lunes, 9 de diciembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 61

–Te quiero como nunca he querido a nadie –le había dicho Pedro–. Pero no sé cómo amarte sin hacerte daño.

Había soñado durante mucho tiempo con esas palabras, pero en esos momentos le dolía recordarlas, eran como un veneno. Había llorado durante semanas, hasta que se quedó sin lágrimas. Pero no se arrepentía de la decisión que había tomado, no podía vivir siendo su prisionera. Dos lágrimas cayeron sobre los papeles del divorcio. Cuando regresó a casa, una parte de ella había deseado estar de nuevo embarazada y tener así al menos una razón para hablar con su marido. Pero también esa esperanza se había desvanecido.

–Mamá –la llamó Olivia con su media lengua.

Tenía los mismos ojos oscuros de su padre y la miraba con preocupación. Se secó los ojos y le dedicó a su hija una sonrisa temblorosa.

–Todo está bien, no te preocupes, cariño.

Solo tenía que firmar los papeles y dárselos a su abogado. Así, volvería a ser Paula Chaves. Algo brillante atrajo su atención, era el llavero de oro y diamantes que le había regalado Pedro. Tenía sus iniciales de casada. Parecía fuera de lugar en la modesta cocina, pero no tanto como lo que había llegado a la granja el día anterior. Tomó su taza de café y se acercó a la ventana de la cocina. Apartó la cortina y vió, al lado de la vieja camioneta de su padre, su flamante Rolls-Royce plateado. Era surrealista verlo allí, junto a los campos de cebada.  Cerró los ojos. Nunca creyó que fuera a tener la fuerza necesaria para dejar a Pedro. Pero tampoco había creído posible que él la dejara marchar. Y sabía que había seguido adelante con su vida. Ya había visto fotos de Eduardo en una revista del corazón. Estaba en una gala benéfica en Nueva York con la joven duquesa española. Se preguntó si acabaría casándose con ella cuando su divorcio fuera oficial. Era un pensamiento muy doloroso y, por primera vez, entendió de verdad cómo se habría sentido él cuando creyó que ella estaba enamorada de Fernando. Se había dado cuenta de que era muy difícil dejar libre a la persona que más amaba en esa Tierra. Pero Pedro lo había hecho y sabía que ella debía hacer lo mismo.

Oyó el motor de un vehículo acercándose por el camino y volvió a asomarse a la ventana. Sonrió al ver a Fernando y a Delfina en el todoterreno de él. El corazón de su amigo no había tardado en recuperarse. Desde que volvieran de Marruecos, Fernando había encontrado en Delfina el amor que había estado buscando. Y el día anterior, le había pedido a su hermana que se casara con él. Sus padres habían tomado la noticia con cierta preocupación al principio, pero después vieron que se amaban de verdad y estaban muy contentos por ellos.

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