viernes, 20 de diciembre de 2019

Destino: Capítulo 13

—Vaya, Paula, ¿Por qué no dices lo que quieres decir en realidad? —le preguntó.

Ella se puso en pie. Tenía el rostro sonrojado.

—No finjas que no sabes de qué te estoy hablando. En realidad rompiste nuestra relación cuando tus padres murieron. Siempre que intentaba hablar contigo, me apartabas de tu lado, me decías que estabas bien y luego ibas a Bandito a beber y a ligar. Supongo que a nadie le habría sorprendido que me hubiese casado con un hombre que no era capaz de serme fiel. Ya sabes lo que dicen, que los viejos patrones son difíciles de romper.

—Yo nunca te fui infiel.

Ella lo miró con incredulidad.

—Tal vez no llegases tan lejos con ninguna mujer, pero disfrutaste mucho tonteando con ellas mientras no estabas conmigo.

Aquella conversación no estaba yendo como él había planeado cuando se había parado a charlar con ella. Alojarse en el hostal y trabajar allí había sido una locura. Solo había querido ver si podían recuperar su amistad, pero era evidente que Paula no estaba dispuesta.

—Tú querías romper, Pedro. Todo el mundo sabía que no te querías casar. No me dejaste porque no querías hacerme daño. Y te lo agradezco.

—Las cosas no fueron así.

—Yo también estaba allí. Y lo recuerdo bien. Estabas dolido y enfadado por el asesinato de tus padres. Cualquiera lo habría estado. Es comprensible. Por eso quise posponer la boda, no sé si te acuerdas, hasta que estuvieses mejor. Pero no quisiste escucharme. Cada vez que sacaba el tema, te marchabas. ¿Cómo iba a casarme contigo así? Habríamos terminado odiándonos.

—Tienes razón. Así estamos mucho mejor, solo me odias tú.

Sorprendentemente, Paula se mostró dolida al oír aquello.

—¿Quién ha dicho que te odio?

—Bueno, tal vez no sea odio, sino desprecio.

Ella respiró hondo.

—No siento nada de eso. Lo cierto, Pedro, es que ha pasado mucho tiempo y lo único que siento es tal vez un poco de nostalgia por lo que una vez compartimos.

Otro duro golpe. Pedro empezó a darse cuenta de que no iba a tardar en descubrir que seguía tan loco por ella como siempre, y Paula lo único que sentía era «un poco de nostalgia». O, por lo menos, eso decía. No pudo evitar intentar descifrar algo más en su expresión, pero solo encontró una frustrante sonrisa educada. Odiaba aquella sonrisa.  De repente, sintió ganas de inclinarse hacia delante, tomarla entre sus brazos y besarla hasta que se le borrase esa sonrisa de los labios y no volviese a aparecer. Pero en vez de eso se obligó a sonreír también y dio un paso hacia su camioneta. Tenía una reunión y no quería llegar más tarde de lo que ya llegaba.

—Me alegra saberlo —murmuró—. Te dejo con tus flores. Hoy termino mi turno a las seis y durante los próximos días estoy de guardia localizada, así que tendré más tiempo para trabajar aquí. Hazme una lista de las cosas que quieres que haga y déjala en recepción. Intentaré mantenerme apartado de tu camino.

Había conseguido parecer frío e indiferente. Cerró la puerta de la camioneta con más fuerza de la necesaria, pero ¿Y qué? ¿Cuándo aprendería a mantener la boca cerrada?

No hay comentarios:

Publicar un comentario