lunes, 9 de diciembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 62

La noticia del compromiso se había extendido rápidamente por el condado de Fern, y gracias a la publicación de su madre en Internet, ya lo sabía también el resto del mundo. Paula estaba muy emocionada. Le parecía increíble que su mejor amigo y su hermana estuvieran comprometidos y pensaran casarse en septiembre de ese mismo año. Cuando los vió entrar por la puerta, los recibió con una sonrisa.

–Estén comprometidos o no, a mamá y a papá no les ha gustado que pasaras la noche fuera de casa, Delfi –le advirtió a su hermana pequeña.

–¡Pero si ha sido totalmente inocente! –protestó Fernando sonrojándose–. Bueno, casi totalmente inocente…

–Hemos estado en la colina de Mc Gillicuddy para poder ver mejor el cometa, lejos de las luces del pueblo –le dijo Delfina–. Había tantas estrellas…

Su hermana parecía estar en una nube.

–Fer conoce todas las constelaciones y supongo que perdimos la noción del tiempo…

 –Bueno, a ver si tienes suerte explicándoselo a papá –repuso Paula.

–Pero papá sabe que puede confiar en Fer –protestó Delfina–. Igual que confío yo.

Fernando miró a su prometida con amor en sus ojos, tomó su mano entre las de él y la besó con fervor. Paula se sintió de repente como una intrusa en su propia cocina.

–Bueno, deberías ir a hablar con él, Delfi –los interrumpió ella algo incómoda.

–¿Dónde está? ¿En los campos de cebada?

 –No, en el de alfalfa que hay al lado de la carretera principal – repuso Paula.

–No te preocupes –intervino Fernando tomando la mano de Delfina–. Iré contigo.

Vió que él sacaba del bolsillo las llaves de su coche y se le ocurrió una idea. Fernando y Delfina ya iban hacia la puerta.

–Esperen.

Se detuvieron y la miraron a la vez. Paula se acercó a la cesta donde había dejado su llavero y se lo entregó a ellos.

–Quiero darles esto –les dijo.

–¿Cómo? –exclamó Delfina atónita–. ¿Tu coche?

–¿Por qué? – preguntó Fernando con el ceño fruncido.

–Es-es un regalo de compromiso.

–¿En serio? ¡No puede ser! –le dijo Delfina.

–No queremos nada de él –repuso Fernando–. Mi todo terreno funciona muy bien.

–Acéptalo como una especie de compensación por el puñetazo que te dió –le dijo Delfina esperanzada a su prometido.

Pero no consiguió convencerlo. Fernando seguía frunciendo el ceño.

–Por favor, acepta el regalo –le pidió Paula–. No me gusta mirarlo. Me duele…

Se quedó sin palabras al recordar el día de Navidad. Pedro se había vestido con un traje de Santa Claus y le había regalado ese Rolls-Royce. Se dió cuenta de que habían llegado a ser muy felices.

–Fernando, si no lo quieres utilizar, pueden venderlo y usar el dinero como quieran –les dijo Paula.

La joven pareja miró el llavero de oro y diamantes.

–Podríamos comprar un terreno –comentó Delfina.

–O una granja –susurró Fernando–. De acuerdo, lo aceptamos –le dijo entonces–. Gracias, Pau. Gracias por ser la mejor amiga que he tenido.

Salieron felices e ilusionados de la cocina y fueron corriendo hasta donde ella había aparcado el Rolls- Royce, cerca del establo. Podía oír su conversación y sus risas desde allí.

–¿Nos damos una vuelta con él antes de venderlo? –le sugirió Fernando a Delfina.

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