viernes, 20 de diciembre de 2019

Destino: Capítulo 14

Mucho después de que Pedro se hubiese marchado, Paula continuó trabajando en el jardín con manos temblorosas, castigándose por haberle dicho nada. Cuando se había girado y lo había visto acercándose, tenía que haber tirado la pala al suelo y haberse metido en casa. Reprodujo una y otra vez su conversación en la cabeza. Si no hubiese tenido los guantes tan sucios, se habría tapado la cara con las manos.

En primer lugar, ¿Por qué le había hablado de Javier y de sus infidelidades? Pedro era la última persona de Pine Gulch con la que debía haber compartido aquello. Ni siquiera su madre sabía lo difíciles que habían sido esos últimos años de matrimonio y que ella se habría marchado de casa si no hubiese sido por los niños y por la adoración que estos sentían por Javier. No obstante, se lo había contado. Y eso que había querido que pensase que había sido feliz después de marcharse de allí. Lo único que había conseguido era que se compadeciese de ella. Por si fuese poco, también había sacado el tema de su pasado, algo que había jurado no hacer. Seguro que, al volver a hablar de ello, él se había preguntado si le estaba dando vueltas al tema, lo que saboteaba todo su plan de parecer fría e indiferente ante él. Siempre había conseguido que le contase cosas que no le debía contar y ella había pensado a menudo que el policía tenía que haber sido él y no su hermano gemelo, David.

De joven, siempre se lo había contado todo. Habían hablado de la presión de sus padres para que Paula destacase en el colegio, de las chicas de su clase, que no querían que saliese con ellas debido a esas notas, de su primer enamoramiento de otro chico que no era él,por supuesto. Eso no se lo había contado hasta mucho tiempo después. Era probable que se hubiesen conocido en la escuela elemental, pero lo único que recordaba de aquel entonces era verlo en la cantina. Un chico grande y de aspecto duro, con un gemelo idéntico y que siempre sonreía a todo el mundo. Pedro siempre había ido dos cursos por delante de ella y se había movido en otros círculos.

El primer recuerdo real que tenía de él era en secundaria. Lo recordaba atlético y guapo, haciendo reír siempre a todo el mundo. Ella, por su parte, había sido callada y tímida, y había dedicado los recreos a leer en vez de estar por los pasillos con sus amigas, riendo y hablando de chicos. Había coincidido con Pedro en una clase de Español y la señora Baker los había sentado juntos. Lo normal era que, a esa edad, los chicos no quisieran tener nada que ver con chicas más jóvenes, desgarbadas e inseguras, pero mientras intentaban aprenderse los verbos, se habían hecho amigos. A ella le había encantado su sentido del humor y, al parecer, Pedro había apreciado su facilidad para aprender español. Así que habían empezado a quedar para estudiar, a menudo antes de las clases porque después él siempre había tenido entrenamiento de algún deporte. Paula todavía recordaba el momento en que se había dado cuenta de que estaba enamorada de él. Había sido una mañana en la biblioteca, mientras lo esperaba. Solía llegar la primera porque vivía en la ciudad y podía ir andando. Pedro y su gemelo acostumbraban a ir en la camioneta de su hermano mayor, Federico.

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