo contrario, estaba más excitado aún. No podía dejar de mirar cómo se balanceaban sus grandes pechos mientras ella lo montaba, logrando estar cada vez más dentro de ella. Al final, Pedro cerró los ojos y se aferró a la cabecera de la cama. Cada vez era más intenso, más excitante y rápido. Y ella estaba tan húmeda… Sin poder hacer nada para evitarlo ya, Paula lo empujó hasta un abismo de placer. Agarró sus caderas con las manos y sintió cómo se le aceleraba el pulso cuando ella echó hacia atrás la cabeza y gritó de placer. Miró su bello rostro transformado por el éxtasis y no pudo resistirse por más tiempo. Con una última embestida, explotó dentro de ella, alcanzando los dos el clímax al mismo tiempo. Paula se derrumbó encima de él y se abrazaron, sudorosos y felices, completamente satisfechos.

Algún tiempo después, Pedro la sostuvo entre sus brazos y esa vez se dio cuenta de que era una suerte saber que no iba a poder dormirse a su lado. Así podría abrazarla toda la noche y contemplar su dulce rostro a la luz de la luna mientras dormía. Era una sensación increíble sentirla en sus brazos, tan cálida y bella. Le pesaban los párpados y cerró los ojos. Le dio un beso en la sien. Como siempre, su pelo olía a flores y a vainilla. La quería tanto que sentía que ese amor podría llegar a matarlo. Quería abrazarla toda la noche, saborear cada hora, cada minuto…

Pedro se despertó sobresaltado. La luz del amanecer entraba por la ventana y se dio cuenta de que, por primera vez, había conseguido dormir junto a su esposa. Presa del pánico, se dió la vuelta en la cama. El lado de Paula estaba vacío. Por primera vez también, había sido ella  la que lo había abandonado en mitad de la noche. Lo había dejado y supo entonces que así iba a estar el resto de su vida. Completamente solo.

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